La tragedia de su compañero la marcó y todo un país la lloró ante su repentina muerte a los 46 años: Gabriela Gili, la actriz de la mirada única
Nació en Wheelwright, una localidad del sur de Santa Fe, y gracias a su talento en la pantalla chica se volvió famosa en todo el país; su vínculo con Levrino, su amor con Bebán y su talento para cualquier personaje
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Quienes la amaban porque su calidez era especial y ella muy querida, solían definirla como un “Hada” por su belleza y por considerarla un ser más que singular con sus fantásticos encantos. Pero también, sencilla como era, como toda su familia, respondía al cariñoso y popular apodo de “Cuca”.
María del Valle Gili -luego artísticamente Gabriela Gili- nació un 23 de enero de 1945 en la ciudad de Wheelwright, en el sur santafesino, pueblo que creció en primera instancia con la inmigración de ciudadanos galeses e ingleses, y luego franceses, españoles, italianos y del este europeo. Cuando empezó primer grado sus padres se trasladaron a la populosa San Martín porque su papá era jefe de correos. Pero extrañaba la simpleza del campo, el aroma a tierra húmeda cuando llovía y correr con los perros hasta el árbol más lejano.
Al llegar a Buenos Aires de a poco descubrió la magia del cine y no se perdía un radioteatro. En todos los actos de la escuela primaria y el secundario era número puesto como protagonista principal. Le fascinaba bailar y cantar como Lolita Torres y se vestía especialmente con polleras y blusas que la actriz usaba en la época para imitarla. Terminó capacitándose en el Conservatorio de Arte Dramático. Sus inquietudes no solo eran artísticas: también fue una apasionada por la psicología y soñaba con ser maestra. La oportunidad de entrar al mundo de la televisión le llegó de la mano del reconocido director Edgardo Borda, y la rubia que enamoraba al público con su sola aparición no desperdició la oportunidad.
A nivel internacional sentía fascinación por el actor Tony Curtis y por su mirada profunda de ojos celestes, justo ella que los tenía tono cielo, igual que sus dos grandes compañeros. Uno de ellos, Rodolfo Bebán –la llamaba cariñosamente Gaby-, con quien vivió hasta el día de su inesperada muerte. Con él tuvo tres hijos: Facundo, Daniela y Pedro, y una relación que duró 18 años. Y otro enorme co equiper, esta vez en la telenovela Un mundo de veinte asientos, Claudio Levrino (fallecido de manera trágica). Así, en 1978, ella interpretaba a la angelical Victoria y simulaba ser la mucama de una familia adinerada. Él era un colectivero de la línea 60. La química actoral brotaba.
El amor con Bebán
A Bebán lo conoció antes, para protagonizar Malevo, otra novela súper exitosa. Por ese entonces Gabriela estaba en pareja con Walter Murúa, fruto de esa relación había nacido Leonardo, su primer hijo. Pero el vínculo no pasaba por un buen momento y terminaron separándose. Mientras tanto, Gili y Bebán encantaban a los espectadores en la pantalla de Canal 9. Y, también, fuera del set, la química entre ambos se multiplicaba. El romance traspasó las cámaras y la pareja se convirtió en la más buscada por cronistas de espectáculos.
Luego del éxito de aquella novela que unía las vidas de un chofer de la línea 60 y una mucama que en realidad era una “niña bien”, en el verano de 1980, la dupla Gili-Levrino se encontró para cenar con sus respectivas parejas, nada menos que Cristina del Valle y Rodolfo Bebán. Mientras transcurría la charla entre los cuatro, Gabriela advirtió que a Cristina algo le pasaba y le preguntó cómo se sentía. La actriz le respondió “ahora mejor”, pero agregó que estaba enojada porque Claudio le había comentado que había comprado un arma por la sensación de inseguridad que se vivía. Gili se sorprendió y mostró su preocupación por la decisión de su colega y amigo.
Horas después, de manera accidental e impredecible, Levrino se disparó mientras sostenía la pistola dentro de su auto. Permaneció dos días en agonía y falleció.
El dolor provocó angustia y conmoción no solo en el público, porque era muy querido y respetado, sino también en el ambiente artístico por su profesionalidad y nobleza. Su partida dejó sin que se pudieran concretar sueños y futuros espectáculos, ya que se proyectaba otra tira y también una película junto a Gabriela Gili, ambos como protagonistas, gracias al éxito descomunal de Un mundo de veinte asientos.
Por ese entonces ya había preocupación por situaciones de tristeza que vivía Gabriela Gili, que luchaba para superar, siempre con el apoyo incondicional, la ayuda y contención de su familia y de especialistas. Lo ocurrido con Claudio Levrino le había dejado sus marcas.
Si bien para la actriz su carrera no era todo porque vivía pendiente de cómo se encontraban cada uno de sus seres queridos, en especial sus hijos, se preocupaba, quizás en demasía, cada vez que su trayectoria sufría algún parate, a veces lógico, como le ocurre a todos los artistas.
No se quedó quieta, pidió ayuda médica y también en lo referente a lo artístico comenzó a escribir textos y también temas musicales que, creativa y ocurrente como era, hasta se animaba a interpretar.
Estrellita, esa pobre campesina: su inicio al éxito
Venía de mucho trabajo desde su debut en la telenovela Estrellita, esa pobre campesina, junto a Germán Kraus y Marta González. Después vendrían Yo compro a esta mujer, Una vida para amarte, Así en la villa como en el cielo, Así amaban los héroes, Esta mujer es mía, Una luz en la ciudad, Cacho de la esquina, No hace falta quererte, El Gato, El cuarteador, Daniel y Cecilia, Un día 32 en San Telmo, Crecer con Papá, Amar al salvaje, El camionero y la dama, Historia de un trepador…
La merma de trabajo luego de tantos éxitos fue una alerta para ella. Sus últimas actuaciones ocurrieron casi a fines de los 80 cuando pudo hacer apariciones en Pasiones, la novela con Grecia Colmenares y Raúl Taibo.
Los desconsuelos volvían a rondar su vida y su salud se vio resentida y empezó a desmejorar notablemente. Así, el 29 de diciembre de 1991, con apenas 46 años sufrió una crisis cardíaca en su casa de San Isidro: fue socorrida por la emergencia médica, pero no resistió. Murió mientras la trasladaban al hospital.
El actor Rodolfo Bebán, su marido, quien hacía un culto de su vida privada, aguardó muchos años por respeto para hablar de ella: “Fue empeorando de a poco pero durante un largo tiempo. Me dolía mucho por nuestros hijos porque eran chicos y la amaban de manera especial. Fue una madre ejemplar y única. Todos la sentíamos como un ángel. Fue el gran amor de mi vida”.
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