La miniserie, con gran elenco y reconstrucción de época, recupera la figura del gran compositor, actor y director que sufrió los embates de la “grieta” tras el pedido de la pareja presidencial para realizar Mordisquito y asegurar su reelección en 1951, el año de fundación del canal, que enfrenta su privatización
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El silencio es sepulcral. La escena muestra al personaje de Enrique Santos Discépolo sentado en una mesa de bar, apesadumbrado. El grito de “¡corten!” hace estallar el aplauso ya no sólo por la estupenda interpretación del actor Daniel Casablanca, sino también porque se trata de la última toma que le tocó rodar para Mordisquito: a mí no me la vas a contar, la serie de seis episodios que recrea los últimos meses de vida del gran poeta, actor y director, autor de tangos como “Yira yira”, “Chorra”, “Esta noche me emborracho” y el imprescindible “Cambalache”.
“Es el Woody Allen argentino, habla de la gracia del fracaso, pero, además, es moderno, contemporáneo”, define Casablanca, acomodado en su camarín del histórico y vanguardista edificio de la Televisión Pública, el canal en el que se puede ver esta historia de ficción los martes, a las 22.30.
Mordisquito: a mí no me la vas a contar llega al aire en tiempos difíciles para la ficción nacional: hasta hoy, sólo había una en pantalla, Buenos Muchachos, de Canal 13. Es, además, la última gran apuesta de la actual conducción de la Televisión Pública. Y quizá sea la última de producción “estatal”, ya que el presidente electo Javier Milei anunció que Canal 7 será privatizado. Canal 7 ha sido la primera emisora de televisión argentina, fundada el 17 de octubre de 1951, justamente el año en el que transcurre la historia que toma como disparador aquellos monólogos que “Discepolín” decía en la radio.
“Es contar la historia argentina, algo muy movilizador y conmovedor. Mujeres como Tania lo llevan a pensar a él en el voto femenino, en esa lucha por conseguir un lugar”, explica Leticia Brédice, quien interpreta a la mencionada cancionista que fue esposa del poeta. El elenco se completa con Carlos Portaluppi -quien interpreta al secretario de medios del peronismo Raúl Apold-, María Ucedo, Enrique Dumont y David Masajnik.
La historia
En julio de 1951, Enrique Santos Discépolo fue convocado por Raúl Apold, un personaje infranqueable, para realizar una serie de monólogos para defender las políticas de Estado del justicialismo.
Aquellos espacios radiales lograron una gran injerencia en los oyentes. Allí Discépolo exhibía los logros de la presidencia de Juan Domingo Perón, y se enfrentaba con los sectores opuestos al gobierno. La serie muestra el proceso de creación de aquellos textos ensamblados con la vida personal de su autor.
“A comienzos de 1951, Enrique Santos Discépolo estaba en la cima de su carrera; dirigía el Teatro Nacional Cervantes -donde también dirigió Antígona Vélez, de Leopoldo Marechal-, protagonizaba la obra Blum y había estrenado la película El hincha, así que lo último que necesitaba era hacer estos monólogos, por eso mucha gente piensa que tomar este compromiso fue lo que, finalmente, lo mató”, argumenta Mariano Mucci, uno de los autores y director de la ficción, producida por RTA y la Biblioteca Nacional.
Ana Da Costa, también autora del material junto a Mucci y Santiago Larre, explica que “cuando Apold le plantea que va a revisar los monólogos antes de ser leídos en radio, Discépolo le dice ´usted haga lo quiera, pero yo voy a decir mi pensar´; por eso la columna se llama ´Pienso y digo lo que pienso´. Era su idea sobre un proyecto de país, ahí se enfrenta con los ´contreras´, que le hacían llegar discos rotos a la radio”.
También eran frecuentes los anónimos. Uno de ellos decía: “Te voy a estar mordiendo los talones” y fue firmado por un tal Mordisquito, que significó una inspiración para la creación del personaje. Para Enrique Santos Discépolo, la realización de los monólogos no fue una tarea sencilla. Desde ya, la dificultad no estaba en la escritura e interpretación, sino en todo aquello que le acarreó.
Si bien el pedido de realizar los monólogos radiales llegó de parte de Apold, lo cierto es que el deseo había nacido en Juan Domingo Perón y Eva Perón, ya que la pareja presidencial era muy cercana al notable escritor.
“Cuando recibe la convocatoria se pregunta ´¿será el destino el que me llama?´”, rememora Daniel Casablanca, quien agrega que “no era un ser de la política, sin embargo quedó atrapado por la política, ya que era muy querido por todo el mundo hasta que realizó aquellos monólogos que le van a producir el rechazo de mucha gente, algo que lo lleva a enfermarse y morir al mes de concretarse las elecciones en las que ganó Perón”.
Está claro que el concepto de “grieta” no se conocía como tal, aunque tal división social existía claramente. Santos Discépolo aceptó realizar aquel trabajo por el cariño que le tenía a la pareja presidencial, pero terminó envuelto en una confrontación que desconocía, ya que, a través de sus tangos y de sus trabajos como actor, dramaturgo y director era querido por una gran mayoría.
“Simpatizaba con el Movimiento ya que había tenido una infancia muy sufrida y notaba que, por primera vez, un gobierno se había acordado de los pobres. Por eso decía ´¿a mí no me la vas a contar?´, se refería a eso”, reflexiona Casablanca.
Rescate de la historia
Mordisquito: a mí no me la vas a contar permitió recuperar aquellos monólogos escritos por Discépolo para la radio y que luego eran publicados en la prensa gráfica. “Se trata de poner en valor el patrimonio, porque quedó muy poco de Mordisquito; de hecho, un equipo de investigadores de la Biblioteca Nacional recuperó dos monólogos más que eran desconocidos”. Aquellos escritos, 39 en total, se registraron entre octubre y noviembre de 1951.
Al invalorable trabajo de acopio de los investigadores de la Biblioteca Nacional, se sumó la consulta ineludible a ejemplares de diarios y revistas; la visualización del Noticiero Panamericano y el material fílmico aportado por el Archivo General de la Nación.
La recreación de época llevó al diseño de una escenografía que recreó aquellos espacios referenciales de comienzos de la década del cincuenta. La casa del matrimonio conformado por Enrique Santos Discépolo y Tania, bares de antaño y los estudios del edificio de Radio Nacional que aún funcionan en Maipú 555 fueron emulados en los sets de la TV Pública ubicados en Figueroa Alcorta y Tagle. La dirección de cámaras de este proyecto fue responsabilidad de Martín Russo, un destacado profesional del medio.
Ese trabajo de puesta en escena histórica también se ve plasmado en un vestuario muy preciso y peinados acordes al tiempo aquel. La máscara que logra Daniel Casablanca es muy precisa y desnuda un importante trabajo de investigación previo. Si la interioridad de Discépolo está impresa con notable fidelidad, el físico y su cadencia al hablar son verdaderos hallazgos logrados por el genial actor, integrante del imprescindible grupo Los Macocos, y que, además, lleva cinco años haciendo la pieza unipersonal Discepolín, fanático arlequín.
“Mi acercamiento en el teatro fue a través del clown y la Commedia dell’Arte, así que para la serie hubo que bajarlo, sobre todo en volumen, pero sin que quede anulado. Para la composición tomé mucho del Discépolo de la película Cuatro corazones, donde aparece claramente su personalidad, el perdedor”, explica Casablanca, quien remata con la frase tan esgrimida por el poeta: “¿Y cómo dice que le va? Me va muy bien, ¿o quiere que le cuente?”
Todos los involucrados en el proyecto reconocen que biografías de Discépolo como la escrita por Sergio Pujol fueron invalorables para llevar adelante el trabajo. La actriz Leticia Brédice, a la hora de acercarse a Tania, explica que “la miré mucho en YouTube y escuché un montón de discos; le quise quitar la cuestión más frívola de la noche y contar la historia de una mujer desesperadamente enamorada de su marido y muy vulnerable”.
En la serie también se desnuda el perfil más íntimo de los personajes. Un punto muy alto de la trama es aquel insulto que Tania le propina a Tita Merello cuando se entera que la intérprete de la película Mercado de Abasto y su pareja, Luis Sandrini, habían apadrinado en México a un hijo que Enrique Santos Discépolo tuvo con una mujer llamada Raquel Díaz de León. “Tengo adoración por Tita Merello y no podía insultarla desde mi personaje, no podía hacerlo, hasta que vino Mariano Mucci y me dijo ´Hacelo, tiene que ser una escena icónica de la televisión argentina´”, recuerda Brédice.
Así como aparece el enfrentamiento entre Tania y Tita Merello, la serie refleja el encono entre Enrique Santos y su hermano Armando, un notable dramaturgo, quienes estuvieron distanciados por tener ideas políticas enfrentadas.
Tratándose de Enrique Santos Discépolo, no podía faltar la música y la interpretación de algunos de los clásicos títulos de su repertorio. Esas joyas de la música popular argentina -reconocidas en buena parte del mundo- fueron seleccionadas en una curaduría realizada por Mavi Díaz e interpretadas, con versiones reformuladas, por figuras como Ariel Ardit, Dolores Solá, Sofía Viola, Alfredo Piro y Lidia Borda, entre otros artistas.
“Se trata de pensar en los artistas que hoy también piensan distinto; Discépolo le puso el pecho a eso, se jugó”, dicen antes de partir al set los autores Ana Da Costa y Mariano Mucci. Acercarse a Mordisquito. A mi no me la vas a contar es ir en busca de un tiempo del país que, en algunos aspectos, podría hacer pensar en el presente.
Enrique Santos Discépolo murió en la Navidad de 1951 pesando poco más de treinta kilos. Asediado. No entendía cómo se había divido su público. “Juan Domingo Perón decía que las elecciones se ganaban con el voto femenino y con Mordisquito. En uno de sus últimos monólogos, Enrique Santos Discépolo afirmó: ´Yo no lo inventé a Perón´”, finaliza Daniel Casablanca.
La última vez que el autor hizo su monólogo en radio, debió leerlo sentado. La salud ya no lo acompañaba. Se terminaba su tiempo, pero su obra quedaría para siempre.
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