Tiene 16 años, es de Córdoba y es la única argentina en una de las mejores escuelas de ballet del mundo
Abril Marcucci empezó a bailar el día que aprendió a caminar; en diálogo con LA NACION, rememoró su historia de película y contó cómo llegó a ser alumna de la Escuela de Ballet de la Ópera de París
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Abril Lucía Marcucci hizo su primer couru prácticamente en el mismo momento en el que dio sus primeros pasos. Fue en el estudio de danza de su madre en Villa Carlos Paz, Córdoba. Según la mujer, su hija empezó a bailar el día que aprendió a caminar. La ahora adolescente toma clases de ballet desde que tiene memoria y siempre soñó con estudiar “en la escuela donde hablan París”. Y, como suele decirse, los sueños están para cumplirse. Esta es una historia de sacrificio, constancia y de nunca dejar de insistir. En diálogo con LA NACION, desde Francia, la joven bailarina recapituló su vida casi de película y contó cómo, con solo 16 años, llegó a convertirse en la única argentina que estudia actualmente en la Escuela de Ballet de Ópera de París.
A 42 kilómetros de la ciudad de Córdoba, más precisamente en un estudio de ballet de Villa Carlos Paz, un padre y su hija se adueñan del salón de baile y se ríen de sus reflejos en el espejo, mientras inventan divertidas coreografías. Lentamente, las composiciones de Chopin y Tchaikovsky empiezan a incorporarse en el cuerpo de esa niña. Tal fue esta influencia que, cuando tenía nueve años, se cruzó con un video del ballet de la Ópera de París y le preguntó a su madre: “¿Se puede trabajar de eso?”. Fue ahí cuando se puso una meta: llegar a la cuna de la danza clásica, un sueño de muchos, pero una realidad de pocos. Hoy, ella entra en este selecto grupo.
Hasta los 15 años tomó clases de danza clásica con su madre, Sandra Racedo. Si bien reconoció que la exigencia era mayor por ser “la hija de la profesora”, aseguró que fue eso mismo lo que le permitió llegar al lugar donde está hoy.
“Yo admiro mucho a mi mamá, me emociona verla en la clase. Ella siempre me inspiró”, le dijo la adolescente a LA NACION, desde el otro lado del Atlántico. No obstante, admitió que, a diferencia de lo que la mayoría podría presuponer, fueron esas tardes en el estudio baile con su padre las que la llevaron a ser bailarina.
En 2022, la cordobesa se presentó del Prix de Lausanne, el certamen internacional de danza que se celebra anualmente en Lausana, Suiza. Gracias a su desempeño, recibió la oportunidad de continuar su formación en el lugar de su preferencia: Paris Opera Ballet School, Royal Ballet, John Cranko, Huston Ballet y Oslo Nation Academy of the Arts. No lo dudó y eligió “la escuela donde hablan París”.
Racedo, además de ser su madre, fue quien le dio clases desde que era pequeña y la acompañó en todo momento. “A los cinco años, cuando le hice su primer solo, me di cuenta de que no solo se movía, sino que al bailar, expresaba lo que sentía”, le dijo la profesora a LA NACION, desde Córdoba. “No tenía techo, pero en mi escuela y a mi lado, sí. Es contradictorio, pero era mi hija y llegó un punto en el que sentí, como mamá, que necesitaba enseñarle algo más. Si quería ser profesional, tenía que formarse con otra gente que no fuera yo”, reconoció.
Ese año, la joven bailarina se mudó, con una beca, a la ciudad brasileña de Goianas para estudiar en la escuela Basileu França y prepararse exclusivamente para la audición protocolar que sellaría su ingreso al instituto francés. Pero, los costos eran muy elevados y si bien la familia intentó por todos los medios conseguir el dinero para concretar el sueño, tuvo que decirle que no a la Ópera de París.
Pese a eso, no se rindió y aunque sabía que era poco probable que una oportunidad semejante se repitiera, decidió no darse por vencida y volver a intentarlo. Con su familia apoyándola desde Córdoba, decidió seguir formándose en Brasil. Si bien hay cosas que parecería que solo suceden en las películas, la historia de Abril podría considerarse tranquilamente como una, aunque, en su caso, es una realidad.
Por segundo año consecutivo fue seleccionada para participar del Prix de Lausanne, ya más experimentada y con otra mentalidad. Pese a que no ganó la competencia, fue prácticamente como si lo hubiera hecho: recibió 14 propuestas de beca y una vez más optó por su primer amor. “En ese momento pensé ‘realmente me quieren en la escuela, porque si no no me la hubiesen dado de vuelta’”, contó Abril.
Junto a su profesora de Brasil, Simone Malta, hablaron con la reconocida bailarina y docente del ballet francés, Élisabeth Platel, para explicarle la situación económica que afrontaba. Como ya estaban en Europa, les ofreció que viajaran a París para hacer la audición, un paso que no pudieron concretar la primera vez.
“Hice la audición, pasé y ahí la Ópera empezó a buscar sponsors para que yo pudiera cumplir la beca de estudio y lo consiguió. Ahora estoy acá”, recordó con una sonrisa y los ojos brillosos, llena de orgullo.
Una argentina suelta en París
Si bien para sus padres fue muy duro separarse aún más de ella, sabían que era una oportunidad única. ”Si ella vuela, yo vuelo con ella“, admitió su madre. En septiembre, la cordobesa armó las valijas y partió sola rumbo a Europa. “Desde el momento que me fui a Brasil me dije que tenía que ser adulta, porque el bailarín tiene que ser maduro desde muy joven, porque la vida va cambiando todo el tiempo. El día que me fui a París me cayó la ficha de que me estaba yendo a vivir a otro continente, iba a haber un mar entero de división entre mi familia y yo y nosotros somos muy unidos”, reconoció Marcucci.
Originalmente, ella pensó que su vida en Francia iba a consistir en comer croissants y hablar francés fluido, pero no fue tan así. Llegó y se encontró sola ante un idioma completamente desconocido. Pero, eso no la frenó. Hoy, a dos meses, ya se comunica con mucha más soltura y hasta se acostumbró a los sabores de la comida, que al principio le parecieron bastante extraños.
Actualmente, Abril es la única argentina que estudia en la Escuela de Ballet de la Ópera de París con una beca integral que cubre los estudios, su estadía, las comidas, mallas, puntas y mediapuntas. Con mucha humildad, sabe a la perfección cuál es el lugar que consiguió a base de su trabajo y sacrificio: “Realmente me quieren acá, porque si no no se hubiesen encargado de tanto. No me lo merezco; es un montón para una persona que vive en la Argentina y que nunca tuvo una ayuda como esta”.
La rutina de una bailarina en uno de los institutos de danza más prestigiosos del mundo es intensa y rigurosa. La despiertan a las 7, desayuna en el comedor y a las 8 toma clases virtuales en una escuela de la Argentina. A las 12 es el almuerzo y a las 13.30 arrancan las clases de danza. Tiene clásico, contemporáneo y Pas de deux; también otras asignaturas como anatomía de la danza y música. “Son exigentes, pero entienden al alumno. El trabajo es muy riguroso, porque es técnica francesa y no la tenía tan incorporada. Pero estoy bien, disfrutando el momento”, reflexionó.
Cada viernes, al término de las clases, Abril se va del internado y se sube al tren en la estación Chaussée d’Antin - La Fayette para bajar minutos después en Porte de Versailles. Allí se encuentra la casa de una familia que la hospeda los fines de semana.
El orgullo de una madre
“El valor y la valentía que tiene son increíbles. Es el orgullo de toda la familia, de una familia de artistas”, sostuvo emocionada Sandra. El papá de Abril es arquitecto y artista plástico, su hermano más grande estudia producción audiovisual y diseño gráfico y el del medio toca el piano está en la facultad de música. Lo que ella logró es lo máximo y le queda un camino largo. Cuando era chiquita decía ‘yo quiero ir a la escuela donde hablan París’. Y ahí está, cumplió su sueño”, sostuvo su madre.
Además, aseguró que su hija es una persona muy enfocada que quiere ser bailarina profesional y trabaja para cumplir sus objetivos. En solo dos meses en el Viejo Continente, ya recibió su primer contrato para bailar con la compañía de la Ópera de París, en la Ópera Garnier. Serán ocho funciones por las cuales recibirá un pequeño sueldo. Hoy, a sus 16 años, le puede responder a la niña de 9 que preguntó: “¿se puede vivir de eso?”. En su caso, la respuesta es “sí”. A futuro, en tanto, tendrá la posibilidad de audicionar para ser parte de la compañía.
Para Marcucci, bailar es una forma de agradecerle a todas las personas que la ayudaron a llegar al distinguido lugar que ocupa hoy. Baila para sus padres, para sus hermanos, para su profesora de danza contemporánea, Mariana Massera, quien pasó a convertirse en su tía del corazón, y para su profesora de Brasil, Simone Malta, quien la cuidó, y lo hace baila para ella misma, para agradecerse por no bajar los brazos, por su lucha y por haber cumplido su sueño.
“Hay estoy en la Ópera y hace un año eso era imposible. Todavía estoy luchando, porque no es fácil estar acá siendo extranjera. Tenés que insistir hasta que te mueras y siempre tener la humildad de entender que el otro puede ser mejor, y es bueno aprender de él. Lo que importa en la danza es luchar. De 10, son 3 que lo logran. Esas son personas especiales, que pasaron por cosas difíciles y tienen la humildad de seguir luchando a pesar de que ya lo lograron”.
Sin darse cuenta, Abril Marcucci terminó describiéndose a sí misma y dejó en claro por qué es la argentina que, con 16 años, llegó a la escuela de ballet “donde hablan París”.
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