Rosa... de lejos: secretos de la telenovela sobre una "feminista intuitiva" que paralizó a un país
"Rosa... de lejos es un descubrimiento, para mí. Todo este tiempo creí que había sido una novela muy exitosa y muchas gracias, pero ahora me doy cuenta que ayudó a abrir la conciencia de mucha gente", sostiene Leonor Benedetto sobre la ficción televisiva que la tuvo como protagonista, en 1980, y que se convirtió en un verdadero hito.
"Confieso que hubo momentos en que llegó a ser una especie de fastidio porque mi estupidez no veía qué significaba Rosa. Pero siempre algo me la traía, para que no me olvidara de ella. Llevo 40 años preguntándome si el amor que me demuestra la gente es hacia mí o hacia ella. Pero una vez una mujer me dijo que Rosa no hubiera sido lo que fue si la hubiese hecho otra actriz. Y me gustó eso. Rosa es un símbolo", observa en diálogo con LA NACION, sin disimular cierta satisfacción.
Rosa... de lejos es una novela que se resignifica 40 años después. A lo largo de 264 capítulos, la directora y productora María Herminia Avellaneda convierte a una víctima en una heroína. Y en los 30 años que transcurren en la ficción, se muestra cómo una mujer humilde y analfabeta se convierte en una mujer empoderada y admirada por todos. Dista de ser una historia romántica, más bien es un relato de superación. Además, fue la primera telenovela que se emitió a color. De hecho, el viejo Canal 7 -que por ese entonces ya se llamaba ATC (Argentina Televisora Color)-, empezó a transmitirla en blanco y negro, en marzo de 1980, y en el horario del almuerzo, a las 13.30. Y en mayo ya se podía ver a color. Llegó a tener 60 puntos de rating y se convirtió en uno de los programas más vistos de ese año. Finalizó en diciembre y, a diferencia de los culebrones de la época, no hubo boda aunque sí final feliz.
Rosa... de lejos fue la remake de Simplemente María, una historia original de Celia Alcántara que protagonizaron Irma Roy y Alberto Argibay en 1969. En la versión de 1980, Avellaneda fue la responsable de la producción y la dirección, y Benedetto la protagonista, acompañada por dos galanes: Juan Carlos Dual y Pablo Alarcón. El elenco se completaba con Chela Ruíz, Betiana Blum Rodolfo Machado, Cristina Tejedor, Humberto Serrano, Héctor Da Rosa, Gabriela Toscano, Gustavo Luppi, Hilda Bernard, Alfredo Iglesias, Perla Santalla, Susana Lanteri, Horacio Peña, Pablo Codevilla, Elena Tasisto, Arturo Maly e Isabel Spagnuolo, entre otros.
Una feminista intuitiva
Pero, ¿cuál era la trama de la novela que emocionaba a mujeres y varones por igual? Según la pluma de Alcántara y las atinadas pinceladas de Avellaneda, Rosa María Ramos (Benedetto) es una muchacha que llega a Buenos Aires desde Santiago del Estero, para buscar trabajo y ayudar a su familia. Al principio trabaja como empleada doméstica y vive en un conventillo de La Boca con su amiga Teresa (Blum). Allí conoce a Esteban Pasciarotti (Dual), un maestro que se enamora de ella, pero Rosa queda deslumbrada por Roberto Caride (Alarcón), un estudiante de medicina, de buena posición económica, con quien comienza una relación sentimental.
Rosa queda embarazada, y cuando Roberto se entera, la abandona. Ella decide tener a su hijo sola y se propone progresar en la vida. Aprende la profesión de modista y, luego de varios años de arduo trabajo, se convierte en una prestigiosa diseñadora. En la historia pasan 30 años, en los cuales se ve cómo Rosa cría a su hijo Tony (Luppi) que, ya adulto, se enfrenta con su padre y lo repudia por haberlo abandonado. Roberto se acerca a Rosa, quien lo rechaza. Finalmente, ella se da una oportunidad de amar a Esteban.
Según la autora, "la historia muestra a una de tantas campesinas que se lanza a la gran aventura, viajando en tren con lo puesto, sin instrucción, sin dinero, feminista intuitiva y heroína por necesidad. Una joven que creyó en el amor y despertó con un hijo en los brazos para enfrentar la cobardía de un hombre que le mintió. No es cierto que a una mujer sola, sin el respaldo de una familia importante o de un hombre rico, le sea imposible destacarse. Las que quieren, pueden. Y Rosa... de lejos es la vida de una gran mujer".
Cuando el trabajo se traduce en éxito
"Rosa... de lejos era una especie de enajenación donde el tiempo se convertía en algo parecido a la película Tiempos modernos, de Charles Chaplin. Ni siquiera podía cuestionar nada: me levantaba, me vestía, me maquillaba, grababa con el furioso rigor de María Herminia, que siempre agradecí, y mucho más a medida que pasó el tiempo y todo se volvió más laxo y los actores cambian la letra o no se la acuerdan y todo da igual. El arte es disciplina y rigor", dice, convencida, Benedetto. "Jamás respiré ese éxito mientras duraron las grabaciones: entraba al canal de noche y salía de noche. Y miraba con estupor todo lo que vino después, porque no lo atribuía exactamente a Rosa. Se me produjo una escisión", relata la actriz.
"La novela paraba el país. Duró un año pero fue como un siglo porque nos internábamos para grabar. Llevaba hasta ropa para hacer ejercicio y, en los ratos en que no tenía escenas, me cambiaba e iba a correr por el parque de ATC", cuenta Blum a LA NACION. "Mi hijo Sebastián era chiquito y de vez en cuando lo llevaba a las grabaciones, porque eso era como un claustro. En ese momento, ATC era una belleza. El bar era enorme y daba a un lago que después se secó. Yo me sentaba a soñar, a leer. Tengo recuerdos muy gratos, y era un grupo precioso. A María Herminia le importaba mucho armar elencos de buenos acores y de buenas personas. Fue duro porque eran muchas horas de trabajo. No había permisos, era como una conscripción. Fue un año hermoso, de mucho aprendizaje. Se trabajaba en serio y no podías saberte la letra más o menos. Me marcó mucho esa novela, y así me gusta trabajar", asevera.
También Alarcón tiene gratos recuerdos: "Trabajábamos doce horas por día, de lunes a sábados. Era absolutamente desgastante. No sabíamos qué estábamos haciendo porque no había una medición de rating minuto a minuto. Tampoco sabíamos si iba bien o mal porque, además, no veíamos a nadie: entrabamos a las 8 de la mañana y salíamos a las 10 de la noche para ir a nuestras casas y estudiar los libros para el día siguiente. Pero nos gustaba el resultado", remarca. "Mi esposa en ese momento era Mónica Jouvet y estaba trabajando en Mar del Plata. Yo quería ir a verla y María Herminia me dio un sábado libre. Hacia dos o tres semanas que la novela ya estaba al aire y no me dejaban caminar por la calle. No podía salir, no podía comer en un restaurante porque la gente me paraba, me pedía autógrafos, me hablaba de la novela. Volví con esta noticia que fue una alegría para todos", rememora el actor.
Cristina Tejedor, que interpretaba a la cuñada de Roberto, aporta sus recuerdos, para reconstruir ese momento. "No podíamos salir por la puerta principal porque había mucha gente, nos querían saludar, tocar, mirar en vivo y en directo. Salíamos escondidos por el estacionamiento, que era a la vuelta. Pero un día mi mamá vino a buscarme con el auto, y le dije: ‘Vas a ver un milagro que tal vez no vuelvas a vivir nunca, ni yo tampoco’. Ese día salí por la puerta principal y hasta sentí miedo, porque querían agarrarme, abrazarme, quedarse con un pedazo de mi pelo. Había seguridad que me ayudó a llegar al auto. Fue impresionante. Y de pronto la vi a mi mamá con la ventanilla baja, firmando autógrafos por ser mi mamá. Era muy loco", cuenta.
Simplemente Rosa
"María Herminia convirtió a una víctima en una heroína. Corrigió el libro de manera salvaje; yo la he visto arrancar hojas y tirarlas", dice Benedetto. "Me enamoré de ese personaje. No suele sucederme pero en esa oportunidad me metí en una especie de andarivel y no me salía de ahí. Me encantó porque, además, requirió de mí que no me hiciera la sexy, que no me pintara el pelo de colorado y los labios de rojo. Lo celebré porque yo soy mucho más Rosa que una mujer fatal", asegura. Y agrega: "Hoy estoy redescubriendo a Rosa gracias al trabajo que estamos haciendo con Erika Halvorsen: en junio estrenaremos en el Centro Cultural San Martín, una obra en la que Rosa... de lejos tiene mucho que ver".
La rigurosidad de Avellaneda, el modo de trabajar de aquellos años y la necesidad de contar una historia de superación, hicieron que el éxito llegara rápidamente. Y que el recuerdo de esa tira atravesara también varias décadas. "El último año hice una gira con mi unipersonal, Atentamente, y la gente me esperaba a la salida y me hablaba de Rosa. ¡Han pasado 40 años! Los teatros se llenaban, la gente se emocionaba con la obra y aplaudía, pero cuando me esperaban a la salida y me abrazaban, me hablaban de Rosa. En un momento hasta me dio bronca porque estaba rompiéndome la cabeza y el corazón, y para ellos seguía siendo Rosa", asegura Benedetto.
"Mis escenas más entrañables han sido con Betiana. Nos tenemos mucho afecto; por esas cosas del destino, hoy su nieto practica taekwondo con mi nieta. Betiana fue importante en muchos momentos de mi vida y me mostró caminos posibles que yo no había pensado ni tomado en cuenta. Nuestras escenas eran de verdad. Existe entre nosotras eso que a veces se da y otras no. Yo lo llamo 'verdad'. Cuando Betiana y yo nos miramos, pasa algo, es una comunicación que no es intelectual. Y eso traspasa la pantalla", recalca.
Mujeres que se transformaban
"Fue un programa muy importante para mi carrera. El personaje de 'Ita' fue una bisagra en mi profesión, porque pasé de ser una niña-actriz a una mujer-actriz", relata Gabriela Toscano. "Tenía 14 años, y recuerdo que ese verano usaba el pelo largo, por la cintura, y me pidieron que me lo cortara para parecer un poquito más grande. Fue un personaje al que quise mucho porque era una chica osada que se enamoraba de su primo hermano, Tony, y luchó por ese amor hasta que se casó con él y tuvo un hijo. Era una adolescente que iba hacia adelante, que luchaba por lo que quería".
Toscano trae al presente también la escena más fuerte que le tocó interpretar: "Recuerdo la escena en la que 'Ita' da a luz a su hija y muere en el parto. Fue fuerte para una chica de 14 años que había crecido en el mundo de la televisión y el cine y que todavía, en ese momento, no había pasado por estudios de teatro. Descubrí que podía actuar determinadas cosas y temas. Además era un elenco espectacular: había trabajado con algunos de ellos y a otros no los conocía", destaca.
Tejedor también recuerda su trabajo con Toscano: "Las escenas con Toscano, que era mi hija, eran terribles. Después de cada escena, la abrazaba y le pedía perdón por las cosas tremendas que decía mi personaje, para que no se juntara con el hijo de Rosa, de quien decía que tenía olor a cocina".
"Hicimos relaciones muy fuertes con algunos actores, a pesar de que no nos vemos seguido. Pero cuando nos encontramos con Leonor, charlamos como si nos hubiésemos visto ayer: el cariño está intacto. Cuando hacés una novela durante tantos meses, se entablan relaciones profundas que quedan para toda la vida. Recuerdo también que nos reíamos mucho con Pablo Alarcón, que tiene un gran sentido del humor", cuenta Betiana.
Tejedor, en tanto, explica el paso a paso de su transformación. "Cuando María Herminia me llamó para el personaje de Inés Caride, me pidió que la acompañara a la peluquería de Miguel Romano. Le contó el personaje, me sentó en un sillón de reina que él tiene y me preguntó si me podía cortar el pelo. Yo lo tenía bastante largo en ese entonces, y le dije que hiciera lo que quisiera. Pocas actrices había, en ese momento, con pelo corto. Me hizo un peinado tan maravilloso que la gente iba a pedirle ese corte, y ese peinado. Miguel tiene mucho que ver en el exterior del personaje, porque lo fue formando. Cuando me miré al espejo, empecé a sentir a Inés Caride", explica Tejedor.
Avellaneda, la gran hacedora
"Le tenía mucho cariño y respeto, y María Herminia a mí, porque después trabajé con ella en otros programas", dice la Toscano. "En el estudio de grabación, cuando se grababa, no volaba ni una mosca. Todos los técnicos estaban ocupados, y tenían que saber qué estaba pasando en escena. Había mucho respeto. Y teníamos que saber la letra. Fue una experiencia realmente hermosa".
Blum también tiene gratos recuerdos de la directora, que murió el 7 de julio de 1997. "Era muy perfeccionista. Yo estaba todo el día en el canal, hasta la hora de ir al teatro. Era una novela muy feminista, muy moderna. Rosa era el esfuerzo, la superación, y mi personaje, Teresa, era la humildad, la abnegación, el servicio, la entrega, el amor por sobre todo. Me acuerdo que leía las escenas y me preguntaba cómo se hacía eso, porque yo trabajo con la verdad", explica.
"Avellaneda era una persona que siempre estaba enseñando", refuerza la actriz. "Le llevaba libros a los cameraman, los formaba. Era muy dedicada, y también exigente. Llegó un momento que estábamos contrarreloj. Estaba en detalles de encuadres, en las luces; no era una fábrica de chorizos. Una vez, recuerdo que estaba con fiebre porque había comido algo que me cayó mal. Y María Herminia quiso que me quedara para hacer una escena. Yo estaba tirada en el camarín y tuve que hacer la escena igual. ¡No me dejó ir! Tan exigente era".
"Era una novela perfecta, con todos los resortes del género. Un tesoro que era Leonor, la muchacha pobre; un galán villano que era yo, que tenía todas las posibilidades y ningún derecho; y un buen tipo que era Dual, que tenía todos los derechos y ninguna posibilidad de quedarse con la muchacha", rememora Alarcón. "María Herminia era una directora integral que trabajaba con furia, amor y entrega. Y un elenco maravilloso. Creo que eso marcó la diferencia entre las novelas argentinas hasta ese momento, y las que luego se vendieron en todo el mundo. Fue un muy bueno producto del que me siento orgulloso de haber participado; tuve la suerte de haber sido convocado. Y guardo un gran recuerdo de María Herminia, un ejemplo de persona y de directora, y quien le dio ese carácter guerrero y confrontativo al personaje de Leonor".
"Haber trabajado y tenido una amistad hermosa con María Herminia fue una de las cosas más lindas que me pasaron. Era una mujer con talento, que nos mimaba y nos cuidaba a los actores. Y de una exigencia terrible. Entrábamos muy temprano y aunque termináramos las escenas de ese capítulo no nos dejaba ir porque decía que si quedaba tiempo, podíamos adelantar escenas del día siguiente", dice Tejedor. "ATC tenía camarines preciosos, con ducha, sillones divinos. Éramos un grupo muy lindo, que nos hicimos amigos, comíamos juntos siempre y muchas veces nos veíamos fuera del trabajo, en quintas o bares".
"Era la primera vez que trabajaba con María Herminia. Decían que era brava, y me encontré con un ser muy exigente pero cuando veía que le rendías, era la persona más tierna y cariñosa, y nos cuidaba", remarca Tejedor. "No teníamos exteriores, y el decorado eran tres sillones, quizá, y nada más. Pero ella decía que un actor con un buen texto hace que la gente no pueda dejar de verlo. Para ella, los primeros planos eran fundamentales. Recuerdo que había un cámara trabajando siempre en el suelo y las escenas salían maravillosas. Era muy distinta a la tele de hoy, que es tan naturalista y todos andan apurados. Había pausas, silencios, había escenas que solamente eran miradas. Se la extraña a la maestra. ¡Ah! Y los maquilladores probaban con nosotros porque el maquillaje de color era diferente al blanco y negro", finaliza.
Pero no todos se llevaron bien con Avellaneda. "Estuve muy poquito en Rosa... de lejos porque recién empezaba mi carrera y además no me llevé nada bien con la directora, así que me fui a los pocos capítulos. No es un buen recuerdo para mí", dice Cecilia Maresca, que tuvo un paso fugaz por la telenovela.
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