Top Five: buenos actores en malas películas
No siempre a los grandes intérpretes les funciona el criterio; miren algunos ejemplos de decisiones equivocadas
1. ROBERT DE NIRO EN EL ENVIADO (2004, Nick Hamm)
Antes de que llegara David O. Russell para darle un papel secundario pero conmovedor en El lado luminoso de la vida (película por la cual aspira a su tercer Oscar) , la carrera de Robert De Niro estuvo signada por la proliferación de proyectos mediocres. Tanto es así que muchos de los films de los que formó parte pueden o bien ser olvidados o bien confundidos con otros por su similitud temática. El enviado fue filmada un año antes de Mente siniestra - otra película con características en común, ceñidas a esa suerte de sub-subgénero de "chicos que ven/hacen cosas malas"-, y en ambas todos los tics inherentes al actor se potenciaron al punto de que ya nadie quería verlo en ningún otro personaje con aires de villano y actitud impostada, lo cual se repetiría años después en la decepcionante Luces rojas . Asimismo, De Niro también se embarcó en films innecesarios como Las dos caras de la ley (acompañado por Al Pacino) y, especialmente, en la edulcorada Año Nuevo . Sin lugar a dudas, al actor se lo necesitaba de vuelta en una historia en la que no solo nos hiciera recordar el porqué de su prestigio si no en la que tuviera la libertad suficiente como para moderar esos tics y dejar al descubierto una de sus tantas facetas. El lado luminoso de la vida cumplió con ambos propósitos.
2. DIANE KEATON EN ¡PORQUE YO LO DIGO! (2007, Michael Lehmann)
¡Porque yo lo digo! me sorprendió negativamente por varias razones, pero dos se erigieron como las fundamentales. Primero, que haya sido dirigida por Michael Lehmann, quien ha sabido entregar muy buenas películas como Heathers, La verdad acerca de perros y gatos y especialmente la enorme Hudson Hawk. Segundo, que Diane Keaton se haya puesto al servicio de una historia que pretende ser hilarante (una madre desesperada por encontrarle un buen novio a su hija, interpretada por Mandy Moore) y que termina bordeando el absurdo, con momentos de absoluto tedio. Todo lo que Lehmann supo manejar a la perfección en sus otros trabajos (incluida la subvalorada 40 días y 40 noches) acá se le va de las manos y el tono siempre resulta indefinido, superfluo, inocuo. Como si esto fuera poco, aquí sucede lo que previamente mencionaba en relación a De Niro, y es que Keaton parece sobrepasada, en un registro desbordado que la vuelve algo irritante, independientemente de que su personaje está lejos de ser encantador o de generar empatía. Lo opuesto sucedió en dos de sus interpretaciones previas (Alguien tiene que ceder y La joya de la familia , lo cual hace que esta decisión en su carrera sea aún menos explicable.
3. KATE WINSLET EN CONTAGIO (2011, Steven Soderbergh)
De un tiempo a esta parte, Steven Soderbergh se ha dedicado a experimentar con su filmografía, a realizar una película tras otra sin tener un modelo fijo y básicamente con la flexibilidad como bandera. Esto ha generado un cierto desconcierto porque esa libertad latente en sus últimos trabajos dista bastante de la de otro realizador igual de maleable: Richard Linklater. Las transiciones en el cine de Soderbergh son bastante llamativas, y como ejemplo de esto tenemos la seguidilla del díptico Che , The Girlfriend Experience, El desinformante y, claro, Contagio. El realizador ya había trabajado con un elenco coral de megaestrellas tanto en Traffic como en la saga de La gran estafa , pero nunca los actores estuvieron tan desaprovechados como en este film que parece ser un cúmulo de viñetas aterradoras con contenido vacuo. El personaje de Kate Winslet es particularmente inentendible: aparece en la historia con una finalidad y termina siendo eliminado sin que podamos conectar con él en profundidad. Pero ejemplos sobran, ya que lo mismo sucede con la subtrama que involucra a Marion Cotillard y con gran parte de las secuencias de una de las peores películas del director que supo hacer Sexo, mentiras y video y Vengar la sangre, acaso sus mejores films hasta la fecha.
4. AL PACINO EN GIGLI (2003, Martin Brest)
A Gigli la podemos poner de ejemplo en muchos conteos que se vinculen con el interrogante "¿Era necesario?". Esta misma pregunta puede aplicarse en el plano actoral, donde no solo aparece la figura de Al Pacino sino también la de Christopher Walken. Podemos justificar la presencia del primero aseverando que es el único momento en el que esta película (que despertó interés solo por la relación entre Ben Affleck y Jennifer Lopez, quienes tienen química cero en pantalla, como también quedó asentado en Jersey Girl de Kevin Smith) cobra algo de vuelo pero, al mismo tiempo, nadie quiere verlo a Pacino autoparodiándose bajo las manos equivocadas (o en el proyecto equivocado, mejor dicho). Y esto es lo que sucedió aquí con su desaforado papel de Starkman en el film de Martin Brest, quien lo había dirigido con mejores resultados en Perfume de mujer. Lo curioso es que recientemente el actor volvió a apostar por hacer breves intervenciones en films que no están a su altura, como junto a Adam Sandler en Jack y Jill , donde se interpretó a sí mismo como si eso asegurara la aprobación instantánea del espectador. Lamentablemente, no fue este el caso.
5. KEVIN SPACEY EN CADENA DE FAVORES (2000, Mimi Leder)
Hay que poner las cosas en perspectiva y, en esta oportunidad, reconocer que Cadena de favores es una película extremadamente fallida, pero que las razones no responden de ninguna manera al talento de sus actores. Tanto Kevin Spacey como Helen Hunt (sin dudas, la mejor interpretación del film) se ponen al hombro sus respectivos personajes, ambos conflictuados, ambos en estado de búsqueda de afecto. Asimismo, nos encontramos con un Haley Joel Osment post Sexto sentido , también haciendo lo propio con su papel de un niño que quiere cambiar el mundo o, al menos, el (micro)mundo que lo circunda. Sin embargo, ni el sólido trío protagónico pudo salvar al film de descarrilar por completo en su tramo final, donde esa premisa utópica pero contenida se termina convirtiendo en un melodrama donde los golpes bajos están a la orden del día y donde esa tragedia, en lugar de ser abordada con sobriedad, le sirve como vehículo a Mimi Leder (directora de cinco películas, todas ellas igual de ineficaces) para desplegar una sucesión de hechos efectistas con esa moralina que el espectador podía prever pero que, como siempre, era posible de evitar.
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