Tras el triunfo de la Argentina, comenzó como una fiesta el show de U2 en La Plata
La victoria de la Selección con tres goles de Messi fue el puntapié inicial para una celebración en el recital de la banda irlandesa
Los jugadores se abrazan, la pantalla se apaga y los primeros acordes de Sunday Bloody Sunday comienzan a sonar. La emoción que dejó el triunfo de la Selección en Ecuador animó aún más el espíritu de los presentes. Bono, The Edge, los cuatro protagonistas de U2 se ubican en una tarima rodeados por el público, a varios metros del escenario.
La gente canta con ferocidad. El clima es de fiesta. Se exorcizan los demonios cantando en masa. Cincuenta mil almas vibran y también las de estos cuatro irlandeses de mil batallas. Saltos, gritos y la banda arremete con New Year's Day. "Gracias señor Gallagher", dice Bono al hacer mención al acto de apertura de Noel Gallagher, quien celebró el entusiasmo del pueblo argentino. "¿Serán así de épicas las dos horas?", se preguntó el irlandés al dirigirse al público.
Bono presenta a la banda como si el show estuviera por terminar. Lanza un: ¡Arrrrgentina, Buenos Aires!", y el público le devuelve el mensaje con los brazos arriba y euforia. Mucha euforia.
El primer tramo transcurre en el corazón del campo, con la enorme pantalla trasera apagada. "¡Muchas gracias por venir hasta aquí para vernos!", dice Bono y lanza: "Thank you Leo Messi".
Ahora sí, Bad y ese sonido del U2 clásico y emotivo. Un gospel irlandés que sabe de penurias ahogadas en ríos de whisky. De pronto, en medio de Bad se cuela un clásico de David Bowie: Heroes. Bono canta las primeras estrofas y el público responde iluminando sus celulares. Es un exceso, uno de esos melodramas que tan bien le sientan al cuarteto.
Pride (In The Name of Love) provoca que todo el estadio ensaye un coro multitudinario. Cada vez más punzante, la guitarra de The Edge provoca escalofríos. La base, ese bajo y esa batería que se entienden de memoria, avanza sin miramientos. Es un ataque constante. Y certero. Y siempre da en el corazón. "Sueño. Igualdad. Verdad". Esas son las palabras que aparecen en pantalla para cerrar Pride y el tramo inicial.
Nuevamente, la enorme pantalla se enciende y ahora se pinta de rojo. El árbol de Josué luce como una sombra amenazante. En el centro. O como un dragón, comienza Joshua Tree.
Ya con la banda en el escenario y pegada a la imponente pantalla que ahora emite imágenes de un viaje hacia el desierto de Mojave, suena Where the Streets Have no Name para empezar el tramo consagrado a homenajear a The Joshua Tree.
En la enorme mayoría de los shows de estadio vemos a los músicos por las pantallas laterales. Aquí eso no existe. Ellos están en escena y en tamaño real. Llegan en escala a nuestros ojos. Nítidos. Reales.
Suena I Still Haven't Found what I'm Looking For. Las imágenes del desierto de Mojave se suceden en blanco y negro en la enorme y ondulante pantalla que provoca el efecto del 3D. Ahora es Stand By Me que se cuela en la lista. Y en versión cruda. Casi punk. El sonido más lento del mundo dice Bono en castellano antes de entonar With or With Out You.
La fiesta continúa con Bullet the Blue Sky. Las imágenes de ciudadanos norteamericanos poniéndose cascos delante de una bandera de su país son proyectadas desde la pantalla. Se preparan para una guerra. Tan 1987. Tan 2017.
Llega el momento de balada. Momento de bajar los decibeles. Momento de Running to Stand Still. Bono toma la armónica y de ella desprende un nuevo lamento. El piano nos anuncia que ahora estamos en presencia de Red Hill Mining Town.
En la pantalla toca una banda militar de vientos. Por un instante, el Estadio Único parece ser un estadio pequeño y cerrado. La vibra se siente. La comunión entre público y banda también. "¡Que siga la fiesta!", pide Bono.
Una añosa casa de madera entre montañas es la escenografía que acompaña el comienzo de ese dejo country que tiene Trip Through Your Wires. Una chica del viejo oeste revolea un lazo pero aquí no hay quien domar. El público asiste manso al festín que significa esa música.
One Tree Hill. Tres lunas rojas. Tres luces de advertencia. Otro mid tempo con la voz del predicador Bono que entra por los cuatro costados, penetrando en cada uno de nuestros sentidos. Una experiencia alucinante.
De una escena de una vieja película de cowboys se desprende la frase "Sos un mentiroso Trump". Suena Exit y ahora en pantalla hay dos manos curtidas. Una dice LOVE y la otra HATE. De nosotros depende que gane la correcta. Bono ahora porta un sombrero negro traído de aquellos años 80.
Mothers of the Disappeared comienza a sonar. Bono la canta arrodillado y mira a la pantalla que devuelve la imagen de un grupo de madres apenas iluminadas por las velas que cada una porta. "El pueblo vencerá", canta el vocalista en un castellano tan nítido como punzante. El estadio le devuelve sus palabras.
Un breve descanso, un instante que dura dos minutos antes de Beautiful Day. El show parece reiniciarse y la energía es la misma del comienzo. La banda estalla, la canción crece para volver a retraerse unos segundos más tarde. U2 es la gran banda de estadios. La versión definitiva y mejorada de un prototipo que lleva 40 años mejorándose permanentemente.
Elevation. Y ese uhhh agudísimo y ancestral. Un alarido primal cruzado por la tecnología actual. Una experiencia tribal y multisensorial. El golpe final se acerca, pero nos va a impactar en el momento menos esperado.
"¡1, 2, 3, 14!", grita Bono. Estamos en el aire, en caída libre. La pantalla despide un rojo sangriento y en el momento menos esperado Bowie reaparece. Rebel Rebel es ahora el tema elegido para cerrar Vertigo.
El largo pasaje consagrado a The Joshua Tree acaba de terminar. Solo queda un puñado de otros clásicos. En el campo los brazos en alto presagian el final.
Las luces se apagan. Los celulares se encienden. One es la balada perfecta para desprender una lágrima. Para despedirse. Es el fin inexorable. Es el comienzo de un recuerdo imborrable.
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