One World: Together at Home y los límites de la TV para las maratones solidarias
Lo que dijimos cuando los canales abiertos de la Argentina se unieron para hacer una transmisión conjunta y solidaria en apoyo a las acciones sanitarias contra el coronavirus puede replicarse de manera plena en el caso del One World: Together At Home, que este sábado a la noche llegó a todo el mundo desde Estados Unidos. No debe haber cosa más complicada que hacer este tipo de emisiones, conocidas como "teletones" en tiempos de aislamiento social obligatorio a escala planetaria.
Muchos se animaron en los últimos días a comparar esta iniciativa con experiencias del pasado como el Live Aid de 1985. Pero lo visto este sábado por la noche no podría equipararse de ningún modo con aquélla experiencia por una razón elemental que se impone a todas las demás: la ausencia en este caso de una experiencia en tiempo real.
Es toda una paradoja que estos tiempos tan extraños y especiales corroboran: dos horas protagonizadas exclusivamente por figuras que no salen de sus casas y revelan al menos una parte de su costado más íntimo no pueden conseguir ni por asomo la genuina autenticidad que emana de una multitud anónima acompañando a esos mismos artistas sobre un escenario.
El confinamiento planetario que estamos sobrellevando impone el efecto contrario. Una producción de la envergadura de One World: Together At Home entrega como inevitable resultado un trabajo compacto, redondo, técnicamente irreprochable en su edición y puesta en escena, pero con el aire de un producto envasado y listo para consumir en el que nada escapa de lo planificado.
Entre tanto fragmento preproducido y grabado con antelación, lo más probable es que el trío de conductores (Jimmy Fallon, Stephen Colbert y Jimmy Kimmel) haya sido lo único real en vivo y en directo ante las cámaras. Pero si eso ocurrió, no se notó. Tanto lo que ellos entregaron como el aporte del resto de las celebridades que se sumaron a lo largo de dos horas a este compromiso benéfico fue en el fondo el resultado de horas y horas de producción previa a cargo de un gigantesco equipo de profesionales trabajando detrás de las cámaras, y muchos seguramente desde sus hogares.
Por eso, tanto en el "teletón argentino" de hace un par de semanas como el que acabamos de ver producido por las tres grandes cadenas de la TV abierta estadounidense los resultados fueron parecidos. Transmisiones bastante frías e impersonales a pesar de la materia profundamente emotiva de la convocatoria. Y con la necesidad de hacerse en un tiempo muy acotado: extenderla por más de una hora y media es empezar a coquetear peligrosamente con la reiteración y el tedio.
La única diferencia, que no es poca en términos televisivos, estuvo en ciertos aspectos clave de la concepción del programa. En todo momento hubo un guión de hierro que todos siguieron y que marcó una línea muy precisa de continuidad temática. Las presencias artísticas y los distintos testimonios (actores, médicos, altos funcionarios de organismos internacionales, personajes de programas infantiles y hasta un par de ex primeras damas) se fueron sucediendo con cuidadoso equilibrio.
Ni siquiera los conductores se apartaron de esa premisa. Los tres tuvieron tiempo para hacer los característicos chistes de sus magníficos programas nocturnos, pero cuando había que ponerse serios, lo hicieron. En cuanto a los convocados, algunos tuvieron más suerte y contaron con equipos profesionales (cámaras, micrófonos) acompañando sus intervenciones. Otros recurrieron a equipos más caseros y los resultados no fueron los mismos. Entre unos y otros, el ingenio de la pantalla en cuatro para la extraordinaria aparición de los Rolling Stones entregó el momento televisivo más logrado de toda la velada. La imagen de Charlie Watts tocando el electronic drum sticks (una suerte de simulador electrónico de batería) quedará en la antología histórica de este tipo de transmisiones.
En términos de puesta en escena, One World: Together At Home se pareció a esas producciones hollywoodenses de cine catástrofe que dan cuenta de hechos dramáticos en todo el mundo, aunque el grueso de la acción transcurre en Estados Unidos. Hubo imágenes particulares de la lucha contra la pandemia en el Extremo Oriente y en Italia, pero la inmensa mayoría apuntó a las graves consecuencias que el coronavirus provoca en territorio estadounidense.
Y aunque todo seguramente se cerró en términos de producción antes de que el presidente Donald Trump anunciara que su gobierno no financiará más a la Organización Mundial de la Salud, fue inevitable seguir el programa bajo la sombra de esa decisión. De manera involuntaria o no, la comunidad artística de Estados Unidos volvió a ubicarse en la vereda de enfrente de su actual mandatario.
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