Teodoro Fels, el héroe castigado
La popularidad en tiempos delos próceres
El entusiasmo por la aviación en el Río de la Plata comenzó en 1910 cuando un grupo de pilotos franceses e italianos realizó demostraciones de vuelo en Villa Lugano y El Palomar. En el caso de Teodoro Fels venía soñando con los aviones desde el día que los conoció durante un viaje a Europa. A nuestro héroe le tocó hacer la colimba en el Regimiento 1° de Ingenieros, cuyo comandante era el general Enrique Mosconi, también simpatizante de la aviación.
Pocos días después de cumplir los 21 años, en mayo de 1912, el conscripto Fels rindió el examen de piloto civil. Para aprobarlo debía despegar, hacer cinco ochos en el aire, aterrizar, volver a despegar, otra vez cinco ochos y aterrizar. Nuestro héroe fue aprobado con la mejor calificación. Era casi un trámite, ya que antes había volado muchas veces, pero sin los papeles. Con la mayoría de edad podía acceder al registro de aviador. Se convirtió en el más joven en obtenerlo. Le correspondió el número 11.
Era el tiempo de las hazañas aéreas y Fels quería cumplir una: volar desde Buenos Aires hasta Montevideo, unir las dos capitales, sin escalas. La idea lo obsesionaba hasta que un día se conoció una noticia que lo inquietó. Jorge Newbery había volado de Buenos Aires a Colonia. Fue el 23 de noviembre, siempre de 1912. El pionero partió de El Palomar, sobrevoló San Isidro, encaró el Río de la Plata y, luego de 37 minutos de vuelo, aterrizó en la Barra de San Juan, cerca de Colonia.
El joven aviador comprendió que su instructor Newbery le había tomado la prueba de los ochos estaba a un paso de arrebatarle la gloria: si había cruzado el Río de la Plata hasta Colonia, era evidente que el próximo desafío sería unir las capitales. Por ese motivo, Fels resolvió hacerlo antes, aun sin permiso.
El 1° de diciembre, a las 5 de la mañana, llegó a El Palomar con dos amigos, Carlos Borcosque y Juan F. Zuanich. El día previo había comprado aceite de castor en una farmacia y unas latas de nafta (se las vendieron en un estacionamiento que había en Cangallo Perón, ahora y Callao). Entre los tres se ingeniaron para llevar el avión del hangar a la pista. Fels tomó vuelo, avanzó hacia Dock Sud, cruzó el Río de la Plata y arribó a Montevideo luego de dos horas con 20 minutos. Aterrizó en Carrasco, donde hoy se encuentra el aeropuerto internacional.
La audacia de Fels se celebró en ambas orillas. Voló de regreso al día siguiente, bajó en Ensenada y tomó el tren en La Plata. Al arribar a Constitución fue ovacionado por un multitud. Pasó por el diario La Prensa y luego fue a la nacion, donde lo aguardaban su madre y sus hermanas. En la redacción brindaron con champagne.
Era un héroe. Pero Mosconi, apegado a las normas, lo castigó "por ausentarse del país sin pedir permiso". Debía cumplir un arresto. Sin embargo, el presidente Sáenz Peña lo indultó y lo ascendió. En pocas horas, el conscripto Fels se convirtió en cabo. Menos mal. Porque lo mejor que puede pasarle a un piloto es que lo asciendan.
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