¿Tiene futuro la televisión abierta en la Argentina? Una maquinaria que languidece pero no quiere darse por perdida
Casi sin ficciones de producción local y con exceso de entretenimientos, magazines multitemáticos y programas de cocina los canales de aire tratan de atraer a un público cada vez más esquivo
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¿Tiene futuro la televisión abierta en la Argentina? Si empezamos a contestar la pregunta desde la evaluación del presente que ofrecen desde su programación los canales de aire no aparecen a primera vista motivos de peso como para confiar y sobre todo para creer en lo que vendrá.
Los historiadores de nuestra TV llevan décadas anotando casi sin esfuerzo grandes momentos de otros tiempos (algunos no muy lejanos) pletóricos de novedades, hechos trascendentes, nombres de enorme peso e influencia, transmisiones que dejan huella para siempre. En esta séptima década de recorrido (el 17 de octubre se cumplen 72 años de la primera transmisión televisiva local) queda poco y nada de todo eso. Lo que está ocurriendo hoy en los canales de aire, en cambio, pasará de largo muy rápido y quedará seguramente registrado en pocas páginas de las próximas memorias televisivas. Con poco y nada para destacar.
Así y todo, es imposible pasar de largo de lo que ocurre en la TV abierta. La maquinaria que pone en movimiento a la pantalla se mantiene intacta, hay mucho trabajo creativo y artesanal comprometido en esta tarea, los anunciantes siguen creyendo en su poder de llegada al público y los temas de la pantalla todavía se filtran en las conversaciones cotidianas.
No hay una sola razón para creer que la TV abierta esté en vías concretas de extinción, pero a la vez nadie podría cuestionar a quienes afirman que los canales de aire padecen hoy en la Argentina un estado de languidez del que cuesta mucho salir. Pero no deberíamos confundir esta falta de fuerza y de energía transformadora, con inmovilidad o parálisis. Todo el tiempo se habla de novedades, cambios y hasta de algún regreso imaginado a lo grande, entre bombos y platillos.
El problema aparece cuando esos cambios parecen pensados, aplicados o instrumentados solamente para sostener de manera automática el letargo actual. Es muy posible que Telefe consiga ganar la atención de la mayor audiencia del horario central (o prime time) cuando ponga en el aire (¿en algún momento de julio?) una nueva temporada de Talento argentino, ahora con Lizy Tagliani al frente. Y seguramente rltrece logrará abrir unos cuantos espacios de discusión e interés con la próxima ficción de Polka, Buenos chicos, con un caso de abuso como disparador de la trama.
No se vislumbran con estos movimientos estratégicos alteraciones o giros significativos en las tendencias actuales. El cuadro general que la TV abierta local viene ofreciendo seguirá más o menos igual, entre otras razones porque la propia y vertiginosa dinámica transformadora que tiene el mundo de las pantallas ubica a los canales de aire en el lugar más bajo de sus prioridades.
La naturaleza conservadora del medio, acentuada por las prácticas y costumbres locales, es el mayor condicionante de un impulso innovador que, aún aplicado en dosis moderadas, podría devolverle algún impulso de originalidad a una pantalla afectada por un cuadro de pereza creativa que ya se hizo endémica. El problema mayor aparece en las cabezas de quienes toman las decisiones.
La prueba más evidente es el espacio casi invisible que la TV abierta le otorga a la producción de ficciones. Hay, es cierto, un corrimiento natural hacia el streaming de toda la infraestructura destinada a estas producciones. Hacia allí van nuestros mejores creadores atraídos por los recursos y el poder de alcance global que ejercen las plataformas.
Si la batalla por los relatos más originales e innovadores surgidos de la ficción local ya fue definitivamente ganada por el streaming, ¿por qué no aprovechar el perdurable interés que alrededor de la TV abierta conservan algunos géneros tradicionales? Hoy, las mediciones de audiencia de los canales de aire ofrecen números casi inverosímiles por lo bajos, pero arriba de todo siempre están las telenovelas turcas (algunas bastante añejas) que Telefe amontona en su grilla vespertina. Tal vez no haya en esta época de crisis económica general recursos mínimos para producir telenovelas locales con temáticas similares a las extranjeras. ¿O será que esa posibilidad quedó descartada de entrada por indolencia y sin hacer la mínima evaluación? La honrosa excepción de Argentina, tierra de amor y venganza 2 (ATAV 2) al menos nos invita a no desechar el tema antes de pensarlo.
Su planteo argumental, ambientado en la década del 80 y el regreso de la democracia, sigue buscando con suerte dispar el equilibrio entre los clásicos conflictos melodramáticos y un compromiso testimonial ligado a las reivindicaciones del colectivo LGBTQ en los primeros tiempos del VIH. Que esta producción haya sido desplazada a un horario nocturno casi marginal de la programación de eltrece es una muestra clara del estado de ánimo mayoritario de la TV de aire en la Argentina. Podría decirse, en línea con el contexto general, que en ese lugar no hace más que languidecer. Como casi todo lo demás.
Con ATAV 2 ocurre otra cosa llamativa, también característica del extraño comportamiento de nuestra televisión abierta. De los 53 minutos promedio de sus primeros capítulos, cambio de horario mediante, llegamos ahora a episodios diarios que no llegan a los 40. ¿Mantiene ATAV 2 los mismos criterios de edición pensados originalmente?
Esta cuestión particular nos lleva a un interrogante más amplio: el misterioso e indescifrable criterio con el que se define la duración de los programas en la TV abierta. Los noticieros más importantes tienen ediciones diarias de más de dos horas, programas de chimentos que pueden llegar a tres, magazines vespertinos interminables funcionando como réplicas de otros magazines matutinos interminables en el mismo canal. Y la única ficción producida en la Argentina para un canal de aire no llega a los 40 minutos en cada episodio.
La grilla diseñada sobre la base de criterios de duración sobredimensionados es uno de los datos más representativos de la TV abierta. América, Telefe y en menor medida elnueve encontraron en el modelo aggiornado del clásico magazine multipropósito una de las columnas vertebrales de la programación. A estas revistas televisivas de actualidad con chismes, vida mundana, cocina, espectáculos e invitados que por lo general son personas con muchas ganas de que se hable de ellas se sumó en los últimos tiempos una nueva atracción: las noticias policiales. Programas como A la Barbarossa y Cortá por Lozano por el lado de Telefe o Desayuno americano y A la tarde en el caso de América suelen ofrecer un tratamiento XL de hechos delictivos (con debate incluido) que por lo general dan cuenta de todo tipo de abusos contra gente sencilla, común y trabajadora.
Esta tendencia funciona a la vez como una extensión a otros horarios de los profusos “noticieros de la gente” que encontraron en este tipo de crónicas o en las historias de vida aleccionadoras el vehículo para su transformación en verdaderos shows, donde la información dura convive con largos segmentos recargados de aguijones emotivos y sensiblería. Un escenario que se repite varias veces al día en todos los canales.
Eltrece también incluye este muestrario, pero se distingue del resto en la franja vespertina, vidriera de un curioso experimento. De un tiempo a esta parte, el canal funciona desde el mediodía hasta pasado el atardecer como una especie de laboratorio en el que se prueban todo el tiempo distintas variantes y fórmulas de programas de entretenimientos con premios. Algunos superaron la prueba del tiempo como Los 8 escalones..., mérito de un todoterreno como Guido Kaczka. Pero como la mayoría no lo consiguió (el último ejemplo de esta lista de apariciones fugaces se llama ¿De qué signo sos?), el canal vive una inestabilidad persistente en ese terreno. No debe haber enemigo peor que la inconstancia para una organización que supo pelear durante mucho tiempo por el liderazgo de la audiencia con armas mucho más sólidas.
Para atenuar todos estos vaivenes eltrece confía en el regreso de Darío Barassi con una propuesta de inminente lanzamiento llamada Ahora caigo. Barassi es el mejor de todos los nombres que llegaron en los últimos tiempos a la conducción televisiva en este tipo de envíos desde un amplio espectro de actividades que van de la actuación y el éxito deportivo a alguna presencia destacada en el mundo de las redes sociales. Iván de Pineda ya tiene a su continuador.
Con estos dos ejemplos como excepciones, el ensayo produjo un nuevo tipo de animador televisivo que por lo general se muestra estridente, poco relajado y muy ansioso, quizás para disimular una comprensible inseguridad. La televisión argentina extraña al modelo bien formado de conductor tradicional que por sobre todas las cosas sabe que la persuasión siempre funciona mejor que la euforia para guiar a los participantes de cualquier juego con premios.
La variante del magazine televisivo que tiene como eje al cotilleo televisivo también encuentra un amplio espacio diario en la TV abierta de hoy. A diferencia de los clásicos ciclos especializados de antaño, el nuevo modelo de programa sobre intimidades y secretos de la farándula incluye temas de actualidad y un inevitable sesgo autorreferencial: medios que hablan de otros medios o de lo que alguien dijo en algún lado para provocar la respuesta. De toda la oferta disponible, quizás LAM (América) sea la opción más interesante, tal vez porque atiende esta clase de asuntos con la dosis de ironía adecuada.
Toda esta mezcla de ingredientes bastante desordenada aparece en una pantalla que al mismo tiempo le presta atención como nunca en la historia a lo que pasa en la cocina. En programas específicos o como segmento fijo dentro de los ciclos multipropósito ya mencionados, todo el tiempo aparecen frente a las cámaras chefs famosos y personas anónimas que sueñan con llegar algún día a ser estrellas del mundo de los platos.
En este momento, el programa estable más visto de toda la TV abierta es la nueva temporada de MasterChef, muestra actual de la fórmula que viene aplicando Telefe con enorme eficacia para mantenerse desde hace mucho en lo más alto del rating: plantar de manera rotativa alguno de sus probados reality shows competitivos en el horario central y poner en órbita a todo el resto de su programación alrededor de ese núcleo que funciona como imán aglutinador y centro de gravedad. Telefe puede hacerlo porque al formar parte de Viacom, uno de los conglomerados globales más poderosos de la industria del entretenimiento tiene más espaldas que sus competidores para sostener producciones de alto perfil y elevadas exigencias logísticas. Pero el canal líder también sufre la estrechez general y se ve obligado a dejar por ahora en standby el proyecto de ficción protagonizado por Natalia Oreiro que había adelantado con mucho entusiasmo a sus anunciantes en noviembre pasado.
Más allá de ese tropiezo, Telefe lleva un buen tiempo demostrando que en toda la TV abierta es el actor que tiene más claras sus decisiones estratégicas. ¿Qué mejor que proyectar como apuesta segura el regreso de Gran Hermano, después de una vuelta que superó todas las expectativas, para el cierre de un año que estará dominado en los próximos meses por la cautela y la postergación de algunas decisiones importantes a la espera de lo que ocurra con las elecciones?
Para ese momento habrá certezas de lo que piensa hacer Marcelo Tinelli con la programación de América. El armado que el conductor lleva adelante para la próxima temporada del “Bailando...” será en el mediano plazo menos importante que las acciones que lleve adelante para configurar el nuevo perfil del canal y, a la vez, cumplir con uno de los sueños de su vida.
Manejar un canal será para Tinelli el camino de regreso al centro del mismo espacio mediático que le dio protagonismo estelar y le permitió ejercer un poder influyente como pocos durante las últimas tres décadas. Los otros dos nombres fuertes que marcaron a fuego la identidad de la TV abierta en ese largo proceso son, por supuesto, Susana Giménez y Mirtha Legrand. Cada mención sobre un eventual retorno a la pantalla de cualquiera de las dos aparece envuelto en alguna nebulosa o postergación.
La ausencia de las dos grandes divas aporta otra interpretación plausible para entender este momento de la tele, ciertamente más opaco, más incierto y de menor vuelo en comparación con otros tiempos. A lo largo de estas siete décadas de historia, los grandes nombres siempre enriquecieron el valor de la pantalla aportando certidumbre, reconocimiento popular y marcas de identidad. Como todavía no se vislumbran herederos genuinos al trono que todavía ocupan Mirtha y Susana, crecen los interrogantes.
También persisten las dudas alrededor en el vínculo que establecen los canales abiertos con las redes sociales, un inmejorable espacio para ampliar y diversificar la llegada de toda esta oferta televisiva y compensar las penurias del rating, con mediciones que solo en contados casos llega a superar los dos dígitos. Hay programas completos y hasta temporadas enteras disponibles en YouTube y los sitios oficiales de los canales en Internet. También aumentaron las incursiones en espacios de interacción más directa, pero hasta ahora la estrategia diseñada en esta dirección resulta escasa, desordenada e imprecisa.
Finalmente, gane quien gane las elecciones también será inevitable la apertura de un debate sobre el destino de la TV Pública, que mantiene desde hace tiempo una programación bastante estable mientras aprovecha la buena estrella de las selecciones nacionales de fútbol para elevar su magro rating con transmisiones deportivas de exclusividad asegurada.
El único matiz incorporado a en los últimos tiempos a la grilla del canal decano se llama Desiguales, un programa de análisis político con un claro sesgo kirchnerista que consiguió instalarse en el horario más buscado del prime time. También por esta razón se impone para los próximos tiempos una amplia discusión sobre el tamaño, la configuración y el sentido último de una emisora que lleva casi toda su historia funcionando al servicio del poder político de turno en vez de hacer honor a su nombre y a su compromiso como medio público. Desde aquí también nos preguntaremos si tiene futuro la TV abierta en la Argentina.
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