TV y nostalgia: cómo fue el primer episodio de Gasoleros y algunas curiosidades
Hace veinte años, Pol-ka estrenó en la pantalla de Canal 13 una tira cuya fórmula fue la antifórmula. Con un romance central entre dos adultos, el eje puesto en la lucha diaria por poner un plato de comida en la mesa y una impronta costumbrista muy alejada de los culebrones de teléfono blanco, Gasoleros cambió las reglas del juego en la televisión.
¿Cuáles fueron las claves de este éxito que terminó de consagrar a Adrián Suar como productor y se convirtió en un nuevo clásico de la pantalla chica? Recurrimos al archivo para analizar con quirúrgica precisión el primer episodio de esta ficción que acompañó, durante dos años, la cena de más de un millón de argentinos.
Taxis versus colectivos
Muy lejos de la batalla contra Uber, Gasoleros presentaba una rivalidad mucho más clásica: la de taxistas contra colectiveros. En la primera escena, la acción transcurre en el taller de Héctor Panigassi ( Juan Leyrado ), un mecánico que se dedica a arreglar colectivos junto a Bonzo ( Pablo Rago ), una suerte de hijo adoptivo. Su mejor amigo es Tucho ( Dady Brieva ), un chofer que se toma su trabajo con humor, aunque eso no lo priva de renegar frente al intenso tránsito de Buenos Aires. El mundo de Panigassi lo completan su hermana Isabel ( Cecilia Milone ), una joven estudiante que está a pasos de recibirse de médica, y su hijo Darío (Matías Santoianni), un adolescente que abandonó los estudios sin decírselo a su padre, y que confía en que representando a una banda de rock barrial podrá ganarse el pan.
"Como la quiero pero qué brava es". De esa forma Vikingo (Alejandor Fiore) se refiere a Roxi ( Mercedes Morán ), su jefa y coprotagonista de la historia. Ella es la quintaesencia de una buscavidas: dueña de una pequeñísima flota de taxis, se las ingenia a diario para mantener a su familia trabajando en ese rubro y vendiendo una infinidad de pequeños artículos chinos que puedan significarle unos pesitos más. Roxi es la madre de Alejo ( Nicolás Cabré ) y vive con su marido Jorge (Manuel Callau), un escritor frustrado que parece más su segundo hijo que su pareja. Su mejor amiga, Felicidad (María Fiorentino), es su cómplice de fierro y principal confidente.
El vínculo de Roxi y Panigassi empezará cuando, luego de una pelea entre sus hijos, ellos deban sacarlos de la cárcel. De esa manera el adalid de los colectiveros quedará flechado ante la jefa de taxis, y ambos comenzarán una historia de amor "prohibido" frente a una realidad económica que no da tregua.
Pequeños descubrimientos que enaltecieron la ficción
En 1998, la idea de poner una tira en el horario de las 21 era una decisión audaz. Esa franja "descubierta" por Alejandro Romay en Canal 9, había brindado éxitos del calibre de Dulce Ana, Más allá del horizonte y Por siempre mujercitas, y el resto de los canales pronto eligieron ese ampliado prime time como principal vidriera de sus productos. Por ese motivo, Canal 13 decidió hacer su propia apuesta con Gasoleros, y obtuvo mejores resultados de lo esperado.
Su elemento más novedoso fue presentar un romance entre dos cuarentones cuya vida parecía ya realizada. Roxi y Panigassi no eran jóvenes y estaban muy lejos de la trillada fábula de dos personas de distintos estratos sociales que se cruzan inesperadamente y se enamoran; esos personajes rápidamente conquistaron a un público adulto que, hasta ese momento, no se veía representado en pantalla. De ese modo, la pareja le tomaba muchos cuerpos de distancia de otras historias de amor más "clásicas", como las presentadas en Verano del 98 o Muñeca Brava, las apuestas de Telefe de ese mismo año.
Por otra parte, la idea de hacer foco en la cotidianidad de un grupo de "laburantes" fue otra de las claves en el éxito. La consolidación de Pol-ka en Canal 13 marcó un quiebre en la forma de mirar la ficción del país, y luego de los éxitos de Poliladrón y Verdad consecuencia (dos originales reelaboraciones de clásicos géneros televisivos), el productor apostó por concentrarse en una pequeña historia del día a día.
El equipo de guionistas, con Gustavo Barrios y Ernesto Korovsky a la cabeza, comprendía que el atractivo no estaba en presentar a un mecánico estereotipado, sino en construirlo de manera honesta para que cualquier espectador pudiera verse reflejado en él. Y la galería de personajes que presentó Gasoleros a lo largo de sus dos temporadas dejó un ineludible legado, con alumnos más o menos aventajados como Ilusiones, Campeones de la vida, Los Roldán o Costumbres argentinas.
Veinte años no son nada
Reencontrarse hoy con el piloto de Gasoleros es un ejercicio de nostalgia que vale la pena realizar. Aunque los tiempos son otros, el dinamismo de las escenas sorprende y la multitud de historias permiten rever el capítulo de forma ágil. El episodio es un (televisivo) retrato de época, y da pistas de cómo la pantalla chica entendía a los argentinos de clase media y sus pequeñas luchas diarias hacia finales del siglo XX.
Y si bien hay muchos vicios televisivos propios de esa época (bloques extremadamente cortos, la plasticidad de los decorados, la estática puesta en escena), el primer episodio vuelve a enganchar como lo hizo el día original de su emisión, el 5 de enero de 1998.
Caras conocidas...
Gasoleros le permitió a muchos artistas conocidos escapar de sus casilleros obvios para encontrarse con papeles distintos. En esa categoría se encuentra, ante todo, Dady Brieva, que tuvo el primer gran paso de su camino actoral. El integrante de Midachi hasta ese momento era reconocido gracias al trío humorístico santafecino, pero con esta ficción pudo mostrar una faceta completamente diferente. El Tucho de Brieva tenía un encanto innegable, y la solidez del actor para interpretarlo le valió una extensa colaboración en Pol-ka, que incluso lo llevó a dos protagónicos con El Sodero de mi vida (2001) y Los secretos de papá (2004).
A Silvia Montanari, que interpretaba a la dueña del bodegón en el que transcurría buena parte de la historia, la alejó de la madre modelo de Son de Diez para encarnar a una mujer luchadora que tenía una difícil relación con la mayor de sus hijas. Y Pablo Rago, cuya fama de eterno "pendex" estalló con Amigos son los amigos, encontró un rol más adulto que le permitió, de una vez por todas, escapar del casillero de galán adolescente.
El músico Rubén Rada fue otras de las sorpresivas elecciones que, a pesar de no durar demasiado en la serie, le agregó un divertido condimento. Y por último, Manuel Callau, que compuso a un eterno y entrañable perdedor que se ganó rápidamente en cariño del público.
... Y otras por conocer
Otra de las fórmulas clave en Gasoleros -que, al día de hoy, es muy repetida en otras ficciones- tuvo que ver con presentar un elenco adulto y otro joven conviviendo en los libretos. Si bien el acento estaba puesto en Roxi y Panigassi, las historias protagonizadas por Bonzo, Sandra (Pamela Rodríguez), Alejo y Valeria (Melina Petriella) también sirvieron para enganchar a un público adolescente. De esa forma caras relativamente nuevas tuvieron su lugar y consolidaron su permanencia en la pantalla chica. Algunos ejemplos fueron Nicolás Pauls, Malena Solda, Matías Camisani (modelo que probaba suerte en la actuación), Nicolas Cabré y hasta Jimena Barón, que por entonces tenía apenas 10 años.
La frase
En el piloto, Panigassi se presenta como una persona de "pocas pulgas", de convicciones firmes y de ideales inquebrantables. La frase que mejor define al mecánico es la que le vocifera a Bonzo, cuando su amigo sugiere que manejar un taxi puede ser una fuente de trabajo viable en un país en crisis. "¡Una cosa es perder el laburo, y otras es perder la dignidad, no me hagás calentar! ¡Tenés que tener responsabilidad, sos un muchacho grande!", dice el personaje de Leyrado, muy iracundo.
Y es que Panigassi era, ante todo, un argentino "calentón", y ese era su rasgo más inmediato y, también, el que despertaba más rápida simpatía y empatía en la audiencia.
Top Five: curiosidades gasoleras
Una estructura extinguida. Gasoleros formó parte de las ficciones diarias que se prolongaban por más de un año. A lo largo de su recorrido, dividido en dos temporadas estrenadas en 1998 y 1999, tuvo un total de 464 episodios, una cantidad impensable hoy en día. En su segundo año, sin embargo, el éxito disminuyó levemente y Campeones de la vida -la otra propuesta de Pol-Ka, que se emitía a las 22- fue la sucesora en el favoritismo del público. Más allá de eso, los capítulos del 99 presentaron una gran incorporación: la de China Zorrilla como la madre de Roxi.
El latiguillo. A lo largo de su existencia, la ficción dejó un reguero de latiguillos y chistes recurrentes que no tardaron en incorporarse al lenguaje cotidiano de los argentinos. El (gran) chiste de Jorge saliendo del baño con sahumerio en mano, pasando por los diálogos de Tucho con su loro Sanguinetti y los tics de Bambi (Favio Posca) fueron aplaudidos por la hinchada Gasolera, pero sin lugar a dudas, Panigassi era el verdadero amo de las muletillas. Sus gestos habituales comprendían el frotarse el pecho en señal de angustia, describir incansablemente cómo aparecía en la portada del disco de Alta Tensión ("debajo de la T"), y rebautizar personajes y elementos ("la cajita alegre"), una y otra vez.
El dato. El 7 de enero de 1998, LA NACION publicó que el rating inaugural de la ficción fue de 19.3, una cifra que a pesar del bajo encendido de los televisores en el verano, no dejaba de ser "muy promisoria para la comedia". Ese mismo día, la tira de Pol- Ka tomaba distancia de su rival más directa, Ricos y famosos, que ya llevaba un año en pantalla y ostentaba un número de 17.1. A lo largo de 1998, el rating promedio de la tira iba a escalar progresivamente hasta los 25 puntos, una cifra fabulosa que, aunque lejos de los 50 que pocos años atrás hacían Amigos son los amigos o Grande pa!, ni la más exitosa de las series actuales puede llegar a igualar.
Los "chivos". Gasoleros ostenta uno de los méritos más curiosos en la televisión local: el de incluir la promoción de distintas marcas como las favoritas de los personajes. Que ellos bebieran un jugo equis o utilizaran un producto de limpieza concreto era algo muy poco común hasta ese momento. Pero su éxito, más allá de haber puesto a Leyrado y Morán como figuras de dos importantes supermercados, llevó a las agencias de publicidad a insertar sus anuncios dentro del universo de la tira. Esa práctica despertó algunas polémica, pero con el tiempo se volvió de lo más habitual y, sin ir más lejos, hoy puede verse en 100 días para enamorarse.
La fantasía del público. Leyrado y Morán compusieron una dupla que muchos hoy quisieran volver a ver en televisión. Cuando en Graduados ella tuvo una breve participación, la fantasía de una escena junto a él (que tenía un papel fijo) fue uno de los deseos más anhelados por parte del público. Y la química entre ambos fue tan poderosa que, en 2016, Mirtha Legrand se animó a preguntarle a la actriz si hubo entre ellos algo más que una sociedad artística. "No, fuimos dos compañeros extraordinarios, pero no podría hacer ni siquiera un chiste con eso porque estábamos los dos casados (…). Es muy típico que a una pareja de ficción le inventen eso", contestó Morán con firmeza.
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