Tras el ostracismo en Hollywood, Allen enfrenta el silencio de las editoriales
El director trató de vender su autobiografía, pero tras el movimiento #MeToo es considerado una personalidad "tóxica"
Hollywood le ha dado la espalda a Woody Allen . Las celebridades que antes se mataban por aparecer en sus películas ahora dicen lamentar haber trabajado con él. Amazon Studios dio por terminado un acuerdo con él para la distribución de varias películas. Y ahora Allen también parece estar perdiendo estatura en el sector de la industria editorial.
El año pasado, según ejecutivos de cuatro importantes editoriales, Allen intentó calladamente vender un libro de memorias, y lo único que recibió fue indiferencia o negativas rotundas. Antes del nacimiento a gritos del movimiento #MeToo, las memorias de Allen probablemente habrían desatado una guerra de ofertas de cinco o seis ceros entre las principales editoriales, debido a la relevancia cultural del cineasta neoyorquino. Pero ahora que su carrera prácticamente descarriló por las renovadas acusaciones de haber abusado de su hija Dylan Farrow hace casi tres décadas -acusaciones que Allen niega y que han dejado a los norteamericanos sin saber a quién creerle-, la perspectiva de publicar sus memorias parece no generar el menor entusiasmo.
Ejecutivos de varias editoriales aseguran que un representante de Allen les llevó un proyecto de memorias del cineasta a fines de 2018, pero que ninguno de ellos hizo ofertas debido a la mala prensa que podía acarrearles trabajar con Allen. Algunos editores incluso se negaron a leer el texto, que aparentemente consistía en un manuscrito completo. Los ejecutivos consultados dicen no saber si algún otro editor le ofreció un acuerdo al director por su libro, y que si alguno lo hizo, lo tiene guardado bajo siete llaves. Algunos editores incluso usaron la palabra "tóxico" para referirse al problema de trabajar con Allen en el clima social actual, y señalan que si bien sigue siendo una figura significativa de la cultura, los riesgos comerciales de lanzar sus memorias son demasiado altos. Ninguno de los editores aceptó hablar a grabador abierto, argumentando un supuesto de confidencialidad entre agentes y editores en lo que refiere a proyectos incipientes o por venir.
La escritora Daphne Merkin, que conoce a Allen desde hace muchos años, dice que el cineasta le habló de sus memorias como en un proyecto en el que venía trabajando desde hace un tiempo, y agrega que les habló del libro a varios editores que conoce. Merkin asegura no haber leído el manuscrito y no saber qué aspectos cubre de la vida de Allen o si trata sobre las acusaciones y su posterior debacle.
"No es de los que salen a aclarar las cosas, pero es de suponer que sus memorias cuentan su versión de lo que pasó", dice Merkin. "Es el tipo de persona que sigue luchando, alguien que se nutre de su trabajo. Más allá de las vicisitudes a las que se haya visto expuesto, creo que sigue su propio criterio sobre el modo en que esto lo afecta o no lo afecta".
Ni la empresa productora ni el publicista de Allen respondieron al requerimiento periodístico. Su productora y hermana, Letty Aronson, y el cineasta Robert Weide, quienes han defendido a Allen, dicen no estar al tanto de que haya escrito un libro de memorias. El histórico agente de Allen, John Burnham, de ICM Partners, solo se limitó a responder que "en los treinta años que llevo trabajando con Woody, mi lema básico siempre ha sido: 'Yo no me refiero a sus asuntos'".
La tibia respuesta de algunos editores representa otro golpe para la carrera y el legado de Allen, quien actualmente está en litigio legal con Amazon. El gigante del streaming dio abruptamente por terminado un acuerdo de distribución de cuatro películas que incluía la ahora cajoneada A Rainy Day in New York, y en respuesta, Allen demandó a la empresa por un mínimo de 68 millones de dólares. En una presentación ante la Corte, Amazon hizo referencia a comentarios insensibles de Allen sobre el movimiento #MeToo y a declaraciones públicas de varios actores que decían lamentar haber trabajado con él, como evidencia de que sería imposible obtener ganancias de trabajar con el director.
La ruptura con Amazon y la falta de interés en sus memorias de parte varios editores importantes ponen de relieve lo desdibujado que está el estatus cultural del que supo gozar. "En lo personal, no preveo trabajar con él en el futuro", dice Tim Gray, vicepresidente y editor de premios de Variety, revista señera de la industria del espectáculo. "Sin embargo, es posible que la historia sea más benigna con Woody Allen que el momento actual". Y agrega: "Hollywood adora los grandes regresos. Ingrid Bergman, Charlie Chaplin y Elizabeth Taylor, todos ellos fueron denunciados en el Congreso por hechos de su vida privada, y todos ellos terminaron siendo recibidos con los brazos abiertos por Hollywood y el público".
Allen es conocido por una obra plagada de referencias filosóficas y literarias, y tiene una larga lista de publicaciones. Empezó su carrera como escritor de comedia. Cuando era todavía un adolescente, consiguió trabajo como escritor de chistes para una agencia de publicidad de Nueva York y en la década de 1960 empezó a publicar textos satíricos en The New Yorker, donde escribió 44 veces, la última de las cuales en 2013.
Su primer libro, la antología de humor Cómo acabar de una vez por todas con la cultura, fue publicado en 1971 por Random House, editorial que sacó varios otros de sus libros, entre ellos Sin plumas y Perfiles. Si bien gran parte del material era reciclado, sus libros solían ser recibidos por un público ávido y a veces de enorme tamaño (su antología de humor de 2007, Pura anarquía, vendió más de 40.000 ejemplares, según NPD BookScan).
Los críticos no siempre fueron amables con sus libros. En su reseña de Pura anarquía para The New York Times, Janet Maslin escribió que Allen "ha mantenido un estilo de escritura que sigue impermeable a los cambios del mundo que lo rodea", y agregaba que "los mejores textos anteriores de Allen opacan su nueva obra. El reseñista de The Guardian disparó que "incluso en dosis ínfimas, esos latiguillos remanidos y esas parodias sosas, más que divertir, irritan".
Si bien varios biógrafos han abordado a Allen como tema, el cineasta nunca ha publicado un libro de memorias propio. En 2003, Allen estuvo a punto de cerrar un contrato de tres millones de dólares con la editorial Penguin, hasta que Allen pidió más dinero. "Por esto, quiero mucha plata. La pelota está de su lado", escribió Allen en una carta a su agente que fue enviada como propuesta.
Pero actualmente los editores tienen miedo de trabajar con autores acusados de ofensas sexuales, tanto por razones éticas como de las otras. Algunos autores que enfrentan acusaciones de acoso fueron abandonados por sus agentes y sus libros inéditos terminaron en la basura. Les revocaron sus galardones literarios y sus libros editados fueron retirados de los estantes de las librerías. Los boicots de lectores y libreros suele convertirse en una bola de nieve que se lleva puestos también a los editores.
Dylan Farrow, la hija adoptiva de Allen y su exmujer Mia Farrow, acusó a Allen de haberla tocado de manera inapropiada en 1992, cuando tenía siete años. Los investigadores no encontraron evidencia de abuso sexual, pero Dylan Farrow se ha mantenido firme en su acusación, y su familia sigue dividida: mientras su madre y su hermano, el periodista Ronan Farrow -que investigó a Harvey Weinstein y ganó un Pulitzer por su cobertura del MeToo- la apoyan, su otro hermano, Moses Farrow, defiende a su padre.
Dylan reiteró las acusaciones en artículos de opinión publicados en 2014 y 2017, y en una entrevista televisiva de 2018 que desató una nueva ola de indignación contra Allen. Se cancelaron adaptaciones teatrales de la película Disparos sobre Broadway, y varios actores y actrices como Greta Gerwig, Ellen Page, Evan Rachel Wood, Michael Caine y Colin Firth dijeron arrepentirse de haber trabajado con Allen. Varias estrellas de la ahora cajonada A Rainy Day in New York, incluido Timothée Chalamet, dijeron que donarían a obras de caridad sus ganancias en la película que, según se conoció esta semana, verá la luz en algunas cadenas de cine arte de Europa.
En algunos rincones del ambiente, Allen sigue siendo celebrado. La actriz Anjelica Huston, que aparece en dos de sus películas, le dijo a Vulture que volvería a trabajar con Allen "sin pestañear". Asimismo, el actor español Javier Bardem lamentó el "linchamiento público" del cineasta y dijo que volvería a trabajar con él "mañana mismo" si se lo proponían. La productora española MediaPro sigue colaborando con Allen en su nueva película. Una vocera de la empresa dijo que el rodaje del proyecto, aún sin título, está previsto para julio en el País Vasco, y que todavía estaban conformando el elenco, sin dar más detalles.
Allen es también un consumado clarinetista que tiene sus fans en el mundo de la música. Tiene planeado para junio una gira por ocho ciudades de Europa con la Eddy Davis New Orleans Jazz Band, después de sus recitales semanales de estos meses en el Hotel Carlyle de Nueva York. Las entradas para las funciones en el Carlyle, que cuestan 165 dólares por persona más un menú de precio fijo de 75 dólares, estuvieron a punto de agotarse.
Traducción de Jaime Arrambide
The New York Times
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