Polka deja de producir ficciones: lo más parecido al fin de una época para la televisión abierta
La productora creada por Adrián Suar no tiene ningún proyecto nuevo o en carpeta para este año y el próximo; la inactividad que aparece en el horizonte es una virtual declaración de despedida, aunque la marca no va a desaparecer como tal
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Desde hace bastante tiempo se extiende en el mundillo televisivo la convicción de que Polka se acerca cada vez más a aquello que las crónicas sobre diferentes hechos históricos definen como fin de una época. Habíamos tenido un primer indicio de ese cuadro en 2020, cuando la pandemia precipitó el final de Separadas, uno de los tantos relatos corales confeccionados a la medida del modelo de ficción creado tres décadas atrás por Adrián Suar. Ahora, sin Covid-19 de por medio, se acelera este destino largamente anunciado a partir de otro virus: la realidad.
No hay (ni habrá) un anuncio formal que vincule la factible despedida a una fecha concreta. Lo que todos saben y confirman como hecho consumado en el pequeño gran universo autorreferencial habitado por nuestra TV es que Polka no tiene ningún proyecto nuevo en marcha o en carpeta para este año y el próximo. La inactividad que aparece en el horizonte de la última usina productora de ficciones para los canales abiertos funciona en este caso como una virtual declaración de despedida.
Esa certeza se irá haciendo más tangible cuando nos acerquemos al desenlace de Buenos chicos, la única producción que mantiene Polka cada noche en el aire de eltrece. Las grabaciones concluyeron a fines de noviembre pasado y ya fueron emitidos 84 de sus 122 episodios. ¿Qué pasará después? En principio nadie hablará oficialmente de cierre. Todo indica que la marca Polka, que hoy pertenece casi en su totalidad a eltrece (Suar conserva unas pocas acciones), no se apagará del todo y podría reaparecer para sumarse eventualmente a alguna futura coproducción similar a las que viene haciendo en los últimos años junto a HBO, Disney, Cablevisión y alguna otra plataforma.
Pero al mismo tiempo hay un apagón proyectado para 2024 y 2025, algo que no había ocurrido ni siquiera en pandemia. Por eso, y aunque esté fuera del radar cualquier tipo de declaración oficial, no hay duda alguna de que se cierra una etapa. Polka era la última frontera. Desde allí la TV abierta venía resistiéndose cada vez con menos recursos y más inseguridades a la extinción completa de una de sus especies originarias: la ficción.
Historias corales que marcaron tendencia
Cuesta a primera vista asociar este ocaso con el esplendor que Polka supo mantener hasta mediados de la década pasada. Nos acostumbramos durante buena parte de las últimas tres décadas a recibir en dosis constantes la llegada de nuevas producciones que detrás de una aparente diversidad temática compartían un sello de identidad invariable.
Dirigidas a los chicos, a un público familiar o solo a los adultos, las ficciones de Suar nunca se alteraron en su esencia: historias corales en las que todos los conflictos paralelos, expuestos uno a uno al comienzo, estallaban de manera simultánea. En ese vasto tablero siempre hubo lugar para la comedia familiar, los conflictos melodramáticos (más cercanos al viejo cuño del teleteatro clásico) o la trama testimonial o policial, pero en cualquiera de los casos antes de llegar al destino final la historia típica contada por Polka paraba en todas las estaciones del costumbrismo.
El derrotero de Polka a lo largo de estas últimas tres décadas deja a la vista todo un mapa de éxitos y límites para las ficciones producidas en la Argentina desde los espacios más cercanos a la TV abierta. Por más que la marca creada por Suar y Fernando Blanco en 1994 haya surgido con el perfil de una productora independiente, lo que le permitió asociarse con fuertes actores internacionales en varios proyectos, en los hechos será recordada por su identificación plena con eltrece y sus estrategias de programación. Con una diversificación indudable acreditada a lo largo del tiempo, Polka quedará impresa en la memoria televisiva como una productora cautiva dentro de un canal abierto.
No se le podría jamás reprochar a Polka falta de audacia temática en sus ficciones. Hay mucho en esa historia relacionado con personajes que sufren enfermedades mentales (casi una obsesión de Suar). También hay relatos oscuros en clave de thriller en el que se habla mucho de adicciones, asesinatos y hechos policiales, tramas que se acercan a la descripción de impulsos o delirios místicos, casos prototípicos de intriga y corrupción estrechamente ligados a nuestra vida cotidiana, ejemplos varios de familias disfuncionales o personalidades femeninas jugadas al borde. Tal vez Condicionados, con su acercamiento al negocio del cine pornográfico concebido como empresa de una familia en problemas, fue el que llegó más lejos en esa búsqueda más allá de los aparentes límites convencionales de nuestra ficción televisiva.
Pero el precio por querer ser “moderno” y contar historias con personajes “distintos” o fuera de la norma resultó muy alto. Polka casi nunca logró llevar a fondo la apuesta por el riesgo insinuada en los contornos de cada nueva ficción. Al final todo terminaba volviendo al costumbrismo. Y ya sabemos de sobra que las ficciones costumbristas son las que envejecen más rápido. Lo único que sobrevive en esa materia dentro de nuestra TV llega desde la muy conservadora ficción turca. Pero allí se respeta la esencia de la telenovela de siempre, vestida con ropajes más actuales. Los conflictos armados alrededor del imperecedero tema del amor imposible, sobre todo cuando esa pareja protagónica se enamora pese a sus diferencias sociales, nunca deja de funcionar.
En el caso de Polka, la primera etapa de sus producciones fue la que más se aproximó a la esencia. Y por esa razón es la que será mejor recordada. De Poliladron a Gasoleros, de Campeones de la vida a Vulnerables, de Culpables a Locas de amor. Fue en esa década inicial también cuando Polka logró darle la mayor continuidad a algunas de sus producciones más logradas: Epitafios, Mujeres asesinas. Casi todo lo demás funcionó a plazo fijo, dejando a la vista las eternas dificultades de la ficción argentina para concebir ficciones duraderas. Casi no hay segundas temporadas en las creaciones de Polka.
Elencos con sorpresas
Esa renovación constante (aunque hay más de un ejemplo de “ficciones espejo” en la historia de Polka) también habla de un gran mérito de Suar y su estado mayor: la vocación por armar grandes elencos con grandes figuras. En la larga historia de estas ficciones hubo de todo: nombres consagrados, presencias constantes, regresos inesperados, carreras ascendentes, sorpresas de casting (Pappo en Carola Casini, Juan Carlos Calabró en Campeones de la vida), personajes deliberadamente pensados y escritos para el lucimiento de sus intérpretes, como ocurrió más de una vez con Oscar Martínez y Julio Chávez. Piensen lo que pensaran en estas décadas de grieta, Suar siempre quiso contar con todos, sin excepción. Y sus elencos siempre fueron enormes.
En los últimos años el público cambió más que Polka. Cuesta definir una tendencia precisa capaz de imponerse por sobre las demás en materia de ficción, porque las plataformas programan todos los formatos y parece haber aceptación para cada uno de ellos. Mientras tanto, la progresiva retracción en el interés del público local por seguir ficciones nacionales en la TV del aire se produce mientras sus naturales emisores, los canales, enfrentan una crisis económica de proporciones. Lo primero en ajustarse es la ficción, que exige una cantidad de gastos fijos cada vez más difíciles de sostener. La tormenta perfecta para Polka.
No parece haber vuelta atrás en este camino. Hace mucho que no hay en los canales de aire ficciones capaces de despertar por sí solas comentarios, espacios de debate o una mínima curiosidad alrededor de su trama. Lo poco que se habla sobre el tema está en las plataformas de streaming. Y como dijimos más de una vez, el componente emocional y dramático que es propio de las ficciones ahora se desenvuelve en el espacio de los reality shows. Los propios canales están más que dispuestos a sostener esta idea para autojustificar su decisión de abandonar las ficciones, que en casi todo el resto del mundo siguen gozando de muy buena salud.
Esos mismos canales hoy se ajustan al máximo y destinan lo poco que tienen a fortalecer los programas de entretenimiento o los reality shows competitivos convertidos hoy en la nueva columna vertebral de las programaciones. Frente a esta realidad, los esfuerzos de Polka parecen propios de otra época.
En 2024 se cumplirán 30 años exactos del hito originario de la productora, la serie policial Poliladron. Y 10 años de la emisión de Guapas, la última ficción surgida de Polka que se llevó el Martín Fierro de Oro. Antes lo hicieron Culpables, Padre coraje, Mujeres asesinas, Tratame bien, Para vestir santos, El puntero y Farsantes.
Se hace difícil imaginar en la televisión abierta de hoy el regreso de este modelo de programas de ficción. Solo podría encontrarse para ellos un espacio abierto al ejercicio de la nostalgia que, a la vez, nos permita evaluarlos y valorarlos en relación a la época en la que surgieron y afirmaron sus respectivos éxitos. Tal vez por eso, aunque la marca Polka no se apague definitivamente, es que hablamos del fin de una época para la ficción, para la TV de aire en la Argentina y para uno de los grandes nombres propios que tuvo este género a lo largo de los últimos 30 años.
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