Zona de riesgo: la ficción argentina que cruzó los límites y dividió a la sociedad con una impensada escena de amor
Treinta años atrás, la serie protagonizada por Rodolfo Ranni y Gerardo Romano irrumpió en pantalla con cambios que muchos no estaban dispuestos a admitir; gracias a historias en donde se mezclaba con la realidad, la creación de Jorge Maestro y Sergio Vainman marcó un hito en la TV local
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Con una premisa original que nunca se cumplió y un nombre creado por accidente, Zona de riesgo dejó su sello en la historia de la pantalla chica argentina al presentar el primer beso entre dos hombres de la televisión local, lo que generó una reacción inédita en parte de la audiencia. Sin embargo, la innovadora ficción fue mucho más que un escándalo y logró cautivar a millones de espectadores con grandes actuaciones temáticas crudas.
Entre marzo y abril de 1992, luego de poco más de un año de haber asumido como gerente de programación de lo que se conocía por ese entonces como Canal Trece, Hugo Di Guglielmo logró consolidar la fórmula que marcaría el éxito de la señal en la década del 90. Mientras que Telefe era el líder indiscutido apelando a ser “el canal de la familia”, la emisora de la calle Lima apostó por productos de calidad que buscan un público no masivo.
Tras instalar un nuevo logo, de líneas más modernas con el número 13 formado por una serie de tabletas metálicas sobre fondo azul, y el eslogan “muy bueno”, Di Guglielmo y su equipo debieron encontrar la forma de cumplir con esa expectativa. “En el primer año, estuvimos muy concentrados en reorganizar el canal. Y la pantalla, si bien tuvo programas de calidad, no tuvo homogeneidad ni una personalidad clara. Cometimos el viejo error de adoptar un eslogan sin aún tener un producto que lo sustentara. El logotipo, si bien era mucho más moderno, resultó frío y nos cargó con una imagen de distancia con el público que luego nos llevó mucho tiempo remontar”, escribiría años después en su autobiografía profesional Vivir del aire.
Sin embargo, para comienzos de 1992 finalmente la programación de la emisora tenía su propia personalidad y su público gracias a propuestas como 360 Todo para Ver con Julián Weich, Celeste con Andrea Del Boca y Gustavo Bermúdez, FAX con Nicolás Repetto y La Banda del Golden Rocket, con Diego Torres, Fabián Vena, Adrián Suar y Araceli Gonzalez, entre otros productos.
Tanto para Canal Trece como para el resto de las señales, eran los tiempos del “horario de protección al menor”, en la que las 22 horas marcaba un cambio rotundo de lo que se esperaba que estuviese frente a la TV. Con la confianza de una oferta más limitada de la que se vive hoy con la oferta del streaming, los canales de aire se atrevían a unitarios como Estado civil, Atreverse o Tiempo Final.
Con la idea de crear algo distinto para ese público, Di Guglielmo le encargó a Jorge Maestro y Sergio Vainman que pensaran un ciclo para los martes a la noche que atrajera a los adultos. La idea que le llevaron fue atípica para la pantalla chica local: una historia diferente en cada trimestre, cada una con un género distinto, pero siempre con el mismo elenco, que encabezarían los eficaces Rodolfo Ranni y Gerardo Romano bajo la dirección de actores de Alberto Ure.
La idea de la dupla autoral, a quien hoy sin dudas le cabría el título de”showrunners”, era comenzar con un drama, seguir con una comedia y terminar con un policial. La primera miniserie se iba a llamar Contra viento y marea, pero la amenaza de posibles problemas de copyright con el tema de Marilina Ross desalentó a los ejecutivos de Canal Trece, quienes esperaban que acercaran otra opción.
De acuerdo a lo que cuentan los mismos guiones en su libro 36 años de historias, las grabaciones del programa avanzaban sin tener título, hasta que el jefe de promociones los encerró en un pasillo del canal y les suplicó: “Por favor, chicos, necesito un nombre porque estoy en una zona de riesgo…”. Estaba todo dicho.
El impacto de un beso
Zona de riesgo se estrenó en marzo de 1992 con la historia de dos hombres que peleaban por el puesto de director general de una empresa, uno adicto al trabajo y otro adicto a la cocaína. La segunda historia se llamaría “Atendidas por sus dueños”, una comedia de enredos situada en un local de lencería fina, en donde una pareja gay resolvería los problemas de sus clientas.
Pero el éxito del drama fue tal que el título y el género no se cambiarían. De hecho, Felipe Sola, quien por ese entonces estaba al frente del ministerio de Agricultura, escribió una carta al canal porque creía que la historia en pantalla, que mencionaba el uso de pesticidas, no reflejaba la realidad, confundiendo una vez más realidad y ficción.
La segunda miniserie abordó la temática de la infidelidad y el HIV, con gran impacto y manteniendo un rasgo de la idea original: Ranni y Romano eran los protagonistas pero esta vez como una pareja gay. Fueron ellos, de hecho, quienes protagonizaron el primer beso televisado de dos hombres en el contexto de un drama.
“Era la primera vez que se trataba seriamente una relación homosexual. Porque hasta ese momento eso sólo se veía en La Tuerca. En el beso no sentimos nada en especial, aunque me han gritado ‘Chupe, chupe que es trabajo’. Salía del canal y los camioneros me decían: ‘Tano, ¡vos no!’. Cuando nos encontramos con Gerardo nos reímos mucho recordando esos días”, contó hace tiempo Ranni.
De hecho, cuando es consultado por esa escena, Romano suele bromear con que su compañero “tenía tuco en el bigote” pero ambos entienden el rol que jugó ese momento en una sociedad que recién comenzaba a aceptar la realidad diversa de la Argentina.
“El punto para mí que fue la primera historia de amor gay en ficción argentina. Siempre había una caricatura o se lo subestimaba o era un chongo con una maricota… Acá la propuesta fue hacer una historia tal como si hubiera sido entre heterosexuales pero con dos hombres”, dijo.
Para Maestro y Sergio Vainman “la premisa era, ante todo, respetar el género, que no es otra cosa que respetar al televidente. Incluir una pareja homosexual en un programa que hablaba de la discriminación y el HIV no cambiaba la esencia de la historia sino que la fortalecía, pero lo importante seguía siendo la historia y no la anécdota”.
Para Di Guglielmo la novedad también fue una de las razones para el éxito de la ficción: “A veces la sorpresa viene por el rol que se le da a actores conocidos en papeles inesperados. Las palmas en este rubro deberían ser para Maestro y Vainman, a quienes se les ocurre que Rodolfo Ranni y Gerardo Romano, dos prototipos del macho argentino, sean una pareja gay que, además, se dieron el primer beso entre hombres en la pantalla chica”.
Pero no todos festejaron el episodio: a la mañana siguiente del famoso beso, la ONG Fundación Argentina del Mañana logró reunir más de 7 mil firmas pidiendo el levantamiento del ciclo y el debate tomó tal estado público que los autores terminaron defendiendo su producto en Hora Clave en Canal 9, la competencia de Canal Trece.
La tercera historia del año habló de política y corrupción, generando una discusión pública que llegó a los diarios con cartas de lectores de diputados y senadores que se sentían personalmente atacados por la manera de presentar a la clase dirigente.
El éxito del programa y esas peculiares tres historias de trece episodios cada uno le permitió tener una segunda temporada, en donde volvieron a tocar distintos temas, siempre adultos y sin miedo a la controversia. Con sólidos guiones y buenas actuaciones, Zona de riesgo se mantiene en podio de las grandes ficciones nocturnas de los 90, junto con Verdad Consecuencia o Vulnerables.
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