Supermax mostró una atractiva propuesta de muy buena factura
El estreno mundial de la miniserie en la TV Pública argentina renueva la esperanza de que en la región se multiplique la producción de ficción de calidad.
Lo que se dijo en los adelantos de Supermax es que lo que se vería en esa miniserie es una ficción acerca de un reality show que tiene lugar en lo que fue una cárcel de máxima seguridad, ubicada en medio de la nada. Sin embargo, ése es solamente el argumento de venta. La miniserie en realidad es un thriller, en el que la intriga que hace crecer la trama es la existencia de algo valioso que está escondido en ese penal y que mueve la ambición de varios personajes quienes, desde hace mucho tiempo, pretenden poseerlo. Ése fue el motivo por el cual se desató hace años un motín, que dejó un tendal de muertos entre los presos en esa cárcel de máxima seguridad y obligó a su cierre, y es lo que convoca en la actualidad a varios de los que participan del reality.
Con una realización de muy buena factura, sólo posible en producciones que tienen asegurada su distribución en el mercado internacional, las escenas iniciales muestran el motín, en el que Francisco Luján -el personaje al que interpreta Antonio Birabent, que en el reality aparecerá con el nombre de Sandro-, el líder de la banda de reclusos que generan la revuelta, tiene un papel protagónico y que genera la primera intriga, debido a que los carceleros no lo asesinan, como hacen con el resto de sus cómplices.
Luego de esto aparece la línea argumental que desarrolla la presentación del reality show y de sus participantes. En una decisión acertada, éste no se muestra con intenciones de imitar la realidad sino con un vuelco hacia la parodia. Todo lo que tiene que ver con estas situaciones aparece exagerado y corrido al territorio del grotesco. Tanto las actuaciones del español Santiago Segura en su personaje de Orlando, el conductor del programa, como el conjunto de participantes, con diferentes taras cada uno y al parecer algunos de ellos con intrincadas motivaciones psicológicas que los llevan a estar allí o con inconfesables ambiciones de hacerse del misterioso botín que hay en el lugar, despliegan de manera ampulosa sus características. El tratamiento del reality como parodia aporta como atractivo a la propuesta una visión crítica del género. Realza la visibilidad del carácter artificial que subyace al mismo, desmintiendo el supuesto carácter natural y espontáneo con que se lo consideró en sus comienzos.
Con un tratamiento cinematográfico, en el que la dirección de Daniel Burman se hace notar, y una labor actoral en el que se lucen los profesionales que integran el elenco, así como un trabajo autoral que rompe, mezcla y agita ingredientes de distintos género para conseguir un cóctel tentador, esta propuesta muestra el potencial profesional que hay en la región de generar propuestas de calidad. Además de renovar una vez más la esperanza de que las mismas se multipliquen.
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