The Handmaid's Tale: la criada tiene mucho más que contar
"Siento que cada vez que se interpreta a una mujer fuerte y complicada en la tele se dice que es un golpe sobre la mesa del feminismo, y la verdad es que solo es una mujer fuerte". Habla Elisabeth Moss , protagonista de The Handmaid's Tale , una de las abanderadas del feminismo en Hollywood tras sus papeles en esta serie distópica, enMad Meny en Top of the Lake, y del movimiento Time's Up contra los abusos de poder y sexuales. Pero la actriz se muestra cansada de que se siga viendo a los personajes protagonistas femeninos como puntas de lanza y no como algo normal, como lo que existe en la sociedad. Moss, vestida con el traje carmesí que lleva siempre su personaje, habla sobre la serie en un impasse del rodaje de la segunda temporada (sin estreno confirmado en la Argentina) a un grupo de periodistas invitados, en la escalera de acceso de la casa que en la ficción es el hogar del comandante Fred Waterford.
Hamilton es una pequeña ciudad canadiense que pasó de ser un núcleo industrial a un lugar residencial a una hora en auto de Toronto. Con su mezcla de fábricas y edificios residenciales de ladrillo y piedra, allí se han rodado los exteriores de ficciones como Dark Matter, 12 monos, American Gods o Hannibal, entre muchas. En un barrio en una boscosa colina, grandes mansiones ocupan una ladera. Una de ellas es la de Waterford. En verdad pertenece a una familia que durante un mes la alquila a la productora de la serie y se va a vivir a un hotel a gastos pagados. Es una fría tarde de febrero, atardece y Moss rueda junto a Yvonne Strahovski una secuencia en la que entran en la casa juntas (el interior luego se graba en unos inmensos estudios en Toronto).
La serie, basada en la novela El cuento de la criada (editado por Salamandra en España), de Margaret Atwood de 1985, es una historia distópica en la que parte de EE UU se convierte en Gilead, un país autoritario donde la función de las mujeres es procrear o servir a los hombres, ya sea como criadas o como leales esposas. La segunda temporada explora a los personajes más allá del libro y abre nuevas tramas. Moss interpreta a Defred (Offred en inglés) una de las criadas destinadas a dar hijos a uno de los líderes, y que trata de rebelarse; Strahovski a Serena, la esposa estéril. Uno de los aspectos que más llamó la atención en la primera temporada fue la falta de solidaridad de la segunda con la difícil situación de la primera, a la que trata como una esclava. Una forma de ser que Moss ha vivido en la vida real. "Hay muchas mujeres en mi vida, y cada vez trabajo con más, mi equipo son todo mujeres... Pero desafortunadamente lo he visto en la vida real, mujeres en contra de otras. La serie también es una gran representación del extremo de eso", comenta.
El sol se pone en Hamilton y el equipo de rodaje comienza a recoger. El ventilador que esparce supuestos copos de nieve es apagado y los vecinos, que reciben una importante compensación económica por las molestias, vuelven a ocupar las calles que hasta hace un momento estaban llenas de coches negros y extras que interpretan a criadas vestidas de rojo o de verde. Antes de ir a su caravana, Moss habla unos minutos más con los periodistas.
La actriz explica que la serie es un gran altavoz a favor de la igualdad. "Las razones por las que este material atrae a todos, la cadena, productores, actores, público, la gente que da los premios [entre otros, Mejor drama y Mejor actriz en los Emmy y en los Globos de Oro ], es porque parece que es el momento adecuado para estas historias. Era la hora de que encontraran su voz y se empezaran a contar", apunta Moss, que se siente orgullosa de que la simbología de la serie se use en protestas sociales: "Que la gente se vista como las criadas... si le hemos dado a alguien un símbolo de resistencia, entonces, fantástico, esto es más genial que cualquier serie".
Esa voz de la que habla, Moss la aplica a otros ámbitos en la serie. Aparte del feminismo, la primera temporada de The Handmaid's Tale se vio como un reflejo de la América de Trump. ¿Cómo es posible asegurar que Estados Unidos no se convierta en Gilead?, le preguntan. "Si lo sabes, dímelo. Si tuviera la respuesta a eso, no estaría haciendo una tonta serie de televisión. No hay respuesta, pero tiene que haber una voz para la gente que no la ha tenido durante mucho tiempo, pueden ser mujeres, hombres, gente de diferentes razas o credos. Ese parece un buen sitio desde el que empezar y que es donde estamos", contesta la intérprete. Gilead de momento es ficción. Y Moss es en ella la cara de la rebeldía. Una resistencia carmesí.
Alvaro P. Ruiz de Elvira
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