Santiago del Moro irrumpe con atuendo informal. Es un baby face de afeitada perfecta, alejado de la tendencia hipster. Sus 41 años podrían mentirse en una década menos. Es de hablar rápido y mirar a los ojos. Sentado sobre una banqueta alta, las piernas le quedan colgando. El aprovecha para moverlas sin cesar, como un chico ante la ilusión de algo bueno por suceder. Eso bueno por suceder tiene rótulo de quiz show y nombre consolidado como una de las marcas más afianzadas en la televisión internacional. Desde este lunes, a las 21.15, Santiago del Moro tendrá la responsabilidad de timonear el prime time de Telefe con una nueva temporada de ¿Quién quiere ser millonario?, el formato exitoso en 120 países que apuesta, desde el entretenimiento, a balancear conocimientos y expectativas monetarias de los participantes. Seguramente, el programa contará con una buena dosis de suspenso sostenida en las decisiones de los concursantes por seguir compitiendo, a partir de 15 preguntas de dificultad ascendente, en busca del premio mayor de dos millones de pesos o bien abandonarlo todo y llevarse lo cosechado hasta el momento. "Me permitirá correrme del foco. Los programas siempre tienen mucho que ver conmigo, pero acá hay reglas claras que cumplir", dice el animador ni bien comienza la charla con LA NACION.
Interesante equilibrio el suyo. Se percibe su esencia pueblerina. Aflora. Pero se mueve en las grandes ligas de los medios como pez en el agua. "Los pasos que di, desde que arranqué en Much Music, fueron pensados, en contraposición a mi ansiedad. En la vida me salió todo lento y eso me ha servido para construir buenos cimientos", reconoce. Ahora es el turno de probarse en un formato que, en Argentina, tuvo una primera performance en 2001 bajo la conducción de Julián Weich. Causalidades del destino, cuando Santiago del Moro inició las conversaciones con Telefe, le manifestó a Darío Turovelzky –SVP de Contenidos Globales de Viacom Americas y Co-Chief de Viacom Cono Sur– su deseo de conducir ¿Quién quiere ser millonario? "Inmediatamente, Darío sacó una carpeta con los derechos del programa y mis iniciales. Era el candidato pensado por él para conducirlo", recuerda aún asombrado.
Líder
Viene de conducir Intratables, el ciclo de América al que le dio su impronta y se convirtió en disparador de agenda política. Su programa El Club del Moro lidera, en La 100, la primera mañana radial. Y, desde hoy será la imagen de Telefe en la franja horaria más competitiva de la televisión. Con todo, pareciera ser que Santiago Pascual del Moro no perdió la naturaleza de ese pibe nacido en Tres Algarrobos, un pequeño pueblo, al norte de la provincia de Buenos Aires, de 3500 habitantes. "Uno nunca deja de ser del lugar donde nació. Cuando me relajo, sigo aspirando las eses, ese soy yo, nunca negué mi origen", reconocerá recreando esa forma de hablar que lo acerca a los suyos. "Vuelvo siempre porque allí viven mis padres". Sin embargo, las vueltas evolutivas de la vida lo llevaron a concretar ese deseo profundo de pertenecer a los medios de comunicación. Pretensión que nació en los albores de su adolescencia cuando se sentó frente a los micrófonos de la radio de su terruño. "Cuando comencé a trabajar en esto, me di cuenta que era lo mío. Tuve suerte, pero también trabajé mucho para transformarme en lo que soy".
Lo suyo parece ser el mainstream de los medios. Allá lejos, Daniel Hadad le propuso conducir en Radio Pop y le auguró que destronaría a Mario Pergolini. "Pensé que estaba loco", recuerda del Moro, quien se acostumbró a encabezar aunque reconoce: "no pienso en ser el primero, ese sería un razonamiento muy berreta".
–Mucha gente se desvive por estar en el primer puesto.
–¿Ser número uno de dónde? ¿Llegar a dónde? Cuando no sos número uno, ¿qué cambia? Nada. Si salís segundo o tercero, el auspiciante también estará.
–Quizás tenga que ver más con los egos.
–Me corro de ahí. Trato de sacarme presión porque sé que, en algún momento, no seré número uno. No creo ni en el tiempo ni en la edad. No creo en el poder residual de las cosas porque te volvés rancio, te instalás en la queja y empezás a envejecer.
–¿Cómo manejás la presión ante un estreno como el que vas a enfrentar hoy?
–Aprendí que nada es para siempre y que todo continúa. Desde ya, hay nervios porque tengo que estar a la altura de las expectativas. Y sé que hay mucho prejuicio sobre mí porque vengo de otro palo.
–También sobrevolaban los prejuicios cuando comenzaste a entrevistar a políticos.
–No me hago cargo de eso. En lo que voy a hacer no hay una versión, soy yo. Al igual que en la radio.
–¿Creés que te resultará complejo pasar de un formato atravesado por la noticia cruda al entretenimiento?
–Es la característica de mi carrera. Salté de la música a los chimentos. Y de ahí a la actualidad. Soy conductor de televisión y, por otra parte, creo que uno siempre está en formación. Tengo las herramientas para llevar adelante determinados proyectos. Respeté lo que hice y nunca me sentí periodista.
–Sin embargo, lo que decías en Intratables marcaba agenda.
–El mundo político siempre me terminaba buscando. Sabía que lo que decía, molestaba a un lado y al otro. Pero la gente siempre me vio como una persona de trabajo, un tipo honesto que no le robaría nada a nadie. Duermo tranquilo. Nunca hice un evento político, nunca fui a un carnaval de un político. No era lo mío. Seguí mi camino.
–¿Hubo algún político que te haya generado un disgusto frente a cámaras?
–Para que alguien te genere un disgusto, primero tenés que haber confiado y, a mí, la política hace muchos años que me traicionó.
–¿Por qué?
–Hay cuestiones básicas que no se solucionan. Este país no sale adelante solo con un presidente. Acá tiene que haber un proyecto de país, lo tenemos que resolver entre todos.
–¿Recibiste algún llamado con presiones o amenazas?
–Jamás recibí amenazas. Me llamaban para pasarme información en off y yo decía que el único off que conocía era el de los mosquitos. Me corro de la crítica y de las fake news. Con tanto nivel de haters, uno tiene que estar más allá de eso y tener el cuero duro. De todos modos, nunca hablé de política sino que me expresé como ciudadano.
–¿El año electoral fue un motivo para abandonar Intratables?
–Para nada. De hecho, la primera opción fue hacer en Telefe un programa de fin de semana para que pudiese seguir en América.
–¿Por qué dejaste un lugar en el que estabas tan afianzado?
–Sentía que mi camino en Intratables ya estaba recorrido. Era el momento, tenía ganas de reírme. Lo procesé y lo fui hablando con la gente que correspondía.
Público y privado
Los tres algarrobos en los que se sostiene Santiago del Moro son su mujer María, también oriunda de su pueblo, y Catalina (8) y Amanda (5), sus dos hijas. "Tengo una familia que me banca. Con mi mujer no estamos casados, pero es como si lo estuviéramos. Ese armado familiar es el te contiene para llegar adonde estás".
–Sos de mostrarte muy poco. Vas, en cierta forma, a contrapelo del "manual de la estrella mediática".
–Todo esto es parte de un juego y lo entiendo, pero no tiene nada que ver conmigo. Mi vida es muy tranquila. Si me han encontrado con mi familia estuvo todo bien. Me manejo sin histerias.
–Todavía hay mucho de aquel pibe de Tres Algarrobos. ¿Es una decisión consciente no abandonarlo?
–Toda la vida me corrí del foco. Nunca mi vida personal tuvo que ver con mi parte profesional. Eso me ayudó a mantener mi cabeza sana. Estoy acá, es mi trabajo, tengo que hacer el mejor programa posible, pero salgo del canal y no sigo colgado a eso. Si no me pudiese desenganchar estaría loco.
–En el medio hay mucha gente que no distingue ambos planos.
–Trabajando con músicos, y luego con políticos, pude comprobar que hay muchas personas alienadas. Me encontré con gente no real, que no mira a los ojos, que no empatiza.
–Más allá de lo aparente, ¿dónde encontrás la mayor diferencia entre Tres Algarrobos y una metrópolis cosmopolita como Buenos Aires?
–Allá se conservan valores elementales. Todos saben quién es quién. Es otro modo de encarar la vida. La gente del interior, aunque viva sola, no está sola. Siempre hay un contexto que ayuda y contiene. Algo que aún me llama la atención es que, acá, la gente no saluda y camina ensimismada. Además, me sorprende que se piense que todo sucede en Buenos Aires. El país tiene realidades muy diferentes.
–En cierta medida, ¿Quién quiere ser millonario? apelará también a desnudar esas historias mínimas.
–Hay gente que llegará porque quiere reencontrarse con un familiar o para volver a la casa natal de sus abuelos. Todo va más allá de un objetivo frívolo como comprarse un auto cero kilómetro o poder viajar a Disney. Cuando me encuentre con esas historias seguramente me me vulneraré.
–¿Te considerás vulnerable?
–Demasiado. Cuando hacía Intratables había historias que me llevaban puesto. Que no comiencen las clases, que un chico no tenga para comer, o que no haya agua potable en una canilla, no me es ajeno. En nuestro país, hay cuestiones básicas insatisfechas. Es un despropósito que haya gente que trabaja toda la vida y no pueda tener su casa. Es muy injusto, pero es la realidad que nos toca.
–En tu caso, ¿cómo te has manejado con el dinero? ¿Qué valor le das?
–El dinero tiene que ser el justo y necesario, sino puede ser peligroso. En ese aspecto, soy básico. Siempre soñé con poder trabajar para poder tener mi casa. Una vez que logré eso, me relajé. De todos modos, la plata me da seguridad, no tanto por mí sino por la gente que quiero. Yo me arreglo con nada, estoy jugado, me adapto. Si vas por la vida detrás del dinero, te perdés.
-El día que entrevistaste al presidente Mauricio Macri, atravesabas la pérdida del embarazo de tu mujer. ¿Conservan el deseo de volver a ser padres?
–No depende de mí. Ojalá. La paternidad me potenció. Me encanta el rol y me hubiese gustado tener diez hijos.
–El año que viene, Telefe cumple 30 años. ¿Será el momento de cumplir el viejo sueño compartido con Cris Morena de reeditar Jugate conmigo bajo tu conducción?
–La fantasía inicial por los medios, el mensaje de ser uno mismo, me lo transmitió Cris con su programa. Cuando nos conocimos, nos dimos cuenta que teníamos muchos puntos en común. Ella alguna vez dijo que yo era la persona indicada para conducirlo. Me encantaría.
–Hoy comenzarás a competir con Guido Kaczka, a quien le va muy bien en El Trece. Pero, además, él conduce el ciclo de La 100 que continúa al tuyo. ¿Cómo será ese pase al aire?
–Nuestras familias son amigas. Sabíamos que, en algún momento, algo así podía pasar. El otro día le decía: "Guido te juro que iba a hacer algo los fines de semana, no sé qué pasó". Es algo que nos excede a nosotros. Está buenísimo que estemos los dos en los canales principales y que nos vaya muy bien a ambos, más allá que uno siempre quiere ganar. Esa cosa de la competencia es un punto muy chiquito.
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