Vero Zumalacárregui anticipa lo nuevo de Me voy a comer el mundo, en medio de la pandemia de coronavirus
Las bacanales romanas en honor a Dionisio donde se bebía sin límites, La última cena inmortalizada por Leonardo Da Vinci, los desbordes del Pantagruel de Rabelais. El arte dio cuenta de la importancia del pan y el vino como un modo de inmortalizar la idiosincrasia de los pueblos y sus vaivenes políticos, sociales y culturales. Cada siglo puede ser contado a través de los modos en los que la humanidad se vinculó con la comida. Sigue sucediendo. "Lo que se come revela datos históricos de un país", afirma Vero Zumalacárregui, la popular conductora de Me voy a comer el mundo, el programa más exitoso de El Gourmet, la señal internacional dedicada al universo gastronómico que está celebrando sus primeros veinte años de existencia.
Con ese foco como norte de su programación, esta noche, a las 22, el canal pondrá en el aire una nueva temporada del programa con un episodio estreno, grabado íntegramente en Uruguay. No es la primera vez que la periodista española se acerca al Río de la Plata, su paso por Buenos Aires fue todo un suceso: "La estructura edilicia de Montevideo te hace sentir que estás en un sitio distinto, pero en cuestiones gastronómicas, como la pasión por la carne, hay similitudes con Buenos Aires. Sin embargo, el mate se toma diferente en ambos países. En Argentina, en forma de reunión o en el trabajo. En cambio, en Uruguay, lo experimenté distinto, busqué el mito del uruguayo que camina por la calle con el mate debajo del brazo. Argentinos y uruguayos tienen sus matices", reconoce la incansable Zumalacárregui, que ya visitó más de 30 países, entre los que se incluyen Rusia, Japón, Estados Unidos y Francia.
Latinoamérica es uno de sus destinos favoritos, por eso, con la cámara de su programa, recorrió Brasil, México, Perú, Colombia, Chile y Argentina, siendo Uruguay el próximo destino del que podrán disfrutar los millones de televidentes que admiran sus formas desenfadadas y entradoras. La gastronomía urbana de Montevideo y Punta del Este, y la posibilidad de visitar un haras, viñedos y olivas para tener un contacto preciso con la vida rural del país, serán algunas de las propuestas de este capítulo estreno al que se sumará, en pocas semanas, otro inédito rodado en San Sebastián. "Yo siempre digo que la gastronomía es una excusa para conocer la cultura y la identidad de una nación. Que en Corea del Sur se coman perros tiene que ver con que ese país pasó épocas de hambrunas en las que la gente tuvo que recurrir al perro como alimento. El mate, en Uruguay, tiene que ver con raíces prehispánicas", señala Zumalacárregui.
La madrileña es una estudiosa de los usos y costumbres de cada lugar que visita, otorgándole, en el buceo por tradiciones históricas y el presente, un verdadero valor antropológico a su trabajo: "Visitamos las casas particulares y eso, no solo nos permite conocer qué tienes en la heladera, sino cómo son las casas, si se come en el suelo como en Tokio o, como en Vietnam, ante las fotos de los antepasados difuntos a los que les cambian la comida cada día".
-Tu abordaje permite encontrar la valía de lo cotidiano.
-A mí me encanta recorrer los mercados del mundo, porque eso te da muchísima información sobre la idiosincrasia de ese país. Uno puede deducir aspectos de la vida de esa gente: si sus habitantes son madrugadores o no, si son generosos o no, si se trata de un lugar caro o barato, si son afables o más introvertidos.
-Me voy a comer el mundo transita iconos turísticos, pero el adentrarse en la vida cotidiana es un valor agregado muy poderoso del formato. Involucrarte en la vida de la gente es un hallazgo del programa.
-Ese es el diferencial de Me voy a comer el mundo con respecto a otros programas de viajes o de gastronomía. Es la extrapolación de mi forma de viajar.
-¿Cómo se define ese modo de andar?
-Comencé a viajar desde muy joven. Me gastaba mis ahorros en viajes. Y lo hacía buscando una manera genuina. Si me voy a París, no voy a ir solo a la Torre Eiffel o a Champs Élysées, lo que quiero es mezclarme con la gente. Desde pequeña, contactaba con amigos de amigos de amigos, o un pariente lejano, para poder estar con la gente local. Eso se ve en el programa, mezclo mi manera de viajar con mi trabajo como periodista a través de la comida que es una cosa muy fácil.
-La comida vincula.
-En todas partes del mundo es motivo de unión o celebración. Lo festivo siempre tiene lugar en torno a la comida.
Espíritu incansable
"A los 14 años, cuando la mayoría mandaba a sus hijos a Inglaterra durante el verano, yo preferí que mis padres no contratasen una agencia. Localicé a un primo gallego de un amigo de mis padres que había emigrado. Así que, en lugar de ir a una residencia de estudiantes, me fui a una casa particular. Conviví con ellos durante un mes. Ya, un poco más grande, viajaba con mis novios o amigas", explica esta mujer adicta a los viajes y a los sabores exquisitos, pero no rebuscados. Siempre dispuesta a encontrarse con lo nuevo, curiosa por naturaleza, también desarrolló su vocación periodística en medios como el Huffington Post o El País de España.
-Libre e independiente podrían ser muy buenos calificativos para explicarte.
-Me has descripto muy bien. Poseo un gran mundo interior, pero también soy muy sociable. Tengo muchos amigos y muy buenos. Se dice que los buenos amigos se cuentan con los dedos de una mano, pero, en mi caso, no es así: tengo muchos muy buenos amigos. Y también soy muy familiar. Aunque viaje mucho, estoy con mi familia permanentemente.
-¿Cuándo parás?
-Si bien soy inquieta, también tengo mis ratos para enraizarme un poco a través del yoga o la meditación. En medio del caos, mantengo mis propias rutinas que hacen no volverme loca, aunque un poco loca estoy, de toda la vida. Pero no estoy desquiciada.
-Es necesaria cierta dosis de todo eso. Es un buen ingrediente para la receta.
-Está bien visto decir que una persona es normal, pero cuando escucho eso pienso en lo aburrida que debe ser. Lo normal es súper aburrido. Yo me salgo de la media. Siempre me llamó la atención la gente con algo distinto, son los que me hacen ver el mundo con otra perspectiva.
-¿Cuál es el rasgo que te aparta de la media?
-Soy muy espontánea y bastante segura de mí misma, con lo cual no me afecta lo que el otro pueda pensar. Creo que es muy fácil leerme porque soy expresiva y tengo una gran capacidad para mimetizarme con todo tipo de gente, de cualquier grado intelectual o edad.
-De hecho, en cada episodio de tu programa, se te puede ver realizando alguna actividad cotidiana del lugar que visitas.
-En Argentina, me he atrevido a bailar zamba y a tomar mate. En Uruguay, estuve en las famosas llamadas y bailé. Me desenvuelvo en cualquier situación.
-Me voy a comer el mundo es el formato de mayor audiencia en una señal que cumple veinte años. No es poco mérito.
–Espero que esto del coronavirus pase rápido, porque, seguramente, habrá celebraciones en México y en Argentina en las que me gustaría participar. Estoy muy contenta con la repercusión del programa, lo siguen mucho en toda Latinoamérica, por eso, gran parte de mi corazón está allí.
-A partir de la pandemia que azota al planeta, ¿qué sucederá con la grabación de los próximos viajes?
-Teníamos rodaje dentro de diez días y, obviamente, está cancelado. Todo esto paraliza, en gran medida, la producción de Me voy a comer el mundo. Esperemos que lo podamos retomar pronto. En este tiempo intermedio, intentaré pensar otras cosas. Ya tengo algunas ideas para apoyar el sector de la gastronomía en España, porque el turismo es muy importante para nosotros y se verá muy debilitado. Intentaré poner mi granito de arena en la televisión, si es posible, porque aún no sabemos cómo se reactivará la industria. De hecho, ahora debería estar rodando algo para El País.
-¿Tenés miedo? ¿Cómo es tu vida en un Madrid bloqueado?
-Mira, estoy alucinando porque yo jamás me quedo quieta, no paro nunca. No paro ni cuando viajo ni cuando estoy en Madrid, porque me gusta salir, me encanta la vida de mi ciudad. Lógicamente, estoy preocupada por la gente que está muriendo y las consecuencias económicas que esto va a traer para mi país. En lo personal, el estar encerrada en casa, lo estoy llevando muy bien. Me sorprende. Creo que debe ser por la capacidad de adaptación que tengo, como me sucede en los viajes. Además, estoy en una casa grande, tengo mi máquina de correr porque no puedo estar un solo día sin hacer ejercicio porque me volvería loca, salgo a mi jardín... Mi situación es bastante cómoda.
Amores
-Para una persona que juega de local en todo el mundo, que viaja con tanta regularidad, ¿es complejo formalizar una pareja?
-Para mí, no es tan descabellado. Nadie se lo cuestionaría a una azafata o a un piloto de avión porque son actividades más cotidianas. Si te organizás bien, no hay problemas. Claro que la persona que esté a mi lado tiene que ser segura de sí misma.
-¿Estás en pareja?
-No, ahora mismo no tengo un "churri". Lo he tenido, lo cual quiere decir que no es incompatible con este trabajo.
-Si te menciono merluza a la romana y tortilla de patatas, ¿qué se dibuja en tus retinas?
-Son los platos que me hacen mis padres cuando vengo a verles luego de un viaje. Tengo mis antojos y ellos me los cumplen.
-Además, tu padre es familiar del creador de la tortilla de patatas.
-Sí, fue el General Zumalacárregui. Cuenta la historia que este general iba de aldea en aldea durante las Guerras Carlistas, en el siglo XlX, y comía lo que le ofrecían las mujeres humildes que conseguían sus alimentos de sus propios animales, como las gallinas, o del huerto hogareño. Pero, cansado de los huevos y las patatas fritas que le daban, tuvo la idea de mezclar estos componentes y así surgió uno de los platos bandera de España.
-¿Qué vínculo tenía el General Zumalacárregui con tu padre?
-Es un vínculo indirecto porque aquel general solo tuvo hijas, no sabemos exactamente cuántas generaciones hay entre la mía y la del general.
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