Una voz en el teléfono: anécdotas y secretos detrás de la gran telenovela de Alberto Migré
Pasaron 30 años y todavía muchos recuerdan la historia de amor de Lautaro Lamas (Raúl Taibo) y Ana Oromi (Carolina Papaleo), los protagonistas de ese culebrón de la vieja escuela que fue Una voz en el teléfono. La telenovela de Alberto Migré comenzó a emitirse por Canal 9, el 24 de septiembre de 1990, y fue tanto su éxito que el autor debió escribir el doble de capítulos de los pautados originalmente.
Basada en el radio teatro 0597 da ocupado, que en los años 50 hicieron también con mucho éxito Hilda Bernard y Fernando Ciro, Una voz... hizo picos de rating de 40 puntos, un número improbable en estos tiempos, especialmente si se tiene en cuenta que su franja iba de las 18 a las 19, bastante lejos de eso que hoy llamamos prime time. La ficción -que se alzó con el Martín Fierro a mejor telenovela, contó con la producción de Mario Santa Cruz y Claudio Paz, y la dirección fue de Jorge Montero-, consagró a Raúl Taibo como galán, al tiempo que sirvió de puntapié definitivo para la carrera de Carolina Papaleo como protagonista. La cortina musical escrita e interpretada por Paz Martínez ("Una lágrima sobre el teléfono"), en tanto, se convirtió en un clásico para los amantes del género.
La trama se centraba en Lautaro Lamas (Taibo), un famoso compositor, que sufre una tragedia cuando su esposa muere de manera inesperada. En su casa convive con su pequeña hija, su padre Guido Lamas (Duilio Marzio), y su cuñada Nené (Alejandra Darín), secretamente enamorada de él. Deprimido, Lautaro empieza a beber de manera desmedida. Con la ayuda de su familia, sale adelante e inicia una relación con Nélida Guzmán (Adriana Salonia), su vecina. Ana Oromi (Papaleo) está internada en un reformatorio, acusada de un crimen que no cometió. Un día toma el lugar de la telefonista y la línea se liga con un llamado de Lautaro, comenzando así una particular y romántica historia de amor. El elenco estaba formado también por Elizabeth Killian, Laura Novoa, Anahí Martella, Lisandro Carret, Victoria Carreras, Vita Escardó, Adriana Gardiazábal, Ivo Cutzarida, Alfredo Iglesias, Miguel Jordán, Daniel Lemes, Susana Ortíz, Dora Prince, Mabel Pessen, Marcelo Olivero Taibo, René Bertrand, Rita Terranova, Lorena Bredeston y Carlos Mena, entre otros.
"Lo atábamos todo con alambre"
"Para mí fue una bisagra, aunque ya había hecho Ella contra mí, con Gustavo Garzón, la remake de Rolando Rivas taxista. Creo que ahí me vio Migré y quiso que hiciera la novela. Y yo me enamoré de él. De chica miraba todas sus novelas pero una cosa es verlo del otro lado de la pantalla y otra muy distinta, hacer sus textos", cuenta Carolina Papaleo a LA NACION. "Me acuerdo que me llamó Mario Bovcon [un directivo de Canal 9], porque armó la novela con Migré y no con Alejandro Romay. Entonces estaba en su oficina, y de repente se abrió la puerta y entró Taibo. No te puedo explicar lo que era eso. Era como si hubiese entrado un sol que te encandila. Llevaba un saco de corderoy finito color beige. Buenmozo como pocos he visto en la vida. Y pensé: ‘Ay, dios mío, cómo voy a hacer para trabajar con este hombre, y no enamorarme’. Pero después, como me sucede siempre que hago de pareja de alguien en las novelas, pasan a ser primos hermanos lejanos", bromea.
"Sé que muchos creen que Raúl y yo salimos, y nosotros nos reímos porque sabemos perfectamente que no fue así. Nos seguimos tratando hasta el día de hoy, y ese es el indicativo más firme de que nunca salimos [Risas]. Es muy gracioso porque me acuerdo con detalle de algunas cosas y en cambio Raúl no registró nada; ni él se acuerda de cómo iba vestido él", asegura la actriz, que por entonces tenía 21 años.
La actriz remarca también los permisos que solía tomarse Migré al momento de escribir sus libretos, y lo mucho que disfrutaba de esas sorpresas y de la posibilidad de aportar su creatividad al texto. "Alberto escribía que el personaje de Raúl tenía sueños con mi personaje, y me imaginaba de diferentes maneras. Una vez, inventé una novia robótica y me puse un aerosol que era para el pelo y tóxico para la piel, y aparecí toda plateada; otra, fui una novia con portaligas y también más romántica, con peluca rosa. Todas cosas que me compraba yo. En ese momento, atábamos todo con alambre", señala.
Evidantemente, la posibilidad de protagonizar una novela tan exitosa, con un autor tan prestigioso y junto a un compañero con el que tenía buena química incentivaba a la jovencísima Papaleo a hacer mucho más de lo estrictamente requerido: "Cuando mi personaje salía del reformatorio por buena conducta y visita a Lautaro Lamas, me di cuenta de que en el canal se usaban las mismas vajillas para todas las producciones y cada patita del tenedor miraba para un lado distinto. ¡Y él era un músico famoso! Entonces, en los 45 minutos de almuerzo, me fui a la casa de mi mamá [la también actriz Irma Roy], que vivía cerca, agarré un bolso, un manta y le robé las copas de cristal, los cubiertos de plata y todo el juego de vajilla. Despacito, para que no se rompiera nada, me volví al canal en taxi y usamos esa vajilla para grabar la escena".
"Los camarines ardían en esa época"
"Había dejado de trabajar en ATC y Romay me llamó para que volviera a Canal 9 con esta novela. Siempre fue un proyecto muy propio, no sé si por las reuniones con Romay o por la familiaridad que tenía en el canal, porque había trabajado en los 70 como asistente de cámara en Nuevediario, así que conocía a todos en el canal", recuerda Taibo, quien ya venía dando algunos pasos como galán de telenovelas pero se consagró definitivamente con Una voz en el teléfono.
"Era un proyecto angelado porque la historia era hermosa y porque se logró una escenografía fantástica, con muchos tiros de cámara. Y había muchos hijos de actores, además de Carolina y yo: Laura Novoa, René Bertrand, mi hermano, Lisandro Carret. Me sentía en casa porque volvía a trabajar en el canal desde otro lugar, y con muchas más posibilidades de participar de la historia".
Taibo dice que de inmediato encontró complicidad en Papaleo, y que eso ayudó a que ambos se comprometieran de lleno con el proyecto: "Los dos éramos muy explosivos, pero siempre con mucho respeto y mucha onda. Caro es mi memoria. Cada vez que tengo que hablar de esta novela la llamo a ella porque se acuerda de todo, hasta de los diálogos. Es impresionante. Además, el amor que quedó entre nosotros, la confianza. Fue hermoso hacer esa novela".
"Me acuerdo mucho de un momento en que la novela iba a terminar y decidieron alargarla medio año más, por el éxito. Propusimos hacer exteriores, para darle más aire y paisajes, y por eso se resolvió hacer la luna de miel en Bariloche. No había muchas escenas escritas y Alberto tuvo que empezar a crearlas", explica. "Viajamos con un equipo muy reducido. La pasamos bárbaro y laburamos muchísimo. Eso le dio un lindo aire a todo el final. Fue un esfuerzo y un ejercicio de confianza. Y muy divertido. También me acuerdo mucho de situaciones en los camarines sobre todo. Los camarines ardían en esa época", rememora con picardía.
"Migré se quejaba de mí en los primeros meses"
Adriana Salonia fue la contrafigura de Papaleo en Una voz en el teléfono. "Hay hitos en mi vida profesional que no olvido. Por ejemplo, en cine es La noche de los lápices, y en televisión Socorro 5º año y después Una voz en el teléfono", subraya la actriz. "Recuerdo que hacíamos escenas de diez páginas. Migré venía a las grabaciones a chequear que dijeramos cada palabra, cada coma y cada punto, y respetar su puntuación que era muy particular. Incluso, a veces, hasta recitábamos algún poema en una escena. Era muy amoroso, pero recuerdo que al principio yo no le gustaba".
Salonia cuenta que fue elegida por Romay y Mario Bovcon, sin hacer casting. "Necesitaban una contrafigura rubia y mala, y María del Carmen Valenzuela no quiso o no pudo hacerla, y entonces pensaron en mí. Fue un desafío absoluto: hacer un Migré fue un aprendizaje acelerado en tiempo record. Siempre dije que si pasaba esos tres meses de renovación de contrato, aprendía a hacer televisión, con otro código, otra manera de hablar. Sé que Migré se quejaba de mí en los primeros meses, porque me lo contó él mismo. En eso era muy simpático", apunta.
En ese sentido, Salonia recuerda que Taibo también fue un gran compañero: "Para Migré, eran muy importantes los tiempos y las pausas. Y a mí las pausas siempre me costaron, pero Taibo era un maestro en eso. Recuerdo que me decía: ‘Voy a hacer una pausa, no hables. Respirá y después, cuando llegue tu momento, hablá. Pero tranquilizate’. Esa es una de las cosas que más aprendí en esa novela, que las pausas dramáticas son muy importantes".
"Con Raúl y Carolina éramos tres capricornianos... ¡Pobrecito el director! Volví a trabajar con Montero hace poco en Heidi bienvenida a casa y fue una maravilla reencontrarme con ese director que me vio dar mis primeros pasos y me tuvo una gran paciencia. Esos vínculos son para toda la vida. Adriana Gardiazábal hacía de mi mamá y había sido Miss Argentina; mientras grabábamos la novela, se casó mi hermana y Adriana me prestó una capa de plumas que había usado ella cuando ganó el certamen", dice como muestra de la camaradería que se respiraba en el set.
"Quedamos muy amigos con todo el elenco"
En la novela, que casualmente tenía a muchos hijos de famosos en su elenco, estuvo Lisandro Carret, hijo del Pato Carret. "Para mí fue todo nuevo, mi primera telenovela. Trabajaba con mi papá desde los 4 años pero en programas infantiles y bajo su ala. Cuando me enteré que Migré buscaba chicos que supieran tocar la guitarra y hacer magia, fui a dejar un curriculum pero con nombre falso, porque no quería que supieran que era el hijo del Pato Carret: quería probarme y tener un papel por mis propios méritos", señala.
El actor y conductor recuerda que fue convocado al casting y que fue elegido para ser uno de los chicos de La colmena, el reformatorio en el que estaba el personaje de Papaleo. "Recuerdo que Migré llamó a mi papá para preguntarle por qué no le había dicho que le mandaba a su hijo. Y mi papá le contestó: ‘Yo no lo mandé, se mandó solo’. Yo iba a un colegio con doble escolaridad y había repetido, no quería seguir ahí. Mi sueño era trabajar como actor y no ser técnico electrónico. Al principio mi viejo no me perdonó ese engaño pero, al ver la novela y escuchar cómo hablaban de mi trabajo, se le cayó la baba y todo terminó bien en casa", rememora.
"Migré era una persona increíble, un caballero, un padre que me daba consejos y a cada personaje le escribía notas en los guiones. Un ser irrepetible, que ponía el corazón y elegía hasta la música en cada frase. A Caro le escribía en los libretos: asoma lágrima, cae lágrima. Y Carolina manejaba eso como nadie. Fue una novela espectacular y quedamos muy amigos con todo el elenco", finaliza Carret al recordar al prolífico autor, que murió en 2006.
LA NACION se comunicó con uno de sus colaboradores más cercanos, Víctor Agú, para hablar sobre el trabajo de Migré en Una voz en el teléfono. "La novela tuvo 177 capítulos. Iba a durar seis meses y, debido al éxito se prolongó. Yo trabajé durante muchos años con Alberto pero no específicamente en Una voz en el teléfono. Sin embargo, nos reuníamos en la quinta de él, desde el viernes hasta el domingo, y charlábamos sobre puntos de giro o situaciones a generar en la trama. Estuve muy cerca de él durante todo el proceso de escritura", asegura el heredero del escritor.
"Recuerdo que se daban vuelcos interesantes y se disparaban conflictos inquietantes porque había que sostener muchos capítulos. Los domingos, Alberto trabajaba toda la noche parar entregar el capítulo del lunes a tiempo; a veces tenía uno adelantado, pero había días que al actor le llegaba el texto el mismo día de grabación. Hasta ha llegado a mandar un capítulo en bloques con una moto del canal", recuerda Agú. "A fines del 2018 hicimos una versión en radio protagonizado por Nora Cárpena, que hacia los relatos. Obviamente la hicimos de época porque hoy, con el identificador de llamados, no se podría hacer esa historia. No sería creíble".
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