"¿Sabés por qué a Estados Unidos le gustan tanto las historias de crímenes? Porque Estados Unidos es una historia de crímenes", sostiene el capo de la mafia Josto Fadda (Jason Schwartzman). Es un país construido sobre una tierra robada, con el trabajo de personas robadas. Y quizás por esto mismo, como señala Josto, el público tiende a sentir simpatía por los usurpadores de la historia, en lugar de por las víctimas que sufren la usurpación.
En la esperadísima cuarta temporada de Fargo, la gran antología policial de FX -que acá en Argentina se estrenó por DirecTV-, los usurpadores por los que sentir simpatía (o antipatía) no escasean. Es la historia de una guerra de sindicatos ambientada en Kansas City en 1950. De un lado están Josto, su hermano calentón Gaetano (Salvatore Esposito, del hit italiano Gomorrah) y su ejército de matones de trajes brillosos. Del otro está Loy Cannon (Chris Rock), quien tiene grandes planes a futuro (como asociarse con los bancos para emitir tarjetas de crédito), excepto que nadie quiere escuchar a un negro en estos asuntos. También hay comodines impredecibles como Rabbi Milligan (Ben Whisha), un huérfano que sobrevivió a dos guerras mafiosas previas, y Oraetta Mayflower (Jessie Buckley), una enfermera con talento para el robo y un carácter despiadado que contradice sus modales de Minnesota. Incluso los policías son turbios, como el inquieto ex militar Odis Weff (Jack Huston) o el arrogante Mariscal Dick Wickware (Timothy Olyphant, con un papel al estilo Justified). Uno de los pocos inocentes, según parece, es la adolescente Ethelrida Pearl Smutny (E’myri Crutchfield), cuyo padre, dueño de una funeraria, tiene deudas con la mafia de Cannon.
Ethelrida es nuestra narradora periódica, lo suficientemente sabia como para explicar lo que esta historia policial tiene para contar sobre la experiencia de los inmigrantes en Estados Unidos y del modo en que el sistema opone a los grupos para que no se puedan asociar para desafiar al status quo. "Si Estados Unidos es un país de inmigrantes", se pregunta: "¿cómo es que uno se vuelve estadounidense?". La batalla va mucho más allá del conflicto específico entre negros e italianos. Deafy, por ejemplo, se jacta de haber ayudado a expulsar a los italianos intrusos de Utah, pero en Missouri en 1950 podrían matarlo sin ningún aviso, solo por ser mormón.
El enorme elenco y la pertinente discusión de lo que significa ser estadounidense hacen que esta sea, en cierto sentido, la temporada de Fargo más ambiciosa. Pero también es la más formulista. Sigue habiendo guiños a las películas de los hermanos Coen (busquen un arma como la de Chigurh, de Sin lugar para los débiles). Pero el programa es una conversación consigo mismo, que mezcla elementos de las anteriores temporadas (¿Hay alguna relación entre Rabbi Milligan y Mike Milligan, de la Temporada Dos?), y se apoya en el impresionante elenco para que funcione. Rock es sutil en el papel más dramático que jamás haya hecho, permitiéndoles a los coprotagonistas Schwartzman, Buckley y Esposito actuar de manera más ampulosa.
Hay un episodio que es particularmente "Coen": la novena hora en blanco y negro, que también es un homenaje a El mago de Oz. El clímax de otro episodio fue filmado en la estación de tren famosamente usada en Los intocables. Como el propio Estados Unidos, Fargo es una mezcla vertiginosa y deliciosa de influencias. Y el traslado desde Minnesota es un gran logro. Después de todo, en el invierno de Kansas City hay nieve y también sangre.
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