‘Westworld’
HBO - Dos estrellas y media
Cuando HBO lanzó el tráiler de la tercera temporada de Westworld, la reacción fue casi infernal. Ay, ¡cómo se emocionó la gente con el tráiler!, porque, claro: los trailers están diseñados para eso. Son herramientas de venta, incluso películas y series malísimas pueden venderse en ese formato de manera efectiva. Pero lo que vuelve fascinante la reacción en este caso fue por qué la gente se excitó tanto. No era solo que prometiera secuencias de acción impresionantes, tecnología futurista cool, ni caras nuevas por doquier (¡Aaron Paul! ¡Lena Waithe! ¿¡¿¡Marshawn Lynch!?!?). Era, además, la promesa de una serie completamente diferente respecto de lo que Westworld nos había dado durante dos temporadas.
La gente no quería ver que su serie de televisión preferida volvía exactamente como la recordaban; querían ver cómo sus piezas individuales, muchas de ellas sobresalientes, se rearmaban de una forma poco reconocible. Incluso bajo la idea general de la "esperanza" –ver una serie que todavía no alcanzó su potencial-, el fenómeno parecía nuevo. La gente que aguantó las primeras temporadas más desparejas de Parks and Recreation o Star Trek: The Next Generation recibió la recompensa de versiones cada vez mejores de los programas que ya venían viendo. Pero yo conocí muy poca gente que quisiera que Jonathan Nolan y Lisa Joy, creadores de Westworld, les ofreciera una mera versión mejorada de las aventuras del parque temático homicida de las primeras dos temporadas.
Eso es porque muy pocas series de la historia reciente han despilfarrado tanto potencial y tantos recursos como Westworld. Con un elenco increíble y un presupuesto de producción aparentemente infinito, Nolan y Joy podrían haber armado casi cualquier historia que tuviera una mínima conexión con la película de los setenta en la que se basa el programa. Pero, en general, se limitaron a usar esos impresionantes recursos al servicio de tonterías complicadas, privilegiando la sorpresa por sobre la caracterización, e incluso por sobre las preguntas filosóficas mayores de Westworld acerca de la naturaleza de la existencia y el libre albedrío. La Temporada Dos en particular parecía menos interesada en contar una historia que en ser más inteligente que los seguidores de Reddit que trataban de anticipar cuál sería el momento crucial de cada personaje de la Temporada Uno apenas el personaje en cuestión hacía su primera aparición.
Los creadores parecen ser conscientes de que dejaron que la fascinación por la lógica de los spoilers dominara el relato, y durante el verano prometieron: "Esta temporada es un poco menos un juego de adivinanzas". Si considerás comentarios auto-reflexivos como este, y le sumás un cambio de locación debido a que los robots Dolores (Evan Rachel Wood) y Bernard (Jeffrey Wright) abandonaron el parque al final de la temporada anterior, y finalmente las caras nuevas que se agregan al equipo, como Paul (recién salido de El Camino), Vincent Cassel, y Tommy Flanagan de Sons of Anarchy, entonces podías tener la idea de que el programa haría un borrón y cuenta nueva como difícilmente se hubiera visto en una serie de su talla. Incluso caí yo, que había escrito algo contra el programa luego del final de la Segunda Temporada.
La Temporada Tres empieza, es cierto, casi como un programa nuevo, uno que incorpora los puntos fuertes de las primeras dos temporadas, y evita la mayoría de las partes más auto-indulgentes. Tras un prólogo que muestra a Dolores impartiéndole justicia kármica a uno de los muchos hombres poderosos que abusó de ella cuando era anfitriona en el parque, conocemos a Caleb (Paul), un ex militar luchando por reajustarse a la vida de civil, especialmente en un futuro en el que todo está controlado por algoritmos. De algún modo, es una inversión de papeles considerando cómo Dolores y otros anfitriones debían someterse a los crueles caprichos de los huéspedes humanos; aunque estos primeros episodios muestran que el uno por ciento del Uno Por Ciento vive mejor que nunca, en esta plácida distopía que les construyeron sus computadoras.
Por sus años en la piel de Jesse Pinkman, sabemos que Paul puede actuar angustia y alienación con mucha efectividad. Caleb es casi instantáneamente más convincente que cualquier otro personaje humano de temporadas anteriores –aunque, ahora que escribo esta frase, me doy cuenta de que perdí la cuenta de qué humanos finalmente resultaron serlo y cuáles, como Bernard, eran robots cuyas verdaderas identidades permanecían ocultas, tanto para ellos como para nosotros–. Además, la construcción de mundos en este futuro puede ser absolutamente deslumbrante. El primer capítulo tiene la melancolía que es habitual en el programa, pero es atractivo emocionalmente, de un modo que la serie intentó sólo un par de veces en su historia. Cuando el trabajo ocasional de Caleb como criminal freelance en una app estilo Uber se cruza con los planes de Dolores para destruir la humanidad, parece como si Nolan y Joy hubieran logrado la imposible reinvención que prometía el tráiler.
Pero, más temprano que tarde, la nueva Westworld empieza a comportarse cada vez más como la vieja Westworld.
En el segundo episodio, la acción regresa al parque, donde Maeve sigue tratando de encontrar a la hija que enviaron a una suerte de cielo digital. Es una sección que no hemos visto antes –War World, un parque temático sobre la Segunda Guerra Mundial, con nazis e italianos corriendo y disparando por todos lados–, pero de todos modo se siente como un retroceso. Maeve rechaza todas las fantasías cinematográficas que se despliegan a su alrededor –"Nada importa", dice, "porque nada es real"– de una forma que podría leerse como un comentario sobre la premisa del propio programa en sus primeras dos temporadas. Pero al poco tiempo, la pregunta acerca de qué es lo que está pasando en realidad y qué no se vuelve central para la temporada, en la que diferentes variaciones de "esto no es real" reemplazan la pregunta recurrente de la temporada anterior: "¿Esto es en el presente?". Nadie parece saber qué es realidad y qué una simulación, incluyendo a algunos de los ricachones que disfrutan de un mundo en el que Dolores o Caleb satisfacen sus caprichos.
Cuestionar la naturaleza de la realidad es algo acorde a los temas previos de la serie, pero una vez más, aquí consiste en reemplazar un rompecabezas por otro, esta vez mayor. Todas las escenas podrían ser una simulación. De todos los personajes puede en algún momento revelarse que fueron robots desde siempre, o ser transformados en robots. Como dice Maeve, no importa nada, porque nada parece real. Obviamente, ninguna historia con un guión es fundamentalmente real, pero la mayoría de las buenas historias intentan ofrecer elementos que parezcan lo suficientemente reales como para que la audiencia se involucre; una suspensión voluntaria de la barrera entre la ficción y la realidad. Westworld no necesita eso para tejer sus argumentos filosóficos, ni para plantar sus sorpresas en la trama. Como resultado, todo se ve muy lindo, pero se siente hueco.
La declaración de sus creadores, de que esta temporada sería "un poco menos un juego de adivinanzas" es adecuada, al menos en cuanto a lo de "un poco" menos. Se esconden muchos datos, y se los guarda para un momento en el que su revelación golpee más fuerte. Pero en el proceso, limitan diferentes arcos narrativos y desarrollos de personajes. En la temporada pasada, Bernard había puesto temporariamente la mente de Dolores en una copia robot de Charlote Hale (Tessa Thompson), la ejecutiva de Delos, antes de que Dolores finalmente volviera a su propia piel sintética. Pero el bot de Charlotte sigue dando vueltas, y gran parte de esta tercera temporada muestra a la impostora padeciendo el peso emocional de vivir la vida de otro. El problema es que el programa no nos cuenta quién es la nueva falsa Charlotte, porque se lo está guardando para una revelación posterior. Así que, por más buena que sea Thompson –quizás sea la primera vez que Nolan y Joy saben lo que hacer con ella–, todas sus escenas están limitadas por el hecho de que no tenemos la menor idea de a quién estamos viendo.
La nueva temporada sin dudas tiene sus momentos, y la idea de que Maeve y Dolores tengan objetivos tan contrapuestos es intrigante. Pero en el fondo, Westworld sigue siendo Westworld. Como le dice Dolores a Caleb: "Pensé que tu mundo sería tan diferente del mío. Pero no hay ninguna diferencia".
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