Empezó a modelar por deseo de su madre, protagoniza un éxito hace 32 años y a los 81 sigue en la cima: Graciela Dufau, imparable
En 1991 se subió al escenario con Brujas, un clásico del teatro que hasta hoy sigue vigente; sus días en Avellaneda, su amistad con Migré y García Márquez y el día que sufrió violencia de género, en un mano a mano con LA NACIÓN
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“La más pendex de nuestro elenco tiene 75 años. Moria bromea con que ahora somos todas viudas, solo ella tiene un boyfriend de 80. Nos reímos y divertimos mucho, te lo aseguro”, dice, entre risas, luego carcajadas, Graciela Dufau, respecto a la obra Brujas, estrenada un 3 de enero de 1991 en el teatro Atlas de Mar del Plata, y hoy en cartel en el Multitabaris con Thelma Biral, Nora Cárpena, María Leal, Moria Casán y ella misma, que el 11 de febrero cumplió 81 años y brilla sobre escenario.
Apenas iniciada la charla con LA NACIÓN, Graciela habla con cierta nostalgia pero con gran alegría de su infancia en Avellaneda: “Mi padre, Luis Chedufau era secretario de redacción en el diario La Libertad. Luego ingresó a LA NACIÓN en la sección Deportes. Recuerdo acompañarlo a la cancha. Él iba con un teléfono que me llamaba mucho la atención. Se lo proveía el diario y lo enchufaba en un pupitre. Me llevó desde chica porque soy hincha de Independiente y me gustaba Ernesto Grillo, pero por el apellido, jajaja”, rememora, feliz, sobre aquellos años.
“Mi abuelo era francés, por lo artístico reduje el apellido a Dufau para que fuera más corto”, explica. Hace una pausa mientras aparecen más recuerdos de su niñez, entre ellos “tesoros”, tal cual ella misma define, que le dejó su padre: “Entre ellos, una lapicera Parker cuando cumplió 25 años de periodista, una medalla del diario y una biblioteca repleta de tres estantes. Yo leía desde muy chica, a escondidas, Corín Tellado, que me lo pasaba mi prima. Un día papá me vio y me dijo: ‘No leas eso’. Y me dio Madame Bovary. A mis padres les interesaba mucho el arte, tenían pocos recursos pero me incentivaban en todo. Yo tenía un tío que era Director del Conservatorio Nacional de Música. Él tenía dos abonos en Palco Cazuela en el Teatro Colón y nos iba llevando a todas las sobrinas. A mi madre, Ligia Mangani, le gustaba mucho la poesía”.
Pianista de niña, modelo y actriz de adolescente
De muy pequeña recibió uno de los regalos que marcaron para siempre su vida. “El día que me compraron el piano, mi hermano me llevó a la plaza para distraerme. Cuando volví me encantó. Recuerdo que estaba muy apolillado, porque compraron uno usado y en el estado en que pudieron. Entonces, en cada agujerito que hacían las polillas tenían que ponerle un aceite especial. Yo no sabía leer ni escribir, pero sí leer música. Estudié piano desde los cinco años y gané el premio Alberto Williams porque iba al conservatorio de Avellaneda que lleva ese nombre a esa edad y tuve la oportunidad de tocar en el Teatro del Globo. Claro que no era una Martha Argerich que ya a los seis tocaba con orquesta, jajaja”.
En su adolescencia comenzó su carrera de modelo por deseo de su madre, trabajo que luego se convirtió en necesario para poder subsistir. “Mi madre quería que fuera Rita Hayworth, jajaja. Me llevaba a la Casa Marilú, donde se desfilaba para niñas, adolescentes, jóvenes. Empecé a trabajar desde chica y, cuando a mis dieciséis murió mi padre, tuve que hacerlo por necesidad. También terminé la carrera de piano, pero había entrado al cuerpo de baile del Teatro Argentino de La Plata y eso lo tuve que dejar por los gastos, había que achicarse, no quedaba otra”, reflexiona.
Su primer trabajo como actriz llegó también de la mano de su tío, Juan Francisco Giacobe, compositor, que dirigió en Canal 7 la obra El Pájaro azul: “Sus sobrinas hacíamos los personajes, una de la niña y otra del hada. Yo no tenía conciencia de que estaba haciendo televisión. Y con el tema de la moda empecé a hacer cosas como actriz que escribía Jacobo Langsner, un gran y querido amigo de toda la vida... Tenía apenas 17 años. Amaba el teatro. Recuerdo cuando en el San Martín se estaba por hacer Las Troyanas con María Rosa Gallo. Entonces me presenté, pedí dar la prueba y entré. Éramos cientos de chicas. Estaban también Luisina Brando y Selva Alemán, imaginate qué actrices. A la vez me habían convocado para Rolando Rivas, taxista, pero elegí Las Troyanas”, rememora.
“¿Así que su marido la golpeó? ¿Usted cree que está en Hollywood?”
Enseguida surge el nombre de Alberto Migré, clave en su trayectoria y en su historia personal. “Me ayudó mucho cuando me separé del padre de mi hija, Jorge Mistral, actor español, porque viví una situación muy terrible. Hice una denuncia hace 53 años, para aquel momento algo infrecuente. Me pegó y fui a una comisaría con un amigo abogado. Me dijeron: ‘¿Así que su marido la golpeó? ¿Usted cree que está en Hollywood?’. Él estuvo detenido 48 horas. Le dije a Migré que como me separé, de inmediato necesitaba trabajo. A la media hora ya me lo había dado. Mistral se fue a México, luego se suicidó. No era la primera vez que me golpeaba. Siempre fueron tiempos difíciles para las mujeres, luchábamos junto a Annamaría Muchnik, María Luisa Bemberg, Moira Soto, y fruto de esa pelea que dimos logramos la patria potestad compartida, costó años”.
De Gabriel García Márquez a Brujas
El nombre de otro gran amigo de Graciela aparece en la entrevista, nada menos que el de Gabriel García Márquez. “Yo había viajado a Cuba invitada al festival de cine. Entonces, allá me pidieron si podía hacer un espectáculo que el director del festival, Pastor Vega, había visto en Buenos Aires y se llamaba La Maga, un unipersonal de poesía y monólogos. En esa oportunidad Gabo nos invitó a una fiesta increíble, donde había artistas de Hollywood como Robert Redford, porque él había fundado en Cuba la Escuela nacional de cine. Ahí me contó que tenía una idea desde hacía 25 años de un monólogo. Escribió su única obra de teatro para mí, le puso mi nombre, Graciela. El personaje era una marquesa. Se estrenó en el Teatro Nacional Cervantes durante el gobierno de Raúl Alfonsín, fue uno de los momentos artísticos más importantes de mi vida”, define emocionada.
Y cuando de hablar de sus grandes momentos en escena se trata surge inevitable el éxito de Brujas: “No pude volver antes por la pandemia porque todavía no estaban las vacunas. Venía de la muerte de mi marido, Hugo Urquijo, el 26 de enero de 2020. Estuve un año y medio encerrada. Por eso cuando me llamó Carlos Rottemberg, un amor de persona y empresario, le dije que no porque no estaba vacunada. En casa me armé una rutina para no deprimirme. Cuatro veces por semana hacía yoga, estudiaba y sigo con tres idiomas, limpiaba la casa como todo el mundo. Me costó mucho volver a socializar. Lo logré al regresar a hacer Brujas”.
Entonces ahí surge la pregunta obligada: ¿cómo fue que volvió? “Volví casi de casualidad porque María Leal se lesionó un pie y Sandra Mihanovich tenía un recital. Fue de un día para otro. Con grandes compañeras, un grupo humano maravilloso, las cuatro que estrenamos, Moria, Thelma, Nora y yo. Y la enorme María, que curiosamente el 3 de enero del 91 cuando arrancamos, salió al aire en el programa Grande Pa, otro éxito irrepetible. Nos ayudamos y divertimos mucho sobre el escenario. Mirá cómo seremos de compinches que una vez Moria se dio cuenta de que estaba atravesando un ataque de pánico. Le pregunté cuánto faltaba para el final. Me dijo: ‘20 minutos’. Le comenté que no iba a poder terminar. Y me contestó: ‘Pensá mamita en el departamentito que te vas a poder comprar con este laburo’. Me hizo tanta gracia que me sacó de la situación difícil, esas palabras me ayudaron muchísimo. Estamos todas locas, un día vamos a decir ‘estoy preocupada porque no me vino el asunto’ y la gente nos va a creer, jajaja”.
A esta altura de su carrera, Graciela solo tiene palabras de agradecimiento tanto para sus colegas como para sus seres queridos: “Las chicas de Brujas son mi gente, hermosas actrices y personas. Igual que el asistente Fernando Baier, el productor ejecutivo Adrián Baz y Carlitos Rottemberg, para quienes ya no tengo más palabras de elogio. Párrafo aparte para Galo, que es un encanto, un rey, siempre está de excelente humor y me mima poniéndome bella, jajaja. Otros compañeros fundamentales en esta etapa de mi vida son Oscar Barney Finn y Rita Cortese, que me han sostenido en estos tres últimos años tan difíciles para todos. Y en especial quiero agradecer a mi familia, mis dos hijos maravillosos que me protegen, Dolores y Federico y dos nietas increíbles, Milagros y Victoria. Por todos ellos vivo y miro el futuro con felicidad”.
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