Sense8: Lana Wachowski les regaló a los fans el final que ansiaban
Lo querían y lo tuvieron. Claramente, el último capítulo de Sense8 fue realizado exclusivamente para los fans; esos que lograron desde las redes sociales torcer la decisión del gigante del contenido on demand y que convirtieron a la creación de las hermanas Wachowski en un producto de culto.
Es por eso que este tan condensado como necesario epílogo buscó apenas develar los pocos misterios que quedaban ocultos -la verdadera relación entre Angélica ( Daryl Hannah ) y Jonas (Naveen Andrews) y sus verdaderas motivaciones, por ejemplo- y centrarse luego en darle a cada uno de los personajes ese desenlace que sus seguidores tanto esperaban.
Para lograrlo, los responsables hicieron pié en dos consignas que se convirtieron en la columna vertebral de la serie durante sus dos temporadas: "juntos somos más fuertes" y "el amor es lo que importa". Así, durante este capítulo especial de más de dos horas -que desde el viernes está disponible en Netflix - retrataron cómo estos ocho sensates y sus seres queridos luchan no solo por sobrevivir, sino por acercarse a esa vida que quieren y merecen vivir.
A final de la segunda temporada, por primera vez siete de los ocho sensates están juntos, físicamente, en el mismo espacio. Desde ese punto parte la historia, con Sun (Doona Bae), Nomi (Jamie Clayton), Kala (Tina Desai), Riley (Tuppence Middleton), Lito (Miguel Ángel Silvestre), Will (Brian J. Smith) y Capheus (Toby Onwumere) conviviendo escondidos en París junto con algunos de sus humanos más queridos y con la esperanza de poder canjearle a la OPB (Organización de Protección Biológica) al malvado Whispers (Terrence Mann) por el carismático Wolfgang (Max Riemelt).
Uno de los motivos por los que Netflix decidió, a mediados del año pasado, cancelar la serie es su elevado presupuesto: unos 9 millones por capítulo, un número que comienza a cerrar si se tiene en cuenta que las dos temporadas fueron filmadas en 16 ciudades de 13 países diferentes y con un criterio estético pocas veces visto. Sin embargo, el despliegue de este último capítulo no fue menor. Esta vez, la acción no sólo transcurre en París (con la torre Eiffel como protagonista de una de las escenas más largas y solemnes de la trama) sino también en las mágicas callecitas de Nápoles. Las persecuciones, las explosiones y las escenas de acción tampoco escasean y, como ocurrió durante toda la serie, resultan tan efectivas como contundentes.
Contar con todo el elenco original tampoco parece haber sido un problema. Cada uno de los personajes que merecía un cierre en su historia (o simplemente, volver a aparecer solo para ser despedido con honores) está presente. Desde los amigos y amantes más fieles hasta los familiares más odiosos de los ocho sensates tienen su momento para lucirse y -en el caso de los primeros- para dejar en claro, una vez más, que la unión hace la fuerza y que, con un objetivo en común, las diferencias se desvanecen.
Así, será Daniela (Eréndira Ibarra) quien finalmente le escupirá en la cara a Whispers lo que todos querían decirle. Y será Hernando (Alfonso Herrera) quien idee un plan que los acercará a su objetivo. Como siempre, Amanita (Freema Agyeman) y Bug (Michael X. Sommers) serán imprescindibles a la hora de prestar apoyo tecnológico, mientras que Diego (Ness Bautista) y Félix (Max Mauff) aportarán la cuota de violencia necesaria para que la trama no decaiga. Pero sin dudas, en este tramo final, hay dos presencias que resultan determinantes: la del detective Mun (Sukku Son) y la de Rajan (Purab Kohli), el esposo de Kala.
El primero es protagonista, junto con Sun, de las escenas de acción más rotundas, pero también llega para brindarle a su exrival el amparo que perdió al perderlo todo. Rajan, en tanto, protagoniza una última escena de antología y los momentos más risueños a medida que se va enterando de todo aquello que su buena esposa le mantuvo oculto.
También vuelven los malos, comandados por la sensual Lila (Valeria Bilello) y se sabrá, de una vez por todas, cuál es el propósito del misterioso y cruel Presidente. Y, como no podía ser de otra manera, las elecciones sexuales de ciertos personajes se pondrán en juego, dejando en claro una vez más que en este universo de sensates y humanos sensibilizados el abanico de relaciones que pueden entablarse es tan personal como infinito.
¿Alcanzan los 150 minutos para cerrar todas las historias? Sí, pero a expensas de que algunos personajes como Capheus o Lito pierdan peso dramático y se conviertan, en ciertos pasajes, en burdas caricaturas de sí mismos que sirven de apoyo al resto. En el caso de Capheus, además, la ausencia de su círculo íntimo -su madre (Chichi Seii), su amigo Jela (Paul Ogola) y su novia Zakia (Mumbi Maina)- durante casi todo el desenlace resulta tan llamativa como injusta.
Algunos podrán argumentar que Lana Wachowski - a cargo de la dirección, en solitario, desde la segunda temporada- y los otros autores, J. Michael Straczynski y Aleksandar Hemon, podrían haber obviado la presentación de nuevos personajes con enigmáticas revelaciones o haber recortado alguna de esas largas escenas con música de fondo que poco aportan a la trama para darles a esos personajes un poco más de protagonismo. Es cierto. Podrían haberlo hecho. Pero esas escenas y esos devaneos filosóficos -tan criticados por quienes decidieron abandonar la serie - son, también, un sello de Sense8.
Seguramente, con una nueva temporada, ciertas situaciones se hubiesen resuelto de otra manera; pero la realizadora contaba con poco más de dos horas para concluir la historia y se inclinó por darle a los televidentes una ración de cada uno de los condimentos que hicieron de la serie en un producto de culto. Porque, como explicita el cartel que sucede a la última escena, este capítulo final no es para todos, es para quienes lograron eso que parecía imposible.
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