En el primer programa de la temporada 1998, la conductora también blanqueó su relación con Jorge “Corcho” Rodríguez y estrenó su musical más famoso
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En abril de 1998, Antonio Gasalla debutó en el programa de Susana Giménez personificando a “La Abuela”, ese personaje querible e impune que había nacido en sus espectáculos de teatro y que se había convertido en la famosa “Mamá Cora” del film Esperando la carroza.
Pelo canoso despeinado, una mañanita sobre los hombros, enagua a la vista, zapatos chatos gastados y la bolsa “de los mandados” en uno de sus brazos, el arsenal con que se pertrechaba el personaje para salir al ruedo público. Así sucedió aquella noche en la que, por primera vez, el genial cómico y la diva establecerían un diálogo cómplice y divertido que les permitía ser el vehículo para que ella pudiera decir y contar lo que todos querían escuchar.
Fue un lunes por la noche, en los estudios de la calle Luis Saénz Peña 1043, montados para ser usados exclusivamente por la estrella. Gasalla arremetió con todo y Susana terminó de rodillas rogándole una pausa, aunque estaba feliz de poder dar su versión de primera mano sobre su pasado reciente marcado por su divorcio de Huberto Roviralta y su presente enamorado.
Aquella charla tuvo su caldo de cultivo durante el verano porteño y el invierno parisino. Sobre el afrancesado Barrio Parque y la exquisitez de las callecitas que albergan al Café Sarah Bernhardt.
Solo hay una mujer…
Durante el verano de 1998, y en medio de un escándalo mediático, Susana Giménez se separó de Huberto Roviralta, su marido desde hacía poco menos de una década. Durante aquellos meses de ausencia del aire televisivo, la diva, en lo más alto de su carrera, fue y vino de Miami y hasta se hizo tiempo para visitar París cuando los principales diseñadores presentaban sus nuevas colecciones, entre ellos, Thierry Mugler, su favorito.
Aunque cada verano, aún hoy, la estrella suele estar ausente de su casa de Barrio Parque, lo cierto es que aquella vez, imaginó que prolongando su estadía lejos de Buenos Aires calmaría la repercusión de las noticias que iban surgiendo en torno a su vida personal. Nada más lejos que eso.
En la Ciudad Luz, la animadora, entonces la máxima estrella de Telefe -algo que sigue siendo así- y dueña del rating del prime time diario, les negó a los periodistas argentinos, apostados en la puerta del Hotel Bristol, donde se hospedaba, haber iniciado una nueva relación. Sin embargo, poco pudo hacer para tapar el sol con las manos, ya que rápidamente trascendió su escarceo con Jorge “Corcho” Rodríguez, un empresario varios años menor que ella, vinculado a la organización de los juegos telefónicos de su programa.
En el hotel ubicado sobre la coqueta Rue Fauburg St. Honoré, a cien metros de Champs-Élysées, Susana no compartió la suite con Rodríguez, buscando ser prolija en el manejo de sus relaciones. “Es un avisador de mi programa”, improvisó ante la prensa.
Para entonces, la separación de Susana Giménez y Huberto Roviralta sería un hecho, ya que las cosas no marchaban bien entre la mujer más influyente del país y el polista, ambos con vidas diametralmente opuestas en sus estilos y desencontradas en sus horarios.
Lo cierto es que el 13 de febrero de 1998, Susana regresó a Buenos Aires, vía Miami, y se encontró en su domicilio porteño con su ¿ex marido? y el famoso perrito Jazmín, la mascota que también había quedado en Argentina. A los pocos minutos de haber ingresado al garaje el auto alemán de la estrella, se escucharon desde la calle los insultos de ella hacia Roviralta. “Tomá, hdp”, gritó la diva. Al rato, él abrió la puerta de la mansión y se mostró ante las cámaras con una herida en su nariz, las consecuencias del “cenicerazo” de Susana, que, en realidad, era una caja de peltre, lo primero que encontró ella para revolearle a su marido.
Por la tarde, y a medida que llegaban la hija y el yerno de la diva, y amigos íntimos como Teté Coustarot, a Roviralta le iba quedando poco margen de maniobra, estaba en terreno enemigo. Finalmente, dejó el domicilio y hasta se lo pudo ver en una farmacia con un apósito en su nariz.
Susana, en poco tiempo, brindó una conferencia de prensa en el Alvear Palace Hotel, donde se había llevado adelante su fiesta de casamiento con el hombre de campo. “Quería recuperar mi casa”, sostuvo la diva en aquella rueda ante los cronistas. Luego visitó a Mariano Grondona en su programa Hora Clave, que emitía Canal 9, donde analizaron el Código redactado por Vélez Sarsfield en el Siglo XlX. Susana, suelta de cuerpo, sostuvo que, si el autor de aquellas líneas estuviera vivo, estaría de su lado. Genio y figura.
Vélez Sarsfield no estaba vivo y Susana debió cederle a su ahora ex marido una suma millonaria, producto de los bienes gananciales. En esa década de matrimonio su carrera no paró de crecer a fuerza de trabajo denodado y un éxito imparable. Era la figura más querida de los argentinos.
Susana, siempre igual
En abril de ese año, ya separada de Roviralta y blanqueado el romance con Jorge “Corcho” Rodríguez, Susana inició una nueva temporada de su big show que salía de lunes a viernes en la franja de las 20, por la pantalla de Telefe.
Aquella noche, Susana estaba radiante, enfundada en un vestido negro diseñado por Gino Bogani, stilettos altísimos y peinado con bucles de Miguel Romano. El “maestruli” era Raúl Parentella y los Susanos, el ballet que la acompañaba, contaba con algunas nuevas caras, como Vladimir, un joven ruso que apareció de pronto cantando el “Susana Giménez ya llegó a su programa…”.
En el prime bloque, la conductora reconoció que estaba nerviosa, pero que sus amigos le daban “support” detrás de cámara. Cuando agradeció las flores que minaban el estudio, en primer lugar, hizo referencia a las mil rosas amarillas de Hard Comunication, nada menos que la empresa de Rodríguez. Aquel regalo se convirtió en un símbolo que se repetiría a diario. En el portarretrato del escritorio, como siempre, la imagen de Rita Hayworth.
En ese mismo primer tramo del programa, la conductora presentó al que se convertiría en su musical más emblemático, que contaba con letra de China Zorrilla y Atilio Veronelli. “Una suerte de autobiografía”, reconoció con picardía. “Donde voy, me sacan fotos, todo por un matrimonio roto”, entonó a su modo en la primera parte del video que se remataría con las famosas estrofas “ni una diva total, ni una mujer fatal, soy Susana, soy siempre igual”.
El debut de un clásico
Fue en el segundo bloque de aquel primer programa de 1998, cuando irrumpió Antonio Gasalla como “La Abuela”. Ante la cantidad de flores que poblaban el estudio no dudó en preguntar si era el velorio de una tal Paulina y confirmar tal cosa al ver a Susana “de luto”, por el color de su outfit.
“¿Hoy es el primer día que empezás?”, le preguntó Gasalla y remató con un “¿Dónde estuviste metida, que no supimos nada de vos?”, ante la carcajada de todo el piso, incluida Susana, quien le respondió que había estado de vacaciones.
“A mí algo me contaron…”, dijo el personaje del humorista, quien antes de arremeter con su cuestionario, hizo referencia a la delgadez de la diva, haciendo alusión a la “lombriz solitaria” y se refirió al prendedor, que había pertenecido a Eva Perón, que se había subastado en Estados Unidos.
La Abuela: -¿Sabés quién lo compró?
Susana: -¿Quién?
La Abuela: -Humberto… (sic)
La distorsión del nombre, le permitió a Gasalla ir por más.
La Abuela: -Te lo quería regalar para el primero programa, lo vi por ahí afuera, pasá, Humberto, pasá.
Susana: -Abuela, le pido por favor.
La Abuela: -Entonces, ¿es verdad…?
Susana: -¿Qué?
La Abuela: -Que te separaste…
Con una Susana que disfrutaba de la situación y miraba cómplice a sus amigos ubicados detrás de cámara, el personaje la paseó a gusto. Hizo referencia a los dichos de la conductora sobre cierta avaricia de su ex y hasta se refirió elípticamente al tedio sexual.
La Abuela: -¿Es verdad que no trabajaba?
Susana: -Abuela, por favor…
La Abuela: -¿Vos no le decías nada?
Susana: -Sí, le decía, pero qué voy a hacer.
La Abuela: -Eso es por estar mucho fuera de casa vos.
Gasalla también hizo referencia a una supuesta novia de Roviralta, aunque aclarando que era más pulposa que Susana. “Este nuevo que te pase la plata de antemano”, aconsejó el personaje y le aclaró que como Rodríguez tenía una moto, Susana la podría vender en caso de necesidad. También le sugirió que un detective podría ser la solución para que Susana se enterase de supuestas infidelidades.
En medio de la charla, La Abuela sugirió si se trataba del entonces ministro Jorge Rodríguez, integrante del gabinete de Carlos Saúl Menem, entonces Presidente de la Nación. “Estás picando cada vez más alto”, le dijo.
Susana no dejó de disfrutar un solo minuto. Sabía que era la forma de contar nuevamente su verdad ante los millones de televidentes. Jugaba de local. De esta forma, no sólo daba su versión final del mentado escándalo, sino que blanqueaba a su nueva relación, el hombre que la acompañaría unos cuantos años.
En un falso pedido de auxilio a sus colaboradores ante las preguntas de “La Abuela”, se arrodilló y reconoció que el paso de comedia no estaba ensayado.
“¿Te sacó todas las casas? Si no tenés donde dormir, en casa te tiramos un colchón en el piso” y luego le preguntó si con su nuevo novio hacían el amor en los baños de los aviones. Cuando el perrito yorkshire de la estrella hizo su aparición en el set, Gasalla no dudó en preguntar: “¿El perro te lo dejó, tené cuidado porque le va a llenar la cabeza?”.
A esta altura del sketch, todo se había tornado desopilante y surrealista. Susana le contó cómo había hecho para adelgazar hasta que, finalmente, le preguntó si Carlos Saúl Menem le iba a modificar la Constitución “para que no le des la plata”, en referencia a lo que la ley dictaminó que debía darle a su ex marido. “Si te la cambia, que te haga presidenta”, le espetó, antes del agradecimiento de la diva.
Susana: -¿Usted me votaría?
La Abuela: -Todo el mundo te vota.
En el final, Susana le agradeció a Gasalla rotulándolo de “genio” y el no se quedó atrás y le reconoció “vos te lo merecés, Susana”.
Había terminado un momento perfecto. Y, sin que ellos lo supieran, el comienzo de un vínculo laboral que se extendería por casi dos décadas. La presencia de Antonio Gasalla, siempre como “La Abuela” fue un plato fuerte del programa, que permitía pensar la actualidad y hacer un repaso de lo vivido por la diva de primera mano.
Muchos años después, en una emisión especial del programa en el teatro Gran Rex, Antonio Gasalla sorprendió a Susana Giménez quitándose, en vivo, la peluca de “La Abuela”. La conductora, el público y el propio cómico se emocionaron en ese instante aún recordado.
La de Susana Giménez y Antonio Gasalla fue una sociedad artística angelada, de esas que se dan muy de vez en cuando y que pueden permitirse todo. Incluso contar con humor el divorcio de la estrella con Huberto Roviralta, uno de los momentos más dramáticos de la vida de la conductora.
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