Si lo sabe, cante: los secretos detrás de la popular y aún vigente creación de Roberto Galán
El histórico ciclo, que permitía que los aficionados, con o sin condiciones, pudiesen cantar en televisión, se convirtió en un fenómeno de rating que llenaba estadios en sus presentaciones en vivo
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La Voz Argentina no inventó la pólvora. El género del talent show pisó fuerte en nuestro país casi desde el inicio mismo de las transmisiones de la televisión, allá por 1951. Incluso la radio, en sus ampulosos estudios con mármoles en las paredes, dio cobijo a ignotos para que tuvieran la oportunidad de demostrar sus habilidades artísticas. Sin embargo, hubo un ciclo que podría considerarse fundacional, el que instauró definitivamente a las competencias de canto de aficionados frente a las cámaras. Ese programa fue Si lo sabe, cante y su creador no era otro que el recordado locutor Roberto Galán, uno de los animadores más populares que tuvo el medio local.
El programa nació formalmente en 1968, aunque había tenido algunos prólogos que fueron sembrando el terreno. Uno de ellos fue Remates musicales, el ciclo donde participaban cantantes, algunos consagrados y otros no tanto, que salía al aire por Canal 9 a partir de las 13 y en tira diaria. En ese espacio, que se estrenó en 1963, participó un muy joven Piero, quien sedujo a los productores luego de pasarse tardes enteras cantando canzonettas italianas en la puerta de la emisora que daba al pasaje Gelly, en el barrio de Palermo.
Cinco años después, pero por la señal de Canal 7, la primera teleradiodifusora que tuvo nuestro país, Roberto Galán presentó en sociedad una de sus más exitosas y populares creaciones: Si lo sabe, cante. La idea nació con buena estrella logrando niveles de audiencia que podían superar los 30 puntos de rating, en tiempos donde solo había cuatro canales de televisión abierta que emitían en blanco y negro y el cable estaba lejos de existir.
Así como Got Talent (aquí conocido como Talento Argentino), OT (Operación Triunfo) y The Voice (en estas latitudes bajo el título de La Voz Argentina) son formatos que recorren el mundo buscando desconocidos con dotes artísticas, en nuestro país no solo Galán impulsó la modalidad, también Roberto Pettinato alguna vez animó Mirá quien canta y Sergio Velazco Ferrero hizo lo propio con Venga a bailar, aquel concurso de danza popular sin eruditos con técnica.
Si lo sabe, cante fue un fenómeno de neto corte popular, sin sofisticaciones ni mayores pretensiones que la de ser un amable entretenimiento que validaba por un rato y ubicaba en escalafón de notoriedad a personas generalmente postergadas a lugares de menor trascendencia. En un juego de espejo aspiracional, también los televidentes hallaban en esos concursantes a un par en un lugar no habitual, pero fantaseado y posible.
Cante con Galán
A diferencia de lo que sucede en ciclos como La Voz Argentina, que actualmente se emite por Telefe y goza de muy buena audiencia, en Si lo sabe, cante los participantes, en su mayoría, no tenían aspiraciones de profesionalizar su hobby por el canto. Para buena parte de los concursantes sólo se trataba de un entretenimiento pasajero, que les permitía los cinco minutos de fama barrial emulando al pop art Andy Warhol. De todos modos, hubo excepciones como la de la excelsa María Graña, quien a los 14 años participó del concurso y aquel joven Piero de las canzonettas italianas se convirtió en el padrino del programa.
La idea era sencilla: en cada emisión se presentaba una decena de aficionados, elegidos previamente. En los últimos años, Alicia Passeri, productora del programa y esposa de Roberto Galán, era quien se encargaba de seleccionar a las personas indicadas por una presunción de carisma, simpatía o porque reunía alguna condición llamativa. Pruebas vocales no había. Los aspirantes a enfrentar al público compartían democráticamente la platea del estudio, allí los localizaba Passeri con el ojo que le daba los años de oficio.
La tribuna con espectadores era pintoresca. Así como en muchos programas con público en el estudio, las cámaras toman a la platea de refilón y en una media luz que no permite distinguir más que una masa de gente sobredimensionada, en Si lo sabe, cante esos planos eran generosos y con barridas que permitían que todos pudiesen ser enfocados. En general, la gente llegaba desde zonas alejadas del Conurbano y ese mostrarlos era todo un premio a la fidelidad y a la devoción por el ciclo y por su conductor estrella.
Roberto Galán, siempre vestido con traje y corbata y ostentosos pañuelos en el bolsillo del saco, peinado con jopo y bigotes prominentes, era un anfitrión cálido que no le esquivaba el bulto al humor. Muchas veces, de hecho, fue criticado por lo que podía percibirse con una mofa hacia los participantes.
El programa no se ocupaba del maquillaje, peinado ni vestuario de los aspirantes a cantar, quienes se presentaban frente a cámara con humildad en el atuendo, algo que no sucede en muchos de los talent show de los últimos años, donde se percibe un cuidadoso trabajo de estilismo que unifica conceptualmente la estética del show.
Si hoy el término inclusión se encuentra saludablemente instalado, lo cierto es que, Si lo sabe, cante fue un programa inclusivo en toda su dimensión. Casi todos, por no decir todos, tenían derecho de admisión y permanencia. Muchos se instalaban en la puerta del canal desde la noche anterior para poder ingresar en primer término.
Dotes y premios
Roberto Galán presentaba a los participantes, quienes llegaban al centro del set acompañados por algunas de las famosas secretarias del programa. Para aflojar los nervios de rigor ante la inusual situación, el conductor indagaba sobre la vida del invitado, hasta que, finalmente, llegaba el momento de cantar.
Lo que menos importaba era si un concursante cantaba bien. Una vez elegido el plantel de aspirantes, cada aficionado debía decir qué tema había elegido entonar para que la orquesta, que tocaba en vivo y estaba dirigida por el maestro Carlos Marzán, pudiese estar prevenida. Cuando el participante arrancaba con los primeros versos, la orquesta acompañaba en la tonalidad correspondiente sin ensayo previo.
Sobre el final del programa, era el público ubicado en la tribuna quien, con sus aplausos, decidía quién era el participante ganador. Toda una dinámica plural y democrática. Los galardones iban desde vouchers para cenar en alguna cantina, una medalla y hasta una jaula con un canario, acaso el premio más famoso y original del programa.
Las secretarias
Galán contaba con la colaboración de un grupo de secretarias que se hicieron muy famosas en su momento. Generalmente vestidas con minifaldas, cada una mostraba una personalidad diferente, pero todas con una enorme simpatía. Dorita Delgado era la que abría la boca bien grande para reírse (a veces sin motivos), Gladys Mancini personificaba a una mujer discreta y misteriosa, y Jorgelina Aranda (que fue consuegra de Susana Giménez) era la sexy del grupo, todas ellas históricas colaboradoras de Galán desde los comienzos. En cambio, Stella Maris Muñoz (exmujer del periodista Luis Ventura), Ángeles Cudós y Petty Castillo se sumaron en los ´90 y aportaron la cuota de juventud y sensualidad.
Delgado y Aranda fallecieron; Mancini se retiró de la vida artística, pero suele dar entrevistas recordando a su íntimo amigo Héctor Ricardo García. Muñoz, en tanto, trabaja como panelista en El run run del espectáculo por Crónica TV junto a Fernando Piaggio y Lio Pecoraro.
El final del fenómeno
El programa, luego de su nacimiento en Canal 7, pasó por Teleonce, TeleDos y América. Durante sus primeras dos décadas, el suceso de Si lo sabe, cante fue tal que se llegó a editar un disco que incluía la cortina del programa (aquella que decía “Si lo sabe cante, Si lo sabe cante, cante con Galán”) y hits del momento como “Una muchacha y una guitarra” de Sandro o “La felicidad” de Palito Ortega interpretadas por un coro ad hoc en lo que era una suerte de karaoke nacional y popular. El propio Roberto Galán presentaba el disco con un caluroso mensaje de bienvenida.
En los ´70, los fines de semana Roberto Galán y sus secretarias se presentaban en clubes y teatros del Gran Buenos Aires y del interior del país con un show musical y algunos entretenimientos en los que participa el público.
Las secretarias generaban un verdadero furor en el público y debían conducirse con personal de seguridad. Una multitud las esperaba en cada lugar donde se presentaban para pedirles autógrafos (no había selfies en ese tiempo). En la puerta de cada club o teatro se vendían fotos con la imagen de Galán y sus chicas y, desde ya, el disco del programa.
En los ´90, Galán montó por última vez su ciclo. Pero en ese tiempo, el trono ya estaba ocupado por el flamante Yo me quiero casar ¿y usted?, que él mismo conducía. Si lo sabe, cante marcó una época de la televisión argentina. Ese tiempo de ciclos artesanales y muy populares, con conductores estrellas de gran repercusión.
Roberto Galán falleció el 9 de noviembre del año 2000, dejando un estilo propio en el que se conjugaba su olfato sobre los gustos populares y una vida personal con conocimiento de la historia nacional de primera mano, dado que había tenido un vínculo estrecho con Juan Domingo Perón.
Décadas después, los concursos de canto se sofisticaron, pero dejaron de tener aquella esencia cercana y festiva donde se percibía que cualquiera podía cantar en televisión. Galán lo hizo posible. Inclusiva y democráticamente. Ni siquiera un jovencísimo Charly García se pudo resistir a participar. Créase o no.
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