Tito Puente, el amo del timbal
La imagen de ese hombrecito de pelo nevado, con los ojos bien abiertos, pegándole a los timbales con una velocidad capaz de hacer desaparecer los palillos ante la vista del espectador, como un acto de magia, será sólo un buen recuerdo. A los 77 años, Tito Puente colgó los palillos. El reconocido timbalista neoyorquino de origen portorriqueño falleció en un centro médico de Nueva York a causa de una complicación cardíaca.
Puente fue el sucesor natural del "Rey del Mambo" Pérez Prado y se convirtió, con su orquesta, en uno de los exponentes más importantes del latin-jazz y en un embajador de ritmos como la rumba, el mambo y el cha-cha-cha. Pero se molestaba cuando le nombraban la palabra salsa para denominar la música de origen caribeña, a pesar de que participaba de festivales y conciertos con sus más importantes exponentes, como Celia Cruz (ver recuadro), con la que giró por todo el planeta.
"No me gusta el nombre de la salsa -dijo en una de sus cuatro visitas a Buenos Aires-. Ese es un invento para vender mejor esta música. Lo que nosotros hacemos son ritmos de nuestras raíces, que no tienen nada que ver con ese nombre, que suena a ingrediente de pastas", le gustaba aclarar.
Un estilo único
Por su manera increíble de tocar las timbaletas, ocupó durante seis décadas el trono de "El rey del timbal". Un título que defendió a lo largo de más de un centenar de discos y que revalidó con seis Grammy: su último premio lo ganó este año con su disco "Mambo Birdland", un homenaje al músico Charlie Parker.
Siempre fue intuitivo y visceral a la hora de interpretar su instrumento. Puente no procedía de una familia de músicos. La única referencia de su niñez es un tío que tocaba un violín desafinado.
Su madre vio en el pequeño Tito Puente una inclinación musical y lo mandó a estudiar piano a los 7 años. Después se volcó a la batería y a los 12 se interpuso en el camino el timbal. "Me enteré que una orquesta de mi barrio necesitaba un timbalero y me presenté. La síncopa era muy diferente, pero aprendí tocando. Y acá me ves", contaba sobre sus inicios.
Al principio lo miraban raro. Tenía la piel blanca y el corazón negro. "Los mejores músicos son de color. Por eso, cuando empecé me miraban con recelo, porque pensaban que un blanco no podía tener ritmo. Pero cuando tocaba les tenía que decir que se apartaran porque no podían frenar mi música, chico", evocaba.
A mediados de la década del cuarenta se decidió a estudiar seriamente dirección musical y orquestación en la prestigiosa academia Juilliard. Sin embargo, el músico que acompañó a legendarias cantantes cubanas como La Lupe afirmaba: "El estilo que toco no se puede aprender en los libros. La música que hago se aprende en las calles y en los escenarios. Esa es la diferencia con algún músico europeo o americano. No se trata sólo de cómo agito mis palillos, sino del tumbao del contrabajo y del son de la orquesta. Esa es la clave, y nosotros la tenemos".
Puente se codeó con la escena jazzera del be bop, que empezaba a interesarse en los ritmos latinos, y vivió la explosión del mambo en Nueva York, a fines de los 40, donde fue protagonista de noches memorables en el legendario local Palladium y en el que se presentaría con su propia orquesta Los Picadilly Boys. Pero no era nostálgico de esos años. "Ahora me gusta que la gente ponga atención a mi orquesta y no sólo que estén con sus tragos y se pongan a bailar sin saber que escuchan", decía el percusionista.
Percusionista singular
El neoyorquino, de padres portorriqueños, despegó del mundo jazzero y saltó al panorama mundial con temas como "Pa´ los rumberos" y "Oye como va", que se convirtió en uno de los himnos setentistas del guitarrista Santana.
Cada vez que le preguntaban por la vigencia de la canción, que seguía siendo el caballito de batalla del guitarrista mexicano, Tito Puente bromeaba: "Cada vez que el toca mi tema me dan un lindo cheque de regalías".
Su hijo Tito Puente Jr. también hizo su propia versión del tema recientemente con un sonido más noventa y no tan latino, que su padre no dudo en aprobar, aunque no tuvo el impacto esperado en el mercado discográfico.
El músico también se dio el lujo de incursionar en el cine en la película "Los reyes del mambo", protagonizada por Antonio Banderas, donde evocaban los años dorados de la orquestas de mambo y donde maravillaba con su corta pero intensa participación musical.
En el último tiempo, una arritmia obligó al "rey del timbal" a cancelar su esperado concierto con la Orquesta Sinfónica de Puerto Rico. Fue uno de los sueños postergados del músico y arreglador. El otro deseo lo había confesado en su última visita a Buenos Aires, en el 1997. "Para el 2000 quiero tocar con mi orquesta en la Luna. No pienses que estoy loco, es en serio. Y lo voy a hacer. Después de eso cuelgo los palillos", vaticinó.
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