Okupas: a 15 años de su estreno
Junto a su director y protagonistas, repasamos la historia de este verdadero clásico de la tele argentina
Se cumplen 15 años de la emisión del primer episodio de Okupas. Esa ficción de Ideas del Sur que con solamente once episodios revolucionó a la televisión argentina y sigue siendo hoy un objeto de culto. Fue un producto que el tiempo no quiso convertir en clandestino y que a fuerza de entusiasmo de nuevos y viejos fans se niega a morir. Muy lejos de desaparecer, la historia de Ricardo (Rodrigo de la Serna), el Pollo (Diego Alonso), Walter (Ariel Staltari) y el Chiqui (Franco Tirri) gana fuerza con el correr de los años, alimentando la fantasía de una Buenos Aires en transición, invadida por jóvenes que se la pasaban "viendo qué onda", pero que compartían códigos y entendían que la amistad era la pieza central de sus vidas.
Okupas arrancó el 18 de Octubre de 2000 por Canal 7, dando comienzo a un mito casi de inmediato. Con el correr de los años, tuvo repeticiones en Canal 9 y América, confirmando la idea de que se trataba de un producto de culto, que podía contagiar a nuevas generaciones de televidentes con la misma efectividad que tuvo al momento de su estreno. Y por eso, repasamos los aspectos clave que hicieron de esta ficción, la gran serie argentina de la década pasada.
Nace el mito
Okupas pudo no haber sido. La llegada de este programa se dio a partir de tantas casualidades (y causalidades), que cualquier cambio mínimo en la historia hubiera dado por resultado que la serie nunca llegara a verse. En el mito de Okupas todo indica que el primer paso lo dio Claudio Villarruel: "Como productor creativo, yo siempre ando buceando por los márgenes. Había visto en esos días Pizza, Birra, Faso y me había sorprendido realmente todo: la cinematografía, la forma de contar, la verosimilitud, la verdad de los actores y la crudeza de la realidad y pensé '¿quiénes son estos locos?'. Entonces lo llamé a Bruno [Stagnaro] y le pregunté cómo habían hecho esa película, que era tan buena. Y le digo: ´¿No tenés nada como para hacer en televisión?´ El me responde: ´Mirá, yo hace rato tengo escritas unas cosas´ y sacó una idea muy primigenia que decía ´Okupas´, eso era una paginita y media. La leo y le digo: 'Si lográs hacerlo con el estilo de Pizza, Birra, Faso, esto mata'. En ese momento, yo era el director artístico de Ideas del Sur y le comenté a Marcelo [Tinelli] que mire esa película, que le iba a encantar. Él la vio, le gustó y justo en ese momento me ofrecen la dirección artística de Telefe. Te juro que en ese momento la idea no llegaba a una página y media. El me decía [por Stagnaro]: 'Son unos pibes que ocupan una casa' y ahí quedó dando vueltas hasta que yo me fui. Alguien tomó luego contacto con él y lo hicieron para Canal 7. La verdad es que me puso muy contento que le haya ido tan bien".
Entre la reunión de Villarruel y Stagnaro hasta el momento en el que Okupas llegó a la pantalla, hubo mucho movimiento. Según dicen hubo dos aspectos clave que llevaron a Tinelli a producir la serie. Por un lado, el conductor tenía una deuda con el Comfer [Comité Federal de Radiodifusión] y esa institución le habría ofrecido una alternativa que sería clave: pagar lo adeudado produciendo contenido para Canal 7. Y, por el otro, muchos señalan como impulsora de este proyecto a Paula Robles, antigua pareja del conductor y una mujer con inquietudes artísticas, que pudo tener un rol decisivo en la opinión del dueño de Ideas. En este proceso aparece también el productor Damian Kirzner, otra figura clave en la evolución de la ficción. Sea como fuere, todos esos factores comenzaron a relacionarse y al poco tiempo, Okupas aparecía en la pantalla de Canal 7.
Como señala Villarruel, Stagnaro, creador, director y uno de los guionistas de Okupas, venía de hacer (junto a Adrián Caetano) Pizza, Birra, Faso, una película argentina que tanto por su contenido como por su temática supuso un cachetazo de realidad a un cine argentino que parecía mayoritariamente sedado. Repitiendo el ejercicio que logró en el cine, Stagnaro y su fascinación por los códigos urbanos y el vínculo de la amistad lo llevó a pensar una historia única: "Desde el final de mi colegio tenía ganas de hacer algo que fuera una especie de vuelta de tuerca del film Cuenta Conmigo, pero en un universo bien porteño, una historia de post-adolescencia y amistad. Era algo que me venía dando vueltas bastante en la cabeza y así armé la historia de un tipo de clase media que tiene como un descenso y se vincula con un grupo de gente que al comienzo es ajena a su vida, pero con los que después termina desarrollando una amistad muy intensa".
Stagnaro corría a contra corriente. Mientras la mayoría de la televisión de refugiaba en decorados, el director salía a la calle a plasmarle verdad urbana a una tele que parecía más y más de plástico: "Yo creo que en ese momento estaba muchísimo en la calle, ese corredor de Corrientes y demás, era una zona muy importante en mi vida. Yo deambulaba muchísimo por ahí y siempre estaba en bares o en la calle misma. De algún modo eso quedó impregnado en la serie. En ese momento, me parecía bastante extraño que las series de televisión negaran tanto la identidad concreta de la ciudad, me parecía que deliberadamente se pretendía construir espacios que podían ser cualquier lugar y a mí me pareció que estaba bueno lo contrario como esta idea de El Eternauta de anclar la historia a lugares reconocibles, no sé si fue una intención rupturista, más bien se dio naturalmente".
La historia y su forma
Ricardo [Rodrigo de la Serna] se va de su casa, abandona los estudios y se muda a un caserón que su tía piensa vender en algún momento, pero para evitar que el inmueble sea usurpado, él forja alianza con unos amigos inesperados que convertirán ese viejo lugar mohoso y frío, en un hogar lleno de guisos, historias y música de los Stones. De esa manera, este personaje se convierte en eje del relato y el timón desde el que Stagnaro sale a recorrer ese universo: "A mí siempre me interesó mucho el tema de la calle y los códigos callejeros porque venía de un lugar de clase media y siempre sentí que era una cosa que me estaba negada, que no formaba parte de mi mundo, y desde mi adolescencia tuve una intención muy naíf de ir al encuentro de eso".
Para De la Serna, el protagónico en Okupas fue indudablemente un quiebre en su carrera: "Fue sin lugar a dudas un programa que nos cambió la vida a todos los que participamos. Yo venía de hacer personajes en otra tónica, más humoristas, más delirantes, más en comedia, pero Okupas fue el primer protagónico que tuve y la calidad de los guiones y de Bruno Stagnaro como director fue algo que permitió darme cuenta que podía actuar otro tipo de cosas. Aprendí muchísimo, me di cuenta que podía ser un actor dramático, que podía protagonizar algo y que se podía hacer una obra de arte en la Argentina desde las artes audiovisuales. Fue la primera vez que participe de algo tan contundentemente artístico".
Con el correr de los episodios, Ricardo se sumerge más y más en esa nueva realidad, pero no tarda en dar pasos en falso dejando en evidencia que ese estilo de vida no venía con un manual de instrucciones. Entonces esa guía, esa ayuda, y el eterno refugio de Ricardo en ese nuevo mundo es su amigo el Pollo.
Los amigos
El Pollo es para Ricardo el lugar ideal, el maestro al que emular. Y éste pone su conocimiento al servicio de su nuevo amigo, para guiarlo y ayudarlo a comprender ese mundo que se expande rabiosamente. Más allá de algunas fricciones, la amistad que los une es el gran elemento que constituye esta historia. Diego Alonso, el actor que le puso vida a ese amigo indispensable, recordó la dinámica entre los personajes: "Con Ricardo parecíamos amigos de la infancia. Al no tener hermanos, los personajes se buscaron entre ellos como familia y construyeron ese vínculo que dura toda la vida. Y a la hora de construirlo fue maravilloso laburar con Rodrigo".
En un plano simultáneo a la historia de Ricardo y el Pollo, se encuentran el Chiqui y Walter, que si bien al principio parecen el costado cómico de la serie, pronto pasan a ser unos personajes de gran importancia, capaces de construir un mundo paralelo y de explorar ese mismo universo desde un lugar distinto. Walter, el rolinga más emblemático que diera la tele argentina, fue interpretado por Ariel Staltari: "A Okupas yo le daba frescura porque muchas veces introducía pequeños conflictos triviales por lo que me querían matar o que por momentos despertaban hasta risas. Walter llegó a un punto en el que delinquir ya le quedaba lejos, en eso no se metió. Él se abrió con el Chiqui para hacer de las suyas, ellos eran tipos más naíf, que paseaban por el Obelisco con las bicis choreadas mientras los otros estaban a los tiros por otros lados. Nosotros conjuntamente con Chiqui le dimos ternura a la historia y un universo muy lindo de humor y de paz al televidente porque aflojaba la tensión que se estaba viviendo por el lado del Pollo y Rodrigo. Era una relación de amistad explorando un lugar de ingenuidad absoluta". Indudablemente, Walter y el Chiqui eran las irremplazables piezas de una ecuación perfecta.
Dejar la vida en el personaje
Muchos de los que formaron parte de Okupas comprendieron y valoraron la libertad que les dio Stagnaro a la hora de componer a sus personajes enriqueciéndolos desde sus propias miradas. De la Serna recuerda la importancia de esa libertad a la hora de componer a Ricardo: "La improvisación es algo que uno siempre hace cuando actúa y un actor siempre propone cuestiones a nivel diálogo. De alguna manera, Okupas es un retrato muy crudo de cómo era la realidad en ese momento, una que fue negada y tapada durante diez años de menemismo y que luego emergió con muchísima violencia. Hay algo como documental en el tratamiento que Bruno tenía de cómo ponía la cámara en la calle, en los barrios y en los lugares donde nos metíamos, que eran recontrapicantes. Y como había muchos actores que no eran actores en realidad, que tenían más que ver con el mundo en el que nos íbamos sumergiendo con Okupas, eso evidentemente catapultó al programa a un lugar hípernovedoso, por lo menos para la televisión argentina. Es el neorrealismo argentino".
Quizá la relación entre Walter (el personaje) y Ariel (el actor) sea otra de las más interesantes porque a lo largo de la historia, hubo entre ambos un enriquecimiento mutuo: "Okupas fue algo como un curso acelerado en EE.UU. con Strasberg, Brando, Pacino y todos los intergalácticos juntos. Me enseñó esta historia de ser orgánico, de ser real y verdadero. Eso es lo que me enseñó Okupas, Bruno Stagnaro y Rodrigo de la Serna. Me dejó un patrimonio enorme. Para hacer ese personaje, primero tuve que aprender a convivir con un tipo que me resultaba distante porque Walter era paseador de perros y yo le tenía terror y cuando hice la primera escena me los enchufaron. Yo estaba con el nerviosismo de actuar y encima con diez animales. Entonces Okupas era ' o te curtías o te ibas´, no tenías otra posibilidad, no tenías escape. De los perros yo no quería saber nada, pero me terminé enamorando de uno, del que hacía de Severino, Walter tenía un amor profundo por este perro y yo también lo fui desarrollando. Después mi hermano me regaló un siberiano... y mirá qué casualidad, hace poco y después de 15 años, falleció mi Severino".
Filmar poniendo el cuerpo
El rodaje de Okupas fue único. Era cuestión de poner la cámara, el cuerpo y dejar la vida en la pantalla. Buena parte de la historia transcurre en el Docke, hogar del villano de la serie, el Negro Pablo, el Mascapito (Dante Mastropierro). Ariel recuerda que a ese lugar "no podía entrar la policía". "Había una banda de ahí que nos cuidaba y no grabamos con policía nunca. Eso le agregó una impronta positiva, quizá hoy no laburaría en esa locura, pero gracias a Dios haberlo transitado de esa manera le dio esa frescura", remarca.
Con el correr de los episodios, el Docke se convirtió en un lugar central, al que tanto los actores como los personajes debieron comprender en profundidad. Diego Alonso, por ejemplo, recuerda: "El primer día me toca grabar en el Docke, nos citan en Palermo y vamos para allá. Llegamos con el motorhome y toda la parafernalia. Y uno piensa 'voy a laburar en la tele', entonces te cambiás, te afeitás, vas todo perfumadito, con el pantalón de moda, todo de moda y cuando llegamos ahí, en los monoblocs, veo por la ventanita del motorhome un kiosquito y 20 tipos sentados. Entonces miro y digo 'me parece que estamos en un lugar complejo' [risas], pero el instinto me hizo bajar de la camioneta y encarar. Yo tenía la necesidad de amalgamarme con esa gente porque si se pudría, yo me iba del lado de ellos [risas]. Entonces, uno me pasa un vaso y tomé y ahí empezamos a charlar... charla de barrio, de esquina. Eso me sirvió mucho porque después con esa gente del Docke tuve relación durante años, me hacían asados... yo no me quería sentar a comer con la gente de catering, iba y comía con ellos y, después, con el tiempo, los fui a visitar y fuimos amigos, eso estuvo bueno". Pero no todas las escenas ahí tenían ese halo de fraternidad: "Hubo momentos de grabar ahí, bajar y ver un charco de sangre porque dos minas se acababan de acuchillar hacía un ratito", recuerda Ariel.
Okupas tiene algo que se adelanta a series como The Wire, una idea de ficción que tiene un registro casi documental, una puesta en escena intrusa que parece filmar algo que realmente está sucediendo, una elección muy consciente por parte de Stagnaro: "Había una decisión de puesta en escena, de tratar de generar esa sensación de 'verdad', pero en el marco de algo que estaba guionado y que era buscado y como se arrancó muy rápido con el proceso de filmación, todo empezó a enriquecerse muchísimo de las cosas que iban apareciendo en el proceso de preproducción. Cuando Dante [Mastropierro] apareció, fue como un hallazgo porque le puso una verbalidad que ni en pedo se nos hubiera podido ocurrir a nosotros. Tanto desde el lauro con los actores como desde las locaciones, al irlas conociendo al mismo tiempo que íbamos escribiendo, de algún modo la primera impresión quedó impregnada en la escritura y siento que esto le dio un poco de 'verdad'".
La peor escena
Ricardo está en el Docke esperando al Pollo. Junto a él está el Negro Pablo, uno de los personajes más terribles de la tele argentina. Ricardo está confiado, cree estar entre amigos. De a poco anochece, el personaje comprende que está en territorio enemigo y así comienza un momento salvaje: Pablo y su grupo intentan violar al personaje de De la Serna. Esa escena fue tan brava para los televidentes como para los actores que le pusieron el cuerpo. "Para lograr el clima denso que se genera en esa escena tenés que estar en ese estado. Nos llevó dos días hacerla y ahí empezamos a entender que Bruno era un tipo muy exigente. Cuando terminás de verla, necesitás abrir la ventana, tomarte un vaso de agua... y ahí recién respirás", asegura Alonso a LA NACION.
Staltari también la rememora como una jornada compleja: "Recuerdo que estaba en el departamento del ensayo y me acuerdo que la miré mucho. Yo lo veía a Rodrigo sufrir como actor, lo veía sufrir porque era una situación bastante complicada y se le imprimió una tensión totalmente verdadera estando ya en el set, se respiraba mucho ese aroma, era terrible... y por eso es que quedó como quedó".
Un rodaje único e irrepetible
Basta preguntar por anécdotas sobre el rodaje que la respuesta es casi unánime: son miles. Pero para De la Serna hubo un momento que fue el más especial de toda la filmación: "Siempre hubo una especie de ángel o magia que nos acompañó porque hubo situaciones peligrosas que pudieron haber terminado mal. Creo que lo más bello de ser dicho es que el último capítulo que hicimos se filmó durante 25 horas seguidas. No teníamos todavía las escenas, estaban siendo escritas por Bruno en servilletas de papel en bares. Recuerdo que el final fue el entierro del Chiqui y que tras 22 horas de estar filmando se le ocurrió a Bruno que lo enterráramos en Ezeiza, entonces agarramos una camioneta y nos fuimos. De camino, se empezaron a juntar muchísimas nubes en el cielo, empezó a relampaguear y cuando Bruno dice 'acción' ahí, en medio del bosque, se largó a llover de una manera impresionante. Pero te juro, dijo 'acción' y fue casi una cuestión chamánica, se largó a llover de una manera impresionante y ahí gritaron 'corte' y terminó el programa para siempre. Lloramos todos, imaginate... habíamos dejado alma y vida en ese programa". Ese momento fue tan especial, que incluso otros actores también lo recordaron como la anécdota más conmovedora de un rodaje único, en el que muchos recibieron algún golpe, alguna magulladura y, en el que incluso, De la Serna fue confundido por un ladrón y amenazado a punta de pistola por policías de civil. Pero lo que todos recuerdan más que el cansancio y la fatiga, fue la increíble experiencia de haber participado de una ficción tan perfecta como irrepetible.
Sin lugar a duda, Okupas dejó un legado vivo, que no terminó con su despedida en el 2000. "Son obras que no envejecen y que tienen una cosa casi iniciática en el hecho de enterarte que existen, poder verlas y está buenísimo, es algo que me llena de orgullo", dice Stagnaro.
Adiós y buena suerte
La muerte del Chiqui, probablemente la escena más conmovedora de toda la serie, a uno le duele en el alma porque no es un personaje el que se muere sino un amigo y su entierro causa una tristeza absoluta. Para Stagnaro esa muerte fue sin lugar a dudas el final: "La verdad es que nunca más pensé en la historia porque en el día que la terminé hubo como una certeza de que no quería volver a abrirla, casi te diría por una cuestión de respeto hacia los personajes. No sé por qué, pero se me jugó de esa manera y la verdad es que lo sostuve en el tiempo y no sé... no lo imagino. Creo que después de la muerte de uno de ellos sentía que era muy difícil regresar de ahí, para los personajes y para uno mismo. Y construí algo que pudiera tener cierta luz y a la vez sea algo honesto, me pareció que era lo mejor dejarlo de esa manera y asumir que ese fue el ciclo".
Con el funeral del Chiqui todo se desmorona porque sin la presencia de ese amigo, no hay futuro posible. Ricardo probablemente vuelva a su antigua vida ("se te terminaron las vacaciones", le decía minutos antes su vecina) y el Pollo parte con destino incierto. Mientras tanto, Walter se queda solo, llorando, dejándonos a todos desamparados, sin ánimo de volver a cual sea nuestra vida, mientras nos emocionamos desde el corazón y desde el oído al escuchar "My Girl", canción que significó un cambio radical en la vida de Walter.
Y para quienes seguimos la serie, de una u otra manera, Okupas también significó un cambio.
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