Títeres desde el Este
La búlgara Antoaneta Madjarova desnuda su arte
Radicada en el país desde hace ocho años, la artista dirige el grupo Kukla, que se presentará con "Cuentos de la fantasía", en Liberarte.
Antoaneta Madjarova parece el nombre de alguna excelsa gimnasta rusa, ganadora de olímpicas medallas de oro. No obstante esa primera y sonora impresión, la realidad descubre a una titiritera búlgara, radicada en la Argentina desde hace 8 años y egresada de la Facultad de Títeres de la Universidad Nacional de Teatro de la ciudad de Sofía, Bulgaria.
Menudas referencias para asignar a una persona de cuerpo delgado, rostro de expresión traviesa y fecunda locuacidad.
En su extensa trayectoria artística, Antoaneta Nikolova Madjarova (imposible resistir la tentación de poner su nombre completo) ha recorrido festivales internacionales desplegando la técnicas de la prestigiosa escuela búlgara. Sin embargo, ella aclara que "no hay tanta diferencia entre las técnicas búlgaras de manipulación y las otras. Los títeres han existido durante siglos y las técnicas son similares e incluso ahora existen combinaciones. La diferencia está puesta en la interpretación. Cuando yo digo que es la escuela búlgara, me refiero a que es un estudio específico de cuatro años en la Universidad de Sofía".
Los vientos de cambio que tiraron abajo el muro de Berlín la trajeron hasta estas tierras. "Me vine a la Argentina porque la situación en los ex países comunistas era insostenible. Luego de la caída del Muro, los cambios sociales que se produjeron convirtieron la situación en algo muy difícil de soportar."
Llegó al Río de la Plata con su hijo de, entonces, dos años, su marido y sus criaturas de ficción. "Mucha gente joven de Checoslovaquia, Rumania, Rusia, Polonia y demás hizo sus valijas y buscó refugio afuera" -cuenta Antoaneta mientras su expresión va pasando de la luz a la sombra-. Extraño mucho", agrega luego de un silencio cargado de significación, en un español que apenas insinúa un acento extranjero.
Pero sus espectáculos y su actividad docente la mantienen atareada.
-¿Algo de esa vivencia se traslada a tus historias de ficción?
- En los espectáculos para chicos no pongo nada de eso. Por el contrario, me conecto con mi mejor onda. Creo que cuando se trabaja para los niños hay que cargarse de inocencia. Incluso cuando en un espectáculo aparecen personajes "malos", son malos inocentes, porque todo es un juego de la imaginación. A pesar de que los títeres nacieron como un arte para adultos, ahora, la mayoría de las veces se dirige a los niños. Pero tengo muchas ganas de hacer algo para adultos y supongo que ahí sí van a aparecer mis vivencias personales de alguna manera.
Antoaneta se dedica más que nada a la interpretación y a la dirección. Sus muñecos, si bien son de fabricación artesanal, están hechos por otras personas. "Mi fuerte es la interpretación -afirma-. Aunque en los talleres enseño fabricación de muñecos, últimamente yo no me dedico a fabricar títeres."
-¿Cuál es tu estilo de interpretación?
-Busco crear con pocos elementos, tiendo a la síntesis. Mi exigencia, tanto conmigo misma como con mis alumnos y con los actores con los que trabajo, es ésa: de nada hacer un mundo. Trabajo mucho con elementos, con objetos, y nunca cargo un espectáculo con escenografía. Prefiero trabajar con una mesa, dos o tres disfraces y que esos elementos vayan mutando de acuerdo con las necesidades. Me parece que de esa forma estamos más cerca del mundo de los chicos, que son capaces de convertir una piedra en un auto o un palito en una embarcación.
-Vos sos egresada de una universidad en donde se brinda una formación integral, ¿creés posible que en la Argentina algún día haya algo similar?
-Creo que van a pasar algunos años para que la gente pueda empezar a caer en la cuenta de que esto es un arte, una profesión. Me parece que acá el arte de los títeres tiene que revivir. No es que no exista, pero se hace como un hobbie y de manera artesanal. Tampoco tiene apoyo económico de nadie. Para convertirse en algo masivo y académico es fundamental tener una escuela donde se dé formación. La escuela del Teatro San Martín es lo único, pero no tiene muchos cupos. Creo que debería ser más masivo.