Todo el mundo tiene poros
Desde legisladoras feministas europeas hasta asociaciones de médicos estadounidenses se manifiestan en contra de las fotos de celebridades retocadas al extremo. Ya se creó un programa para distinguir restauraciones
NUEVA YORK (The New York Times).- Las fotos de celebridades y modelos en publicidades de moda y revistas son pulidas rutinariamente con la ayuda de herramientas digitales. El retoque puede ser leve, con colores más brillantes, pelo suelto puesto en su lugar, un granito curado. O también puede ser drástico, como adelgazar 5 o 10 kilos, medir algunos centímetros más y borrar todas las arrugas e imperfecciones, lo que se logra utilizando Adobe Photoshop, la varita mágica para el retocador de fotos.
"Uno arregla una cosa, luego otra y muy pronto termina frente a Barbie", dice Henry Farid, profesor de sistemas y experto forense digital en Dartmouth. Y ése es el problema, dicen legisladoras feministas en Francia, Gran Bretaña y Noruega, y quieren que se indique cuándo las fotos son alteradas digitalmente. En junio, la Asociación de Medicina Norteamericana adoptó una política en cuanto a las imágenes de cuerpos y la publicidad que animó a publicistas y otros a "desalentar la alteración de fotos cuanto que podrían promover expectativas no realistas de una imagen apropiada del cuerpo".
A Farid el problema lo empezó a preocupar tras leer las propuestas de poner leyendas indicadoras en las fotos en Europa. Categorizar fotos como alteradas o no alteradas le parecía un enfoque demasiado rotundo. El junto con Eric Kee, estudiante de Doctorado en Sistemas en Dartmouth, proponen un programa para medir qué tanto fueron alteradas las fotos de moda y belleza, en una escala del 1 al 5, desde lo infinitesimal hasta lo fantástico.
Su investigación se publicó días atrás en un periódico académico, Los p rocedimientos de la Academia Nacional de Ciencias. Sugiere que las imágenes altamente idealizadas y digitalmente editadas en publicidad y revistas de moda contribuyen a desórdenes alimentarios y ansiedad sobre clases de cuerpo, especialmente entre mujeres jóvenes.
Mejor, avisar
"No intentamos demonizar al Photoshop o evitar que gente creativa lo use. Pero si la imagen de una persona es alterada drásticamente, debería haber un aviso que dijera que lo que se está viendo es tan verdadero como lo que se vio en Avatar , la película de animación", opina un activista de la causa, Seth Matlins, ejecutivo de marketing y ex director de una agencia de talentos, que junto con su mujer, Eva Matlins, a través de su revista femenina online , Off Our Chests , intentan ganar apoyo de la legislación en Estados Unidos.
El programa desarrollado por Farid y Kee mide estadísticamente cuánto fue alterada la imagen de la cara de una persona. Muchas de las fotos del antes y después de su investigación fueron sacadas de sitios Web de retocadores fotográficos profesionales que promocionan sus habilidades.
El objetivo de esta herramienta es imitar las percepciones humanas. Para hacerlo se reclutaron cientos de personas online para comparar imágenes del antes y después, y determinar la escala del 1 al 5, desde lo mínimo hasta lo fuertemente alterado. Los rankings humanos se usaron para el entrenamiento del software.
Según Farid, el software podría contribuir a la autorregulación, sirviendo de incentivo para reducir los retoques. "Los modelos, por ejemplo, bien podrían decir: No quiero ser un 5, quiero ser un 1 ", comenta.
Pero, aunque no existiera ningún programa para distinguir retoques, ya existe una tendencia hacia la restricción del Photoshop, dice Lesley Jane Seymour, jefa de redacción de More , revista para mujeres de más de 40 años. Explica que las encuestas de publicaciones femeninas muestran que sus lectoras quieren que las celebridades "se vean espectaculares, pero reales".
Y aclara: "Lo que es genial es que estemos teniendo esta discusión. Las lectoras no pueden ser engañadas si las imágenes están realmente esculpidas. Si uno es un buen editor, no va demasiado lejos en estos días. Si le renueva la cara a alguien es un tonto".
Traducción: Nina Plez