Quién es Ana Iglesias, la ganadora con raíces argentinas de MasterChef España
MADRID.– En su casa, su madre, argentina, cocina siempre tuco y milanesas. Ana Iglesias sorprendió en la contienda final del exitosísimo certamen MasterChef 8 (RTVE Internacional) cuando apostó por un menú que fue luego calificado por Joan Roca como merecedor de tres estrellas Michelin. El postre, un "alfajor deconstruido", estaba dedicado a sus cuatro abuelos argentinos. Este episodio final fue visto por más 3 millones de espectadores, quienes, hasta pasada la medianoche, siguieron de cerca la definición de uno de los programas más vistos de la TV en España. La humildad, delicadeza y fair play –elogios que le brindó el jurado– de esta joven abogada de 24 años la convirtieron en favorita del público. Además de los 100.000 euros, el premio consiste en la publicación de un libro de recetas que estuvo disponible en Amazon España, se agotó a los pocos días, y volvió a reponerse: "El patito feo que se convierte en cisne", "El tartar de mi resurgir" y "Cremoso de chocolate, dulce de leche, coco y haba tonka" son algunos de los platos.
Este año MasterChef vivió una situación inédita cuando la Covid-19 irrumpió con violencia en España. El gobierno decreto estado de alarma. Los concursantes que compartían sus días en una casa debieron permanecer más recluidos aún, confinados durante 45 días. Ana Iglesias –su apellido se conoció en la velada de la final– dice que cobró fuerza en estos momentos de adversidad.
–¿Conocés la Argentina?
–Sí, solo he estado una vez porque fuimos hace diez años a ver a mis abuelos a Mar del Plata. Y la verdad es que me encantó, me pareció precioso, y siempre hemos querido volver con mi familia. Mi madre es de Mar del Plata y mi padre es de Bahía Blanca. Él vino a España a los 26 años y mi madre, a los 30. Habían sido novios y él volvió a buscarla. Nosotros, mis hermanos nacimos aquí.
–¿Te gusta la cocina argentina?
–Sí, algunas cosas sé hacer. En casi todos los postres que hago pongo el toque con el dulce de leche. Se lo meto a casi cualquier cosa. Pero lo del alfajor lo tuve claro porque siempre nos ha encantado en mi casa. Mis abuelos cuando venían a casa a visitarnos nos traían alfajores. Tenía que acabar con ese postre que marcase mis raíces.
–¿Cómo fue estar en confinamiento durante el concurso? ¿Cómo viviste esos momentos?
–La verdad es que empezamos con mucha incertidumbre porque, al igual que todo el mundo, no sabíamos cuánto duraría esta situación. Para mí, he decir que fue un momento de pausa, de volver a coger fuerzas y para retomar las grabaciones con más energía porque yo ya estaba en un momento muy saturada de las grabaciones y de tanto estrés. A mí, debo decir, dentro del horror que fue el confinamiento, me vino muy bien.
–¿Seguían las noticias? ¿Podían ver lo que ocurría fuera?
–Sí, nosotros estuvimos informados en todo momento, viendo la televisión. Información nunca nos faltó. Pudimos hablar con nuestros familiares y saber que estaban bien y la verdad es que eso se agradece porque aunque estuviésemos lejos, el hecho de poder comunicarnos con ellos o hacer videollamada nos daba tranquilidad.
–Los jurados todo el tiempo destacaban tu humildad. ¿Cuál creés que fue tu gran fortaleza en este concurso?
–Creo que fue mi actitud positiva de siempre buscar mejorar, de tomarme bien las críticas e intentar ponerle humor a los problemas, ser buena compañera. Creo que más que nada es eso, aunque las cosas fuesen bien o fuesen mal, intentar que hubiese una armonía.
–En esta edición se veían más conflictos que de costumbre, una gran rivalidad. ¿Era realmente así? ¿Te angustiaba la competencia?
–Sí, era así. Yo nunca en la vida me he metido en ningún follón ni me ha gustado formar parte de líos y problemas y aún así siempre que he visto algo que me ha parecido injusto, nunca he dudado en decirlo, por ejemplo, en una prueba con José María [el villano o el manipulador de la edición]. Es la actitud de querer hacer mi concurso, no sola, pero sin hacer daño al de al lado.
–Lograste hacer amigos en el concurso. ¿Cuán importante fue para tu rendimiento en el concurso?
–Es súper importante, porque al final tenemos una convivencia en una casa lejos de nuestra casa. Es mucho tiempo estando bajo presión y tener gente con la que poder ayudarte, confiar y poder contarle un poquito de tu día ayuda mucho.
–¿Los jueces [Jordi Cruz, Pepe Rodríguez y Samantha Vallejo-Nágera] construyen un personaje de severidad? ¿Son realmente así como se ve en la edición? ¿Te llevás algún consejo de ellos?
–Ninguno es tan malo como parece. Todos me han encantado y me llevo muchas críticas culinarias que me han dado. A Pepe y a Jordi también pudimos verlos cocinar y me llevo un montón en lo personal y en lo profesional de ellos.
–¿Hay algún ingrediente que hayas descubierto y otro que te hayas cansado de cocinar tras el concurso?
–Me pasaba con los caracoles, que dije que no quería cocinarlos, y al final acabó siendo que no eran ni tan asquerosos ni tan difíciles como dije yo. He acabado un poco cansada del pescado, porque he cocinado mucho en el concurso.
–¿Qué buscaste que primase en tu libro?
–Busqué que fuesen recetas económicas, sencillas y muy originales. El alfajor está ahí y hay un montón de cosas argentinas en otras recetas.
–¿Cuál es tu especialidad en la cocina?
–A mí todo el mundo me dice que mis arroces están buenísimos. Hago mucha paella, mucho arroz negro. Hago mucho pisto de verduras. Comida muy española, nada del otro mundo.
–Tenés tu empresa de joyas, donde diseñás accesorios. ¿Cuál es el vínculo entre la cocina y esta expresión?
–Las dos son arte y las dos son formas de plasmar una identidad. Me considero una persona bastante creativa y me gusta que lo que tengo en la cabeza pueda plasmarlo en cosas. Al igual que puedo plasmar unos pendientes con una inspiración que tengo, también tengo inspiración con platos. En las dos artes reflejas quién eres.
–¿Cómo sigue tu futuro?
–En octubre me voy a estudiar al Basque Culinary Center, la Facultad de Ciencias Gastronómicas de San Sebastián, que me apetece muchísimo, porque me apetece seguir formándome hasta el momento en el que pueda emprender un proyecto culinario. Quiero seguir aprendiendo y coger información para saber en qué proyecto me siento más cómoda.
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