
Policial con buena forma y escaso contenido
"Código negro", serie policial protagonizada por Juan Manuel Gil Navarro, Maite Zumelzú, María Socas, Alejandro Awada, Fito Yanelli y figuras invitadas. Autores: Leonel D´Agostino, Alfredo Allende, Marcos Negri y Ariel Ledesma Becerra. Producción general: Daniel Stigliano. Dirección: Sergio Esquenazi. Por Canal 7, los martes a las 22.
Nuestra opinón: regular.
A primera vista, el retrato de los protagonistas de este atípico proyecto de ficción preparado por Canal 7 remite a los clásicos esquemas narrativos de la serie negra: aquí abundan los policías entrometidos y husmeadores, las tramas secretas y oscuras que condicionan las conductas del presente, los diálogos lacónicos que recurren al humor sólo desde la ironía, los comportamientos sinuosos, las instituciones en decadencia y un cuadro de corrupción que se extiende y disemina su influencia en todos los ámbitos, inclusive aquellos que en apariencia están inmunizados frente a semejante peligro.
Ya desde el título, el programa le rinde tributo al género negro. Pero no hace falta conocer a fondo la obra de quienes le dieron identidad al género (Hammett, Chandler, Cain o Jim Thompson) ni la rica cosecha cinematográfica del film noir norteamericano o francés para comprender casi a simple vista que por allí no pasa la mayor influencia de esta producción televisiva.
"Código negro", en cambio, responde a referencias más cercanas, presentes sobre todo en la estilizada galería de efectos visuales o sonoros y códigos narrativos (como la presencia decisiva de un asesino serial) que tienen como exponente fundamental a "Pecados capitales".
No es difícil percibir puntos de coincidencia entre el film de David Fincher y esta propuesta televisiva. Basta con observar la línea estética elegida para los títulos de crédito del programa y el tono elegido para utilizar algunos elementos argumentales decisivos como la presencia de un despiadado asesino serial.
Todas estas cuestiones lucen, en el desarrollo de "Código negro", formalmente impecables. No hay desajustes técnicos apreciables, la cámara se desplaza ágilmente acompañando a los protagonistas y el sonido directo se registra sin distorsión alguna en las secuencias rodadas en exteriores.
Y aquí empiezan los problemas. Porque la historia descansa demasiado en estos aspectos, como si el contorno que siempre obra de sostén de una trama estuviera en condiciones de ocupar el lugar de una esencia narrativa y dramática que aquí, por ahora, permanece ausente.
No alcanza con exhibir cierta destreza en el manejo de las cámaras ni registrar alguna toma desde ángulos inverosímiles si junto a estos logros instrumentales y de circunstancia aparecen secuencias de resolución difícil de entender (como aquélla del primer capítulo, en la que una periodista obtiene un elemento de manos de un colega con argumentos de asombrosa puerilidad) o sujetas a los más elementales convencionalismos del género.
Al mismo tiempo, y aunque se atisba un laborioso trabajo de ajuste en materia de guión conforme se va desarrollando la historia, esa visión general que apunta más a la fachada que a los aspectos medulares alcanza también a la mayoría de los personajes, cuyo trazo esquemático surge del errático rumbo de una trama que duda entre describirlos a partir de sus comportamientos o hacerlos declamar para repetir pomposamente todo lo que previamente hicieron (y que el televidente vio y conoce de sobra). El desempeño de la pareja protagónica, Juan Manuel Gil Navarro y Maite Zumelzú (cuyo arsenal de gestos e inflexiones vocales está muy condicionado por Cecilia Roth) va en esta dirección.
Con vaivenes que también se aprecian en el desempeño de un elenco que exhibe desde el probado oficio de Alejandro Awada y Fito Yanelli hasta el tono monocorde e inexpresivo de María Socas, "Código negro" soporta también en estos días la incertidumbre sobre su continuidad a partir del alejamiento, la semana última, del grupo productor que sostenía económicamente la historia. A partir de ese momento, las autoridades del 7 están en busca del respaldo necesario para asegurar el cumplimiento del plan original.
No cabe otra cosa que esperar que estas negociaciones fructifiquen, no tanto por los resultados concretos de este programa (que no parecen demasiado alentadores más allá de su correcta factura técnica), sino por el poco afortunado precedente que se crearía respecto de los futuros proyectos de ficción de Canal 7, alrededor de los que siempre existe una justificada expectativa.