Tom Cruise: la noche en la que Buenos Aires se convirtió en Hollywood
El actor habló en exclusiva con LA NACION en la alfombra roja de Oblivion: el tiempo del olvido
El cine tiene pocas estrellas como Tom Cruise. Alguien que puede pasar horas firmando autógrafos, caminar solo por las calles cercanas al Hotel Alvear y sin miedo a ser reconocido, alguien que puede detenerse a responder las mismas preguntas con un fascinante profesionalismo, alguien que conoce (como pocos) todo lo que implica la promoción de una película. Tom Cruise vino a la Argentina para el estreno mundial de Oblivion: el tiempo del olvido, el film de Joseph Kosinski que lo tiene como protagonista, también fue declarado Huésped de Honor en una ceremonia en el Teatro Colón y además se hizo un tiempo para recorrer San Telmo, todo eso en un mismo día y con la misma buena predisposición, predisposición que lo lleva a admirar tanto todo lo nuevo que le trae la fama como todo lo que ya le resulta familiar. "Me encanta estar acá, siempre quise venir pero nunca podía", declaró el actor. "Fue increíble ver la estructura del Teatro Colón y recibir el cariño de la gente; uno pensaría que ya estoy acostumbrado a esto, pero lo cierto es que uno nunca se acostumbra del todo".
Red Carpet versión argentina
Anoche se llevó a cabo nada menos que una típica alfombra roja hollwyoodense. La primera comandada por una figura internacional de esta dimensión. La primera que tuvo como finalidad la de dar a conocer Oblivion tanto a fanáticos de Tom Cruise como a amantes de la ciencia ficción. Un suceso semejante – idéntico al que podemos ver en las red carpets a las que Hollywood nos tiene acostumbrados – generó exactamente la reacción esperada. Una gran cantidad de seguidores del actor, de todas las edades pero con el mismo nivel de efusividad, lo esperaron durante horas hasta que, alrededor de las 19, Cruise llegó a la entrada de los cines Village Recoleta, se bajó de un auto y, pocos minutos después, procedió a firmar desde DVD’s de Top Gun hasta gorras de Oblivion. Su acercamiento a los fanáticos no fue nada fugaz, se detuvo a hablar con ellos y a sacarse fotos hasta que no quedara ninguno sin la prueba tangible del encuentro con la estrella. Lo mismo hizo sobre el final, cuando ya había respondido cordialmente las preguntas de la prensa, y todavía quedaba un grupo aguardando su saludo. Su reacción ante los gritos fue, a contramano de lo que uno pudiera creer, generosa y agradable. Cruise lo estaba disfrutando como si también se tratase de su primera alfombra roja aunque, claro, está lejos de serlo. Sin embargo, para muchos de los que están habituados a ver un evento de tal magnitud en la pantalla de un televisor, fue en verdad un suceso extraordinario en el cual, independientemente de la película presentada, se pudo ver, tocar, abrazar a una estrella en acción desplegando lo que le mejor le sienta: su carisma.
Las mujeres de Tom Cruise
El actor no estuvo solo en la alfombra roja. A su lado, lo acompañaban las protagonistas del film, Olga Kurylenko (más conocida como la chica Bond de Daniel Craig en Quantum of Solace) y Andrea Riseborough, intérprete británica que le dio vida Margaret Thatcher en la miniserie de la BBC The Long Walk to Finchley y a Wallis Simpson en El romance del siglo, el interesante film de Madonna. Tanto Kurylenko como Riseborough coincidieron en que Oblivion es la primera película que filman que se distancia por completo de sus trabajos anteriores, aún cuando estamos hablando de dos actrices tan disímiles como igual de dúctiles. Kurylenko venía de un proyecto totalmente opuesto a Oblivion, donde el guión estaba en un segundo plano (la extraordinaria y desafiante To The Wonder de Terrence Mallick) y Riserborough, quien compartió tres películas con su coterránea Sally Hawkins (una de ellas, Happy-Go-Lucky, de la mano de Mike Leigh, a quien definió como su "maestro"), venía de co-protagonizar junto a Clive Owen el thriller político Shadow Dancer. El cambio fue, por lo menos, desconcertante. Sin embargo, ambas aseguraron que fue "extraordinario" trabajar junto a Cruise y en una película que es, ante todo, una montaña rusa visual. Una vestida enteramente de negro y la otra en colores pasteles, tanto Kurylenko como Riseborough estaban, sin quererlo, simbolizando no solo los diferentes orígenes de su carrera (la primera como modelo en Moscú; la segunda, como actriz de teatro en Newcastle) sino también los rasgos de sus personajes, dos mujeres de personalidades contrastantes que pelean por el mismo hombre.
El dato.
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