The Night Of es un policial en el que el verdadero villano es el sistema judicial
La serie de HBO maneja muy bien los elementos característicos del género y muestra las falencias del sistema policial y jurídico de una ciudad cosmopolita
De lo que ofrece The Night Of –el ciclo que HBO emite los domingos, a las 22 y puede seguirse también en su plataforma streaming HBOGo– uno podría quedarse solamente con la manera en que se maneja la realización los elementos característicos del policial de intriga. Y la evaluación sería bastante buena. Hay un suceso que aparentemente es un hecho criminal, el misterio de cómo ocurrió y quién es el asesino. Hay un sospechoso sobre el que recaen a primera vista todas las evidencias, pero como están dadas las cosas lo que se espera es ver cómo el relato mostrará finalmente su inocencia. Todo esto ocurre a través de una narración cuya estructura dramática envuelve al espectador y capta su interés mediante una sucesión muy bien dispuesta de situaciones intrigantes.
Sin embargo no es lo único que tiene a su favor The Night Of. Su factor diferencial es lo que muestra sobre la manera en que funcionan las instituciones encargadas de defender la justicia en una ciudad cosmopolita, en este caso Nueva York. Su escape del lugar común es justamente mostrar, sin intenciones acusatorias, cómo funciona en la realidad este sistema, "el sistema". El relato pone en pantalla una dinámica en la que interactúan prejuicios raciales, condiciones laborales, intereses políticos y usos y costumbres de todo tipo, a través de una anécdota en particular y con recursos narrativos que hacen foco en los detalles que resaltan el enjambre de factores que alimentan la problemática de un sistema esencialmente ineficiente y corrupto.
Naz es un joven de origen paquistaní que vive en Queens con sus padres y su hermano. Su forma de vida, sana y familiar, lo hace aparentemente bastante inexperto acerca de costumbres vinculadas al consumo de drogas, alcohol o experiencias sexuales desprejuiciadas. Una noche, unos amigos lo convencen de que vaya a una fiesta electrónica en Manhattan. Él se lleva sin permiso el taxi con el que trabaja su padre y en camino a la fiesta es seducido por una joven muy atractiva, que tiene algo extraño emocionalmente. Ambos terminan teniendo sexo en casa de la chica, consumiendo drogas de diseño y alcohol. Cuando Naz despierta encuentra a su compañera brutalmente asesinada a cuchilladas. Trata de escapar. Una patrulla lo detiene por manejar alcoholizado. De allí en más todo es una pesadilla en la que se potencian los hechos circunstanciales que lo convierten en el mayor sospechoso, su origen étnico y la rutina policial en la que predominan varios intereses que no necesariamente tienen vinculación con descubrir la verdad de lo ocurrido. Ésta justamente es la máxima que mueve el accionar del abogado que interpreta John Turturro –papel que en el inicio del proyecto iba a encarar James Gandolfini y luego de su fallecimiento se lo habían ofrecido a Robert De Niro –. El letrado se entera de casualidad del caso de Naz y se ofrece a defenderlo, actitud que esconde otro misterio que se irá develando con el correr de los capítulos.
Más allá de lo interesante de la historia, del buen diseño de los guiones y las actuaciones, la labor de dirección también es destacable. Con el uso de un registro virado hacia las tonalidades frías y la elección de locaciones que muestran una Nueva York menos luminosa, más proletaria, que la que muestra el centro de Manhattan. Por otro lado el manejo de cámaras, la focalización y el manejo del tiempo en ciertas escenas destacan una rutina policial rígida, mecánica y mañosa y no necesitan más que de ciertos detalles para expresar un ambiente dantesco. Elementos que aportan a un producto de una calidad superior a la media.
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