Sebastián Ortega: "Tengo un poder de deseo muy grande; me siento un gran soñador"
No debe haber en el mundo de la producción audiovisual argentina una figura protagónica de tan bajo perfil como Sebastián Ortega , sobre todo si se contrasta su natural reserva a la exposición pública con la expectativa que despiertan algunas de las creaciones surgidas de la productora Underground, de la que es máximo responsable. En los últimos tiempos, sobre todo dos de ellas. La tira 100 días para enamorarse, que acaba de cosechar dos premios muy significativos, y la serie El marginal , cuya tercera temporada comienza esta noche, a las 22, en la TV Pública .
Son muy contadas las entrevistas mano a mano que concede Ortega, pero cada vez que habla (como en esta oportunidad, a solas con LA NACION) deja a la vista una claridad conceptual que se destaca entre sus pares. Cada respuesta suya es el resultado de una cuidadosa articulación de palabras e ideas que no concluye hasta que siente que la idea expresada adquiere precisión completa y absoluta. En la tranquilidad con la que habla en vísperas de un estreno muy significativo (que una ficción local llegue a su tercera temporada es toda una rareza) no hay huellas de esa pasión casi ilimitada que, según sus palabras, impulsa toda su actividad profesional. Para la que no hay descanso y sí un compromiso absoluto que asume y a la vez exige a cada uno de sus colaboradores. La charla transcurre en la amplísima oficina que Ortega ocupa en la sede de la productora, en el corazón del distrito audiovisual porteño en el barrio de Palermo. En un costado se acumulan réplicas en escala de autos de colección, y detrás del escritorio principal se destacan los afiches de los principales ciclos de la productora.
–Después de ganar con 100 días para enamorarse un premio tan mediático y glamoroso como el Martín Fierro de Oro acabás de recibir un reconocimiento bien distinto, el de FundTV, y por los valores educativos del programa. ¿Qué valor le das a esta última distinción?
–El programa logró eso: destacar determinados valores conectados con la familia. Yo tengo tres hijos adolescentes y estoy atento como nunca a ellos desde mi lugar de padre. Los dos premios son de enorme valor para nosotros, pero el último satisface el orgullo que sentimos por haber puesto un programa así en el aire.
–¿Y qué tipo de valores familiares expresa a tu juicio este programa, como para haber merecido el premio?
–El más importante es la comunicación, aunque no sé si llamarlo valor. Es una de las grandes dificultades que marca la relación entre padres e hijos. Pertenecemos a diferentes épocas y el mundo está cambiando a una velocidad muy rápida. Hoy los chicos prácticamente no reciben información de sus padres. Ellos mismos la buscan, la tienen al alcance de la mano. Antes eran los padres quienes decidían qué tipo de información les llegaba a sus hijos. Hoy, ellos ven y escuchan lo que deciden ver y escuchar.
-Vos sos padre y te enfrentás a ese problema. ¿Le aplicás algún filtro a la información que les llega a tus hijos?
-No, al contrario. Les hablo. Me gusta anticiparme a lo que siento que ellos están buscando. Tal vez mis hijos quieran compartir algo con otra persona que no sea yo y quiero adelantarme a eso. Hace unos días empecé a ver la serie Euphoria y me impactó mucho. Lo primero que hice fue llamar a mis dos hijos más grandes, les pregunté si la habían visto y les recomendé hacerlo, para poder hablar de esos temas con ellos. Trato de estar presente antes de que aparezca la pregunta. Y la ficción me sirve mucho para eso.
–¿Por qué?
–Yo no soy el padre más comunicativo del mundo. Tengo una madre muy comunicativa y un padre muy poco comunicativo desde la palabra, pero muy comunicativo desde el ejemplo [N. de la R.: Evangelina Salazar y Ramón Palito Ortega]. Y yo trato de rescatar lo mejor de los dos, para estar presente en ambos frentes. Mis hijos consumen mucha ficción, como yo, y esa es una linda forma de poner sobre la mesa ciertas cuestiones que a lo mejor ellos no tienen resuelta o que me gustaría conversar con ellos.
–La historia de Underground muestra que tus programas tratan de responder algunas de esas preguntas. ¿Acompañan esos ciclos tu evolución personal? ¿Retomarías algún proyecto que hiciste, digamos, hace diez años?
–No, porque ya atravesé ese momento. Ya despejé esos interrogantes. Hoy tengo otros. En 2006 mis hijos tenían 5, 3 y un año y medio. Hoy tienen 18, 17 y la más chica acaba de cumplir 14. Estoy en otro momento de mi vida, otro momento mío como padre, hijo, hermano, amigo. Y si revisás las ficciones más cercanas a mi vida personal vas a ver una progresión en cuanto a mi crecimiento.
–O el tiempo vivido.
–Son las experiencias que me tocó atravesar. En términos éticos sigo siendo la misma persona que era a los cinco años. Eso no lo perdí. Mis hijos me ayudaron y la sociedad también te ofrece la opción de abrir los ojos o mirar al costado. Y a mí siempre me gustó encarar la realidad de frente, en otro sentido. Pasó el tiempo y hoy mi óptica en la vida no es diferente en cuanto a principios, pero también puedo mirar hacia atrás y reconocer todo el tramo recorrido.
–¿Tus hijos te plantearon algún interés por seguir tus pasos e involucrarse en este mundo?
–El más grande sí. Está convencido desde hace varios años que le apasiona la música. Yo no soy músico, pero en mi familia hay muchos. Mi padre, dos hermanos [N. de la R.: Emmanuel y Rosario Ortega]. Más allá de eso, lo más importante es que ellos muestren siempre algo que les guste. Que hagan lo que elijan con pasión. Si lo hacen así seguro van a saber encontrar el camino, porque los tres son muy inteligentes. Y así van a lograr lo que más me alimenta en el trabajo profesional: saber que siempre se aprende algo nuevo. Hasta el último día de mi vida quiero seguir descubriendo cosas.
–Si hay algo que hoy nos ofrece al mismo tiempo la convivencia entre lo viejo y lo nuevo es la televisión. ¿Hacia dónde va?
–Yo nunca vi televisión ni me siento parte de ella como se la reconoce convencionalmente. Yo veo contenidos. Siempre vi contenidos. Cuando nos mudamos a los Estados Unidos, apenas instalados vinieron a casa dos tipos, conectaron una caja al televisor y de repente aparecieron en la pantalla 70 canales. Y ahí se me abrió un mundo que me cambió la vida. Yo tenía once años y ya llevaba mirado mucho tiempo de tele acá, pero siempre vi contenidos. Más que la herramienta en sí, lo que me interesa es hacia dónde están yendo esos contenidos, porque se trata del valor esencial de lo que seguimos llamando televisión.
–Van a lo que hoy llamamos segundas pantallas. El televisor dejó de ser el dispositivo único desde el que se siguen esos contenidos.
–Claro, hay plataformas que te permiten verlos en el celular, en una laptop o en un proyector instalado en tu casa. Pero yo no voy a cambiar mis contenidos porque salgan en una plataforma, en un canal de cable o en un canal abierto. Ahora puede cambiar la duración, porque nos acaban de pedir que armemos una historia con capítulos de diez minutos para celulares. Pero la visión o la impronta que podamos darle a todas esas historias es lo más importante, el corazón de lo que hacemos.
–¿Por qué Underground siempre le dio prioridad a las ficciones?
–Porque es lo que más disfruto. Desde el momento en que nace cuando voy en el auto, veo algo y queda una semilla en mi cabeza que después crece y toma forma, hasta el instante en que la historia completa aparece en la pantalla. Una de las expresiones que más me llamaron la atención cuando aprendí inglés fue wishful thinking. Después entendí que el deseo es una de las características más importantes de mi personalidad. Tengo un poder de deseo muy grande, con mucha energía. Cuando quiero llevar a cabo una idea me propongo desarrollarla, descubrir sus matices, darle colores, ponerle rostros, un sonido, una manera de contarla. Me siento un gran soñador. Y quiero compartir esos sueños con la mayor cantidad de gente posible.
–El tuyo es el triunfo de la voluntad. Del que no frena o interrumpe un proyecto hasta tener la certeza de que va a poder concretarlo.
–Por eso no hice ninguna tira este año. En marzo, Telefe nos ofreció la posibilidad de grabar un programa nuevo. Teníamos un estudio de 1200 metros cuadrados a disposición, toda la técnica del canal en colaboración con nuestras cabezas de área. Lo más importante, lo primero, es transmitir con claridad el concepto, lo que queremos hacer.
–¿Cómo se aplica esa idea en tus producciones?
–Concepto significa tener la idea bien clara. Cómo llegar del punto A al punto B. Para ser un buen productor o director primero hay que ser un muy buen espectador. Y yo creo que lo soy, sobre todo de ficciones. Por eso me dedico a esto. Tengo muy claro lo que me gusta mucho y lo que no me gusta nada. Sé muy bien lo que quiero y lo que no quiero, y eso me ayuda a tomar decisiones rápidas.
–Ya nos quedó claro lo que querés. ¿Y qué es lo que no te gusta?
–No quiero malos actores. No quiero compartir el trabajo con gente que hace las cosas a medias o que estén mirando el reloj para ver cuándo termina la jornada de trabajo. Me gusta la gente a la que no le importe la hora en la que terminamos. En El marginal tuvimos grabaciones largas y esperas muy extendidas, algo muy desgastante para el equipo. Pero por ahí un viernes terminábamos de grabar a las 8 de la noche e igual todos se quedaban a comer un asado dentro de la cárcel. Esa es la gente con la que quiero trabajar. Que se piense en el resultado artístico y no en el financiero, para eso están los administradores. Quiero que la atención del público esté puesta en la calidad y en la novedad, no en el impacto fácil y la repetición. No me imagino haciendo el mismo programa durante diez o veinte años.
–El marginal no llega a eso, pero rompe una tendencia fuerte de las ficciones argentinas. Siempre les cuesta llegar a una segunda o a una tercera temporada, como en este caso.
–Y sin un canal atrás. Sin nada atrás. Acá todo se hace a pulmón. Hasta el día de hoy no tenemos el aval de nadie. Lo que entra es lo que se gasta. Para cada proyecto hay que seguir un examen distinto.
–El marginal 3 se va a ver de nuevo por la TV Pública y las temporadas anteriores están en Netflix. Pero en tus tiras más fuertes siempre tuviste un paraguas audiovisual corporativo muy fuerte como el de Telefe, que ahora pertenece a un conglomerado global tan poderoso como Viacom.
–No es así. Yo no tengo ese paraguas. Si a mí me va mal con una tira tengo que esperar hasta el año siguiente para presentar otra y que el canal me la acepte. De lo contrario no la hago. Yo no puedo hacer tres tiras en un año como Eltrece. No tengo la posibilidad de que me vaya mal en una y en el medio me digan "no importa, empezá a preparar la siguiente". Yo no tengo cinco dardos en una mano. Tengo uno solo. Y si no lo clavo en el medio, por lo menos tengo que clavarlo cerca del medio. De lo contrario no vendemos publicidad, los auspiciantes no entran. La nuestra es una verdadera productora independiente. Nuestros competidores tienen más respaldo. Acá todo se hace a pulmón. En comparación con otras productoras la diferencia es abismal en cuanto a los recursos con que contamos.
–Esa pasión podría vincularse con el modelo de ficción que prevalece en la Argentina. Tiras como 100 días para enamorarse tienen un ritmo casi inhumano de grabaciones, todos los días. Eso explica por qué no hay segundas temporadas.
–Desde mi lugar siento que todo pasa con que la gente se enganche o no con una historia. Es así, sin vueltas. Mientras haya buenas propuestas con calidad suficiente ese tipo de programas va a seguir existiendo. Quizás dejen de llamarse tiras y pasen a ser, como se las suele denominar ahora, "súperseries".
–El marginal es otra cosa. Temporadas más cortas, historias más compactas. ¿Qué tiene de nuevo esta tercera temporada?
–Varias cosas. La cárcel es un universo interminable. Como una ciudad. Con sus leyes, sus gobernantes, sus clases sociales. Y lo que más me interesa es cómo funciona ese sistema de convivencia que no tiene nada que ver con lo que pasa en las cárceles de verdad. Nosotros generamos nuestro propio universo y contamos la historia desde ahí. Si bien trabajamos a partir de información recogida entre exconvictos y recurrimos a gente como Rodolfo Palacios, que escribió sobre ese mundo y lo conoce bien, mostramos nuestra propia visión de ese universo. Que funciona mal, pero funciona. Y un poco refleja lo que pasa en la sociedad verdadera.
–¿Te interesa el debate social generado alrededor del programa?
–El marginal es una historia que se basa en sus personajes. Cuando llega Halloween me llegan fotos de una cantidad increíble de personas que se disfrazan como Diosito. Cuando te alejás y ves la pintura completa es un lindo cuadro, pero cuando te acercás cada personaje tiene un color diferente. Creo que la gente se enganchó más que nada con eso, con los personajes. Los querés ver vivir. Eso pasa con la mayoría de las series que llegan a una tercera temporada.
–Si ese entusiasmo perdura podría abrirse la puerta para que haya más temporadas.
–Sin dudas. Pero lo veo difícil. El tiempo y la energía que le ponemos a El marginal se lo quitamos a una tira que, como te podrás imaginar, es mil veces más redituable. Pero esa es una característica de Underground. Venimos acá a trabajar sin pensar que a fin de mes, más allá de cobrar nuestro sueldo, nos podemos llevar algo adicional. Al contrario, preferimos resignar esas cosas para hacer lo que nos gusta. Quizás algún día podamos sacarnos la mochila de sentirnos obligados a hacer algo determinado. Este año fue una excepción porque venimos de algo tan bueno como 100 días para enamorarse que nos permitió dedicarnos más a hacer lo que mejor nos sale: ficciones "boutique" como El marginal y también cine.
–O la serie para celulares de diez minutos por capítulo de la que me hablabas antes.
–Fue un pedido muy reciente y un desafío que me encanta. En esos diez minutos hay que ser muy contundente para convencer a quienes nos ven y quieran pasar al capítulo siguiente. El círculo se hace cada vez más chico por el recorrido.
–¿Por ahí anda el futuro?
–No. El futuro siempre pasa por el contenido, por las buenas historias. Que pueden durar cinco minutos, diez o dos horas por episodio. Siempre fue así. Obviamente, el avance tecnológico nos permite progresar y reemplazar esos cromas horribles de antes por buenos efectos especiales. Pero el futuro no va a cambiar mucho respecto del presente. En la década del 50 los americanos construían en el fondo de sus casas refugios contra ataques nucleares.Y ayer miraba la serie Years and Years y es un poco lo mismo. La gente sigue con los mismos miedos. Y el miedo es un gran llamador. Volviendo a El marginal, todos tenemos miedo de ir en cana. Tal vez en tu caso o en el mío sea algo poco factible, pero un accidente involuntario te puede llevar a la cárcel. Nadie está exento un 100% de esa posibilidad.
-Pensé que cuando hablabas de miedos ibas a referirte sobre todo al miedo al futuro. Hay muchos cambios políticos y sociales alrededor de eso en el mundo de hoy.
-Es que el miedo se transforma en fantasía y eso dispara la ficción. Esos miedos siguen existiendo. También los sueños, la ambición, el desamparo. Cosas con las que los seres humanos sensibles se identifican y por eso los que hacemos ficción tenemos que poner el ojo allí. Tratar de generar contenidos que en un punto puedan acercar algunas certezas a la gente. O por lo menos satisfacer ciertas inquietudes.
–Quizás la trama de la futura serie para celulares vaya por allí.
–No puedo anticipar nada, pero estamos pensando en dos tipos de formatos. Uno con continuidad y otro episódico. Esto es algo muy reciente, tuvimos solo dos llamados telefónicos.
–¿Y de la tira o "súper serie" del año que viene se puede decir algo?
–Estoy muy entusiasmado. Tiene que ver con el volver a empezar y está planteada en el contexto de un país en crisis y de una persona que vuelve a la Argentina después de 20 años viviendo en un país del primer mundo. De forma casi obligada, esta persona tiene que reencontrarse con su antiguo lugar y convivir de nuevo con lo bueno y lo malo de un país con características como el nuestro. Tiene que rescatar lo mejor y tratar de corregir lo que no está bien, tanto en sus afectos como en su compromiso con la sociedad. Los protagonistas van a ser Juan Minujín y Carla Peterson .
–¿Cómo ves la situación actual de la industria audiovisual y de la producción de contenidos en la Argentina?
–Creo que hay una revolución de contenidos. Ahora está de moda ser productor [risas]. Veo una sobreoferta y a la vez mucha demanda. Al final creo que va a subsistir aquello que cuente con los recursos suficientes como para seguir adelante. Y quizás los demás van a quedarse en el camino. Hace diez años para vender una ficción argentina al exterior había que salir con una valija y una carpeta para mostrarla en las ferias y mercados más importantes. Hoy te suben el producto a una plataforma y enseguida te están viendo en todo el mundo. Esto puede seguramente generar alguna situación de malaria, porque todos quieren entrar y la puerta es chica. No hay espacio para que la atraviesen todos. El tamaño de esa puerta va a servir como filtro para que puedan atravesarla aquéllos que cuenten con capacidad suficiente para pasar al otro lado y seguir produciendo.
–¿Tu empresa es sustentable en este momento? ¿Tuviste que achicarte o reducirla por la crisis?
–La verdad es que llegamos a fin de mes con lo justo. La gente erróneamente cree que porque somos Underground estamos nadando en plata. Estamos muy lejos de esa imagen. Como te decía, tenemos un solo dardo por año, cuando lo tenemos. Y los unitarios nos obligan a escarbar por acá o por allá. El éxito, la repercusión y las buenas críticas después permiten ir a golpear las puertas de quienes te pueden apoyar o subsidiar. Pero nadie te va a dar otra oportunidad para hacer algo que se demostró no redituable, porque el dinero no se recupera. Se habló mucho en su momento de los subsidios del Incaa y algunos nos criticaron por recibirlos. Creo que Underground está dentro de los ejemplos de subsidios bien otorgados, porque todo lo que hicimos con apoyo oficial, de Historia de un clan a El marginal, recuperó el dinero aportado y le dio la posibilidad a la Argentina de ganar festivales y de que el talento local trascienda fronteras. Nosotros no disfrutamos de las ganancias ni vamos atrás de eso.
–¿Cuál debería ser a tu juicio el papel del Estado en todo este esquema?
-Lo más importante pasa por la evaluación de proyectos, a quién se le otorga el apoyo y qué puede hacerse con ese respaldo. Es como en todas las actividades: hay que medir el nivel de responsabilidad y de capacidad que pueda tener una empresa para devolverle al Estado ese apoyo que te entrega.
–¿A Underground le da lo mismo que gane el actual oficialismo o la oposición en las próximas elecciones?
–Nosotros recibimos apoyo del gobierno anterior y también del actual. Eso creo que habla bien de ambos en cuanto a poner el voto de confianza en una productora que siempre respondió a los subsidios con buenos productos, nunca salió del presupuesto acordado y logró que sus contenidos viajen y se muestren en el mundo, que es una de las grandes razones por las cuales los gobiernos apoyan a la cultura. Sea cual fuere el gobierno que viene esperamos seguir respondiendo con el mismo nivel de responsabilidad si esos lineamientos se mantienen.
–Polka acaba de celebrar 25 años como productora. ¿Te imaginás en algún momento viviendo un cumpleaños similar?
–Le tendría que preguntar al cardiólogo [risas]. Ojalá que sí. Adrián Suar es una persona a la que admiro. Fue un gran precursor de la producción independiente. En los primeros tiempos de Underground, Adrián fue para nosotros un ejemplo a seguir y más tarde, cuando nos afianzamos, se transformó en un incentivo. Además fue siempre la competencia más directa que tuvimos. Sé que Adrián dijo que Underground había sido un estímulo para transformarse en una mejor productora. Lo mismo podemos decir de él.
Nuevos rostros para San Onofre
La tercera temporada de El marginal, que se pone en marcha hoy, a las 22, por la TV Pública, se ubica cronológicamente entre la segunda y la primera. Dos años después del llamado "motín de las palomas" y un año antes del secuestro de Luna Lunati. En este contexto, los hermanos Mario (Claudio Rissi) y Juan Pablo "Diosito" Borges ( Nicolás Furtado ) se hacen fuertes y extienden su poder en la prisión de San Onofre. A pedido del alcaide Antín (Gerardo Romano) deben hacerse cargo de la protección y seguridad de un recién llegado, un muchacho de 20 años ( Lorenzo Ferro , el protagonista de El ángel), hijo de un acaudalado empresario.
"El personaje de Ferro –explica Ortega– es un chico de 20 años que tuvo la imprudencia y la desgracia de manejar un auto mientras él y sus amigos toman alcohol y provocan un cruento accidente de tránsito. El episodio se filma, queda viralizado y determina la condena del personaje. La condena social impide que el padre pueda hacerlo zafar de la cárcel. Y el chico entra con un nivel de gran ingenuidad a la selva que es San Onofre. Allí empieza a construir su propio personaje con la protección de Diosito y los tipos más poderosos del penal. Eso ya muestra un punto de vista diferente al que podían tener los personajes de Juan Minujín o de Esteban Lamothe en las temporadas previas".
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