Un recorrido profundo a través de vinilos clásicos, reediciones y CDs imposibles de conseguir: dónde ir y qué buscar si sólo tenés un par de horas en la ciudad
Cactus Discos - Uruguay 290
Mabel, la encargada de Cactus, habla con devoción de un objeto mitológico: la edición colombiana y en vinilo de Acariciando lo áspero, de Divididos. "Ese lo tengo... pero es mío", dice, al tiempo que contraofrece un abrumador catálogo de discos de rock, folklore, tango, jazz, música negra y demás. Aquí, la clientela civil ("Un 85% de hombres") se cruza con la representación viva de lo que va a comprar: son habitués del local Carca, Juanse, Lisandro Aristimuño, Ariel Minimal, los NTVG y hasta Ricardo Mollo, a quien Mabel tampoco le va a vender la edición colombiana de Acariciando lo áspero.
Abraxas - Av. Santa Fe 1270, local 74/76
El arquetipo del disquero que no sólo recita de memoria la historia del rock antes de dormir cada noche sino que además tiene una detalladísima opinión sobre ediciones, remasterizaciones y demás (y que, vale decirlo, no gusta de regalarle sonrisas a neófitos) se llama Fernando Pau. Una eminencia del rubro que desde 1983 alimenta la melomanía porteña desde las nutridas bateas de Abraxas. En un metro, un CD de Iron Maiden hecho en Japón (con dos millones de extraños bonus tracks), un simple de Peter Frampton, Trouble de Ray LaMontagne prometiendo sosiego y una divertida batea de vinilos a veinte pesos.
Anthology - Av. Santa Fe 1670, subsuelo, local 7
"Si me pedís el último del Chaqueño Palavecino yo no tengo problema, te lo consigo", dice Federico, exagerando la metodología de trabajo de una disquería que no elige acumular en el local para atraer al cliente, sino que lo tienta con infinitas posibilidades a un mail de distancia. Lo que más sale en Anthology está condicionado por su entorno: la mítica galería Bond Street. "Vendo mucha música con un perfil alternativo, discos más actuales. Generalmente entran pibes de entre 15, 16 años hasta 35 o 40." Desde el obsceno box-set de Station to Station de Bowie hasta el último de Cobra Sarli: lo que no está, seguro va a estar.
Bonus Track - Av. Corrientes 1246, local 39
La Galería del Óptico, ubicada entre los brillos de la Corrientes teatral, es la trinchera de un puñado de disquerías especializadas. Entre ellas está Bonus Track, uno de los locales más tradicionales de Buenos Aires por antigüedad y facha: toneladas de vinilos de rock clásico a precios racionales le guardan un rinconcito a Trompe le Monde de Pixies o lo último de Sigur Rós. Y más allá, su propio Salón de la Fama: Litto Nebbia, Pettinato, Ed Motta, Boom Boom Kid y otras celebridades que sucumbieron a la tentación de agrandar allí sus colecciones.
Exiles Records - Honduras 5270
"Para que te des una idea: acá el año pasado vendimos diez vinilos de Mac DeMarco", dice Nacho, dejando en claro que si andás persiguiendo a esa banda debutante endiosada por Pitchfork, este secreto a voces palermitano llamado Exiles puede ser tu lugar. De todas maneras, la lucha entre el hombre del mostrador y el propietario es encarnizada y a la vez útil: "Ahora estoy escuchando Ratatat porque me gusta, pero después viene Paco y pone clásicos. Acá tenemos Some Girls de los Stones, pero al lado está Foxygen". Variedad, como para no irse jamás con las manos vacías.
El Gallo Cantor - Av. Corrientes 1382, local 23
El original de Artaud de Luis Alberto Spinetta, con su portada amorfa y su verdeamarillo enfermizo, el Santo Grial del coleccionismo discográfico local, se vendió ayer. Hoy la vedette es el Peluson of Milk, cerrado e impoluto, el último disco de Spinetta editado en vinilo. O uno de los Redondos con la tapa hecha a mano por Rocambole, cuyo precio no se le da a cualquier paracaidista. El Gallo Cantor no se parece a ninguna disquería. Al local de Hugo Latorre uno entra a buscar un solo tesoro: el sueño melómano de toda una vida.
Maceo - Federico Lacroze 2776
Maceo es un glitch en el transcurrir del tiempo. Primero, por practicar el milenario arte del canje, casi extinto fuera de ferias y parques. Segundo, porque no hay vinilos refulgentes de 180 gramos sino mucho CD accesible y, sobre todo, pilas de casetes ("Lo buscan los coleccionistas que quieren tener todos los formatos... o los que les robaron el estereo y volvieron a poner el pasacasete", dice Claudio, su encargado). Y finalmente por el género estrella: ¡El glam metal ochentoso! Todo, a precios pre-devaluación: entre 20 y 120 pesos. Inexplicable.
Mercurio Discos - Av. Santa Fe 2729, 1er piso, local 32
Criatura conjunta de cinco músicos conocedores del under (Marina Fages, Lucy Patané, Lucas Caballero, Lorenzo Anzoategui y Villa Diamante), Mercurio nació para desmentir la estupidez nostálgica de que en el rock argentino ya no pasa nada. El criterio de selección del catálogo es claro: si es nacional e independiente, se pone en las bateas. Aquí, desde muchachitos de 20 hasta señores de 40 consiguen en formato físico esos álbumes que supieron disfrutar online. "Por ahora es un mercado chico, pero la disquería se sustenta sola", dice Villa Diamante. Algún día serán clásicos.
Oid Mortales - Av. Corrientes 1145, local 17
Los rasguidos agridulces de Dagger Beach de John Vanderslice (2013) tiñen de tonos pastel las paredes de Oid Mortales, impertérrita desde hace dos décadas a metros del Obelisco. Aunque Andrea, la responsable del local, diga que se especializa en discos de los años 60, la música de fondo, los libros (Después del rock de Simon Reynolds se asoma en un lugar privilegiado detrás del mostrador) y las remeras (¡Wilco! ¡Calexico!) parecen desmentirla. "No es una disquería para adolescentes", dice, y hasta ahí estamos de acuerdo.
Rock and Freud - Arenales 3337, local 2
"En una época, a Charly [García] lo teníamos todo el tiempo acá adentro", dice Fichi, recordando los años en los que el bicolor vivía en Coronel Díaz y Santa Fe y cruzaba todo el shopping Alto Palermo para desordenar las prolijísimas bateas de Rock and Freud. Pero no sólo ex miembros de Sui Generis visitan el local: "La gente busca los clásicos, que es lo que no les gusta bajarse", sigue. "Dentro de lo nuevo: indie y psicodelia. Y hay una nueva camada de pibes de 17, 18 años que compran mucho rock nacional, que compran discos de King Crimson... No sé, es muy raro." CDs importados, box-sets lujuriosos y vinilos "entre 10 y 1000 pesos".
Por Diego Mancusi
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