"Holy fucking shit!", dijo Troye Sivan, sorprendido por la entusiasta bienvenida del público frente al Main Stage 2 de Lollapalooza . "Esto parece la escena final de Bohemian Rhapsody. Desearía que mis padres estuvieran acá para verlo." En su primera visita a Argentina, el australiano de 23 años fue el más convocante de la primera tarde del segundo día del festival, una señal de su particular ascenso a popstar, improbable unos años antes.
"Seventeen" y "Bloom", las canciones synth-pop que abrieron el show y que el espigado Troye canta de traje negro con una dulzura que le sale hasta por su mirada azul, y que chicos y chicas cantaron como propios, son relatos nada velados de iniciación sexual gay. La experiencia queer es un tema central en la música de Sivan. "Por si no lo saben, soy gay", dijo con una sonrisa cómplice y presentó "Heaven" un track sombrío de su debut Blue Neighbourhood sobre "todos los miedos antes de salir del clóset". Pero si algo marca al Troye de Bloom, su último disco, es lo que sigue después: la celebración. Con la bandera del orgullo en las pantallas, Troye bailó y marchó por el escenario en un power-walking liberado. Terminó el show saltando con su hitazo bailable "Oh My My My", transpirado y en musculosa.
Parece que de casualidad fue el día de representación LGBT en Lollapalooza. Horas más tarde en el Alternative Stage, St. Vincent presentó las canciones de Masseduction. Con un vestido corto negro encorsetado y unas altísimas botas de látex, Annie Clark apareció sola en el escenario en modo dominatrix. A falta de una banda acompañante, la artista tocó sus guitarras (¡una distinta por cada tema!) mientras sonaba el esqueleto electrónico de las canciones de su último disco, que pasa por los guiños a Moroder ("Sugarboy"), electro-rock sucio ("Pills") y épicas perversas ("Savior"). El planteo escénico, con su única protagonista parada sobre un pilar al centro del escenario, es el de un show al servicio de un concepto, sin mucho margen para la improvisación. Sin embargo, Clark salió del personaje oscuro para agradecer en español y sonreírle a sus fans de la primera fila.
"Soy orgullosamente gay, y si ustedes también lo son, quiero verlos levantar las manos", dijo Sam Smith más tarde, en la mitad de su show, mientras su banda de soul tocaba "Him", la balada de tono mortuorio y religioso en la que declara: "Padre santo/ Tenemos que hablar/ Tengo un secreto". El set del británico estuvo dominado por las baladas, a tono con el mensaje que transmitían las pantallas instantes antes de que empezara el recital: "Apaguen sus celulares esta noche y miren las estrellas. Estamos tan perdidos últimamente que nos olvidamos de quienes somos". Entre sus momentos más cercanos a Elton John (la camisa versacesca que usó al comienzo era todo un homenaje), como "I'm Not the Only One", y su costado de soul clásico que recuerda a la Amy Winehouse de Back in Black ("Baby, You Make Me Crazy"), hubo tiempo para algunas excursiones por el dance pop ("Dancing With a Stranger", su colaboración con la ex Fifth Harmony Normani; además de "Omen" y "Lacht", los dos temas de house-pop que hizo junto a Disclosure), que no alteraron el mood de su presentación.
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