Sandro: vivir para cantar, cantar para vivir
El anteúltimo episodio de Sandro de América marcó el inicio del último tramo en la historia del popular músico. El capítulo comienza con un auto que llega a la casona de Sandro, y de ese auto se baja Roberto Sánchez, interpretado por Antonio Grimau . Unas de las primeras imágenes es especialmente reveladora: en el baúl del vehículo se destaca un tubo de oxígeno, compañero obligatorio del músico en sus últimos años de vida. Por otra parte, en la vida del gitano ya se encontraba un nuevo romance, el de Olga Garaventa ( Muriel Santa Ana ), la mujer que con el tiempo se convertiría en su esposa.
El eje del episodio está puesto en el deseo de Sandro por realizar un último concierto en el Gran Rex. Aresi (Marcelo Sein), su representante, no considera que esa pueda ser una buena idea. Por un lado porque físicamente el astro no puede lidiar con las exigencias de un recital, y por otra parte, porque sabe que la imagen pública de su representado y sus problemas de salud no inspiran confianza. Olga, por su parte, se enoja con Roberto porque considera que al encapricharse con una presentación en vivo, pone en jaque su salud. Pero nada de eso le importa al protagonista, que contra viento y marea sigue adelante en su plan por hacer un Gran Rex.
Decidido a llevar adelante su deseo, Sandro convoca a unos nuevos músicos para que lo acompañen. Son viejas caras conocidas y otras desconocidas, pero a todos los une no solo el tener la misma edad que Roberto, sino también una admiración total por él. Con respecto a su salud, en este tramo aparece Tao (Chang Sung Kim), un hábil kinesiólogo que ayuda al músico a aliviar sus dolores. Procurando encontrar equilibrio en su vida, Sandro comienza a ensayar con su nueva banda, pero sus problemas respiratorios le impiden cantar. Y ante ese impedimento, es Tao el que da con una ingeniosa solución: camuflar el tubo del respirador por detrás del micrófono, de esa forma, Sandro puede acceder al oxígeno mientras canta sus piezas. La prueba es un éxito, y el músico se entusiasma frente a la posibilidad concreta de cantar nuevamente ante el público.
Viendo que no hay manera de ponerse en su contra, tanto Olga como Aresi finalmente acceden a darle el gusto al músico y comenzar a ayudarlo con los preparativos. Al poco tiempo descubren que la vuelta de Sandro puede ser otro de los tantos picos de su carrera. El público se emociona, Las nenas hacen filas eternas en el Gran Rex y todo el mundo parece decidido a ver al cantante en su nueva presentación. Ante tanta convocatoria, las funciones comienzan a multiplicarse y lo que en un principio parecía un gusto personal que quería darse el músico, pronto se convierte en algo mucho más grande cuando el Gitano descubre que deberá tocar más de veinte veces para dar abasto a la gigantesca demanda de sus fans. Olga sufre pero decide apoyarlo, y Aresi le impone férreas medidas que resguarden su bienestar con el fin de evitar que el músico sufra algún tipo de descompensación en sus muchos recitales. Con la salud golpeada, con sus energías algo bajas, y con su voz un poco resentida, Sandro igualmente no duda en devolverle una vez más a su público el amor que siempre recibió, y se demuestra a sí mismo, una vez más, que su gran motor en la vida es la pasión por el canto.
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