Tiene un apellido muy famoso, vivió en España y volvió a la Argentina para cumplir su gran sueño
En una charla íntima con LA NACION, el actor Juan Luppi habló de las relaciones con su familia, el vínculo especial con su abuelo y los próximos proyectos que lo tienen como protagonista
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La familia de Juan Luppi es arte en todas sus formas. Hay desde actores de cine, televisión y teatro, hasta directores, bailarines del Teatro Colón y artistas plásticos. Su apellido tiene un peso importante, él lo sabe, lo entiende, pero elige darle un valor propio, distinto al que le dio su abuelo Federico o su padre Gustavo. Ese niño, que corría entre butacas y bambalinas y tiraba canicas en los sets de grabación, construyó su carrera actoral en la Argentina y también triunfó en España. En una charla íntima con LA NACION, el actor de 33 años habló de los prejuicios de ser “el nieto de”, recordó el día que Cris Morena lo vio en un pasillo y lo llamó para Verano del 98, repasó los próximos estrenos que lo tendrán en cartel y también el nuevo proyecto que tan entusiasmado lo tiene: su debut como director.
Para Juan ser actor fue un tema fuera de discusión. Nacido en Palermo, pasó sus primeros años de vida en Coghlan y desde pequeño vio, en primera fila, lo que significaba el mundo artístico. No se escondía debajo de un escritorio, sino que corría entre los decorados de los sets de grabación. Esa cercanía, ese “juego” hicieron que un día, hace 25 años, Cris Morena encontrara en él, el niño que buscaba para Verano del 98.
“No me daba cuenta de lo que estaba haciendo. Me pasó y empecé a laburar de actor”, le dijo Juan Luppi a LA NACION. En su caso, el hacer vino primero y el deseo llegó después. Pero, cuando le tocó experimentar lo que siempre vio como espectador, lejos de decepcionarse encontró algo que era, en su opinión, maravilloso. “Me fascinaba lo falsificable que era la realidad. Yo veía la novela con la credibilidad de un niño y pensaba que eran personajes, pero eran actores que tenían otra vida, y esa casa que sentía que conocía era un decorado de madera”.
La “segunda temporada” de la vida de Juan Luppi se grabó en España. En el 2001 se mudó allí con su familia. “En ese momento no era actor. Había tenido la experiencia, conocía y sabía que me gustaba. Le pedí a mi mamá que me llevara a hacer castings y me eligieron para ser Matías en Los Serrano. Pensé que era para algo chiquito y resultó ser una serie de televisión que tuvo mucho éxito y duró cinco años”, contó.
Ese fue el punto de inflexión, el momento en el que vio todas sus posibilidades y decidió, con los factores invertidos, dedicarse al arte. “También al venir de una familia de actores sentía que era posible. No era algo descabellado”, aseguró. Y es que sí, su árbol genealógico está lleno de artistas. Su abuelo Federico Luppi fue una reconocida figura del cine argentino, su padre Gustavo Luppi es actor y director y su hermano Antonio es bailarín del Teatro Colón. Del lado materno el linaje continúa. Su madre, Marina Olmi, es artista plástica y sus tíos son Boy Olmi y Carola Reyna.
El peso del apellido, el deseo de despegarse y cómo construyó su propio camino
Juan tiene un estrecho vínculo con los Olmi. “Somos una familia muy lúdica, nos juntamos a jugar mucho. Mi abuelo, si bien era abogado, hizo café concert antes de que existiera; tocaba el piano y hacía chistes y trasmitió mucho de eso a mi madre y a mi tío, que también llegó a mi generación”, rememoró.
El lado Luppi es distinto. “Mi abuelo era un actor más metódico, menos divertido, más estudioso y menos afectivo que los Olmi. Nada que ver con la relación que tengo con mi papá, que es súper cálida”, sostuvo. El vínculo con su abuelo tuvo que construirlo desde otro lado: “Él tenía una historia muy particular. Era un chico de campo muy sensible al que le gustaba el arte, que quedó huérfano siendo niño y se hizo cargo de sus hermanos. Se hizo mucho ‘sacando espinas como el cactus del desierto’ para defenderse. No desarrolló una personalidad muy afectiva, pero con los años aprendí a tener un buen vínculo con él desde el lado del teatro. De grande, me encontré con un abuelo interesante que hablaba de arte y teatro”.
No obstante, desde un primer momento juan separó lo personal de lo profesional. Si bien comentó que siempre se sintió apoyado y respetado por su familia, aseguró que para ser actor, no se formó en casa. En la mesa las cuestiones familiares y en los sets de grabación las laborales. Pero, a pesar de esta distinción que él siempre sostuvo, lo cierto es que su apellido tiene un peso importante en el mundo artístico y considerablemente difícil de erradicar.
“Si sentí un peso, como una expectativa en los demás, que me ponía como cierta exigencia. Mi abuelo, con todo lo polémico que fue, fue muy querido y también muy cuestionado en un montón de cosas. Sentía que no era gratis decir ‘hola, soy Juan Luppi’ y que me dijeran ‘sí, sé quién sos, sos nieto de Federico’. Había, en la mirada de los demás, un cierto prejuicio de ‘¿es tan buen actor como el abuelo?’; ‘¿tiene el mismo carácter?’. Lo he padecido un poco a eso. No me daba la libertad de ser verdaderamente libre, valga la redundancia”.
Si bien Juan considera que el apellido nunca le “abrió puertas” directamente, sí ayudó, quizás, a que un productor levantara la cabeza cuando llegaba a una audición con el curriculum en brazo. Pero, para él, eso venía de la mano de un cierto prejuicio. Sabe, entiende y es consciente de que ser un Luppi es un atractivo, pero paralelamente, se encargó de construir algo más y sobre todo, propio: “Yo soy juan, hago lo que me gusta hacer”.
La vuelta de España y un enamoramiento con la vida cultural argentina que lo impulsó a hacer carrera en el país
La carrera de Juan tomó vuelo propio desde temprano. El inesperado éxito de Los Serrano en España le dio la posibilidad de tirar todas las cartas sobre la mesa y elegir. “Después del colegio, me empecé a formar de otra manera, conocí a mi maestro, a los libros de Stanislavski y me cambió un poco la mentalidad. Eso que venía dado y hacía con cierta facilidad, pero sin pensarlo demasiado, se convirtió en otra cosa y dejó de ser un juego”, indicó. De hecho, tomó esa decisión: regresó a la Argentina y continuó, en su país natal, su formación actoral.
“Muchas veces me decían ‘¿por qué te volviste de España, que es el primer mundo y se cobra en euros?’. Es verdad, hay algo de la vida allá que es muy cómoda. Pero, a los 20, con la ambición y el hambre que tenía de ser actor, de formarme, de querer encontrar un camino en la vida, me crucé, en la Argentina, con una vida cultural que me pareció increíble. Era algo que nunca antes había conocido”, enfatizó.
Primero volvió por unos meses, hizo teatro, se metió en escuelas y experimentó todo lo que pudo y eso le alcanzó para abandonar el Viejo Continente: “Conocí en dos o tres meses algo que en España no había, gente joven, de mi edad, inteligente, formada, buena, con inquietudes, que hacía teatro independiente. Hubo algo de eso que me interesó mucho”.
Y de hecho, el joven artista encontró un lugar en la producción nacional, en eso que quería conocer y sobre todo vivir en carne propia. En televisión estuvo en Limbo (Star +), Golpe al corazón (Telefe) e hizo participaciones en Las Estrellas (eltrece) y en la primera temporada de Argentina, Tierra de Amor y Venganza (eltrece). En teatro formó parte de Mala Praxis, de Lisandro Fiks y Jauría dirigida por Nelson Valente. También se fue de gira de Toc Toc bajo la dirección de Lía Jelín y La noche del ángel, donde tuvo a su abuelo como director.
Si bien su nombre aparece en los elencos de varios otros contenidos de cine, televisión y teatro, ahora lo esperan nuevos proyectos. Por un lado, estrena Puan, de Maria Alché y Benjamín Naishtat protagonizada por Marcelo Subiotto y Leonardo Sbaraglia. También llega Paisaje, una película de Matías Rojo, que se grabó en Mendoza y que coprotagoniza con Ailín Salas. La misma cuenta, además, con la participación especial de Dady Brieva. Por último, tiene el film Los Impresentables, de Laszlo Papas: “Es una comedia ambientada en la Argentina de los años 70. Es un homenaje a las comedias italianas de Alberto Sordi y Vittorio Gassman, con un humor muy particular, divertido y de época”.
Pero, ahí no termina todo porque en 2024 hará su debut como director. Tiene planeado viajar a España para grabar un cortometraje que también escribió.
No obstante, así como le dio un enorme lugar a su carrera, Juan tampoco descuidó lo personal. En noviembre de 2020, en plena pandemia, se casó con Lucrecia Zunino. ¿Cómo se conocieron? En el lugar en el que empezó todo, ese donde él corría de pequeño entre butacas haciendo rechinar los pisos de madera mientras sentía el calor de las luces y escuchaba el cálido aplauso del público. El teatro.
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