TV argentina: del aire al cable y hacia el futuro a bordo del streaming
Hacemos un repaso por cómo cambió el panorama audiovisual argentino, desde el inicio de la pantalla chica hasta la actualidad
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En sus 70 años de historia la TV argentina evolucionó al ritmo que marcaron las instituciones públicas y las decisiones empresariales, unas y otras inseparables desde el comienzo. Cada cambio de gobierno desde 1951 en adelante modificó la forma y el contenido de la pantalla chica nacional. Y aun con esos cambios durante décadas la TV, desde el punto de vista de los espectadores, era una sola: a partir de los años sesenta los cinco canales de aire se disputaban la atención del público que había adoptado el medio como su principal fuente de entretenimiento e información. Pero entre los grandes cambios que marcaron su historia, la irrupción de la televisión por cable instaló un antes y un después en el medio audiovisual que se extiende hasta el presente. En pocos años la tecnología que se utilizaba para proveer televisión en zonas remotas a modo de repetidora de los canales de aire empezó a surgir como una alternativa al viejo modo de hacer y sobre todo de ver TV.
En los primeros años ochenta, dos proveedores, Cablevisión y VCC, se dividían las zonas geográficas y lentamente empezaban a atraer a sus suscriptores con una oferta de contenido que los diferenciaba de los canales tradicionales. Al acceso a señales internacionales y la ausencia de tandas publicitarias pronto se sumaron otras atractivos como los canales especializados en cine y deportes, dos de los elementos que mayor interés generaban en el público durante los albores del cable en la Argentina. La idea de una programación segmentada por temáticas y sin las limitaciones de horarios de transmisión que tenían los canales de aire permitieron un notable crecimiento del número de abonados que hacia principios de los noventa superaba los dos millones.
Atentos a las posibilidades de un negocio en expansión que se mostraba como uno de los más robustos de Latinoamérica, las empresas de TV paga de mitad de los años noventa, VCC, Cablevisión y Multicanal, crecían gracias a una programación que combinaba acceso a contenido internacional con canales como HBO Olé y producciones nacionales atentas a la segmentación temática que empezaba a darle forma a la TV del futuro. Así aparecían señales nacionales como Cablín, TYC Sports y El canal de la mujer y llegaba la revolución que protagonizaron desde 1993 los canales de noticias con CVN (Cablevisión Noticias) y TN a la cabeza. Con el modelo de CNN como guía, la idea de contar con una señal con 24 horas de noticias significó un punto de inflexión para la TV paga local que se extendió a otro tipo de contenidos. De los canales de música como MTV, lanzado en la Argentina en su versión latina en 1993, a los de contenido infantil, los de cine y los de series, durante la década del 90 todos adoptaron la idea de una programación continua que prometía entretenimiento las 24 horas del día y la posibilidad de que el espectador no se perdiera nada de lo que ofrecían. Esas promesas de omnipresencia e ilusión de acceso total fueron las semillas para la cultura del contenido OnDemand y el bingewatching que distinguen hoy a las plataformas de streaming.
De hecho, el protagonismo que tienen las series hoy para esos servicios se construyó gracias al interés que generó en ellas la TV por cable. A diferencia de lo que sucedía históricamente en los canales abiertos, las señales dedicadas a las series tenían una oferta cada vez más amplia, en muchos casos con ficciones habladas en idioma original con subtítulos que empezaban a formar a un espectador más exquisito y específico que el de la TV tradicional. En poco tiempo, para el público interesado en las series importadas, en su mayoría de Hollywood, la televisión abierta empezaba el proceso de volverse una segunda alternativa frente a lo que obtenían de los cableoperadores. Esa transición que comenzó en la segunda parte de los 90, se profundizó en los 2000 y preparó el terreno para Netflix y sus competidores en la década siguiente.
En el período de expansión y diversificación de los contenidos televisivos no sólo creció el interés por los ciclos enlatados sino que los creadores locales también pudieron aportar sus programas a una industria que crecía hasta llegar a casi el 80 por ciento de los hogares en el país, según estimaciones realizadas en 2020. Así, se desarrollaron localmente señales como Space, Volver, I.Sat y Utilísima, por mencionar a las que tuvieron mayor impacto en los espectadores y en la cultura mediática. Mientras el rating parecía un animal cada vez más indescifrable y esquivo para la televisión abierta, el cable medía su éxito por cantidad de suscriptores y, eventualmente, por el interés de los capitales extranjeros autorizados a participar de las sociedades que manejaban el rentable negocio que en un momento empezó a incluir publicidad en su esquema financiero.
La evolución de la TV paga en la Argentina, sin regulaciones claras y con unas cifras de suscriptores modelo para Latinoamérica, también dio lugar a lo que se llamó en su tiempo la “regionalización del contenido”. De lo que se trataba era de agregar una nueva dirección al sentido en que circulaban los programas que se veían localmente. Las ventajas que le daba a finales de los noventa y principios de los 2000 la economía al capital extranjero permitieron que durante un tiempo se le prestara atención a la capacidad de producción local. Así, desde el 2000 Disney Channel comenzó con su producción de ciclos en la Argentina mientras que en 2004 HBO hizo -con producción de Polka- Epitafios, su primera serie en la región y en 2009 MTV inauguró sus estudios en Buenos Aires, sede de sus producciones para el sur del continente desde 1999.
Por supuesto que aquella bonanza duró poco. Los vaivenes económicos y la coyuntura de las empresas internacionales en el contexto de los medios nacionales no permitieron sostener la mentada regionalización excepto en el caso de Disney al que la estrategia de producir en la Argentina para el resto de Latinoamérica e incluso Europa demostró con Violetta que sus programas locales tenían llegada e impacto en el resto del mundo.
Con un escenario complejo para la TV abierta que hacia principios de la segunda década de los 2000 seguía conservando sus modos de hacer tradicionales y perdiendo considerable terreno en algunos sectores del público que preferían al cable aun con sus falencias, un nuevo cambio comenzó a adivinarse en el horizonte de la pantalla chica argentina. En 2011, Netflix llegó al país, uno de los primeros territorios en tener disponible el servicio fuera de Norteamérica. El arribo temprano de la plataforma a Latinoamérica y el Caribe por sobre Europa y Asia estaba relacionado con el éxito y el alcance de la TV paga en la región. La estrategia de Netflix suponía que si la mayoría del público local estaba dispuesto a pagar por el cable sería más susceptible en aceptar el nuevo servicio. Un análisis del mercado que también supuso que en la Argentina el arribo de los diferentes sistemas de streaming no asumiera la forma de una competencia con los cableoperadores sino que funcionara como una suerte de colaboración. Así, Cablevisión y Telecentro ofrecían el acceso a Netflix como parte de sus campañas de promoción para atraer suscriptores y lo mismo hicieron los lanzamientos que siguieron como la sociedad entre Flow y Disney+ y luego Paramount+ y las promociones conjuntas de Claro y Amazon Prime Video.
Si la TV abierta, para muchos, se había convertido en un complemento del cable, la lógica de los cableoperadores ante el desembarco de los streamers parece haber sido transformarse en su complemento y eventualmente, tener sus propias plataformas con impronta local. Una estrategia que hasta el día de hoy parece haber funcionado para todos. Menos para la TV abierta, claro, que con sus setenta años de historia y sus modos tradicionales ahora emprendió la búsqueda del mejor camino hacia el futuro del paisaje audiovisual.
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