Si querés sobrevivir como escritor, tenés que apostar al largo plazo. La publicación de Alta fidelidad, en 1995, fue solo el primer paso de un ambicioso plan de 25 años: una edición americana exitosa, a pesar de que el libro estaba ambientado en Londres (hecho); una adorada película de Hollywood (hecho); y ahora una serie de televisión con los géneros cambiados protagonizada por una mujer que tenía seis años cuando se publicó el libro, pero cuyo talento y capacidad de estrellato ya eran evidentes incluso en ese momento (hecho). Es muy satisfactorio cuando estas cosas funcionan.
Todo esto resultaba altamente improbable, hasta que de repente ocurrió. Pero la serie de Zoë Kravitz para Hulu (se estrenó la semana pasada) acaso sea la versión más improbable de Alta fidelidad. Que tenga tanto sentido, y llegue de manera tan directa a un público contemporáneo, es un tributo para su estrella; también es elocuente acerca de la capacidad que tienen el pop, el rock & roll, etc., de inspirar devociones duraderas y ofrecer una sensación de identificación crucial.
Cuando escribí el libro, yo me preguntaba si todo eso no se estaba agotando. El Rob Fleming original estaba empezando a sospechar que había dedicado la primera mitad de su vida a una causa que ya no era significativa o relevante. Las megatiendas de Virgin y Borders estaban reemplazando a las disquerías independientes. Los CD habían reemplazado al vinilo. El mp3 era algo de lo que solo sabían un par de cerebritos alemanes. ¿Quién habría anticipado que, para 2020, las megatiendas estarían todas muertas y que los Rob del mundo de hoy, empobrecidos pero valientes, serían los únicos en mantenerse en pie?
Alta fidelidad, el programa de televisión, lidia con el mundo de hoy. Las playlists son digitales, pero los corazones rotos por hombres y mujeres inútiles siguen siendo inconveniente y dolorosamente analógicos. De algún modo, Rob sobrevivió el traspaso al siglo XXI, porque la gente sigue dispuesta a pagar por algo que es tan ubicuo como el aire que respiramos. Cuando empecé a usar Spotify, pensé: "Esto es increíble: toda la música que necesito entra en una cajita en mi bolsillo". Pero empecé a sentir que ya no le prestaba tanta atención a la música, o que no la respetaba lo suficiente. Muchos de nosotros estamos rodeados de libros de los que jamás nos separaremos, porque nos dicen quiénes somos. Lo mismo se aplica a la música. Queremos dejar nuestra marca, escapar, encontrar un pequeño lugar en el mundo que sea solamente nuestro. Nuestros gustos reflejan una imagen de nosotros, una imagen invariablemente más atractiva que cualquier selfie. En 1995, yo no sabía que estaba escribiendo un libro que sería un espejo para generaciones futuras.
Tampoco sabía que Alta fidelidad iba a ser un programa de televisión hasta que los planes no estaban bastante avanzados. Cuando vendí los derechos cinematográficos, en los 90, también vendí los derechos para la televisión. Pero a fines de 2018, un amigo de un amigo de Zoë me contactó para decirme que ella quería hablar. Es raro que su madre estuviera en la película. Es raro que ambas hayan posado desnudas para la tapa de esta revista. ¿Quizás todo era una artimaña? Pero todas las dudas acerca de su aptitud para el papel, y sobre su seriedad cultural, fueron despejadas, en parte por nuestra conversación, pero en parte también por la playlist que me mandó, con temas de Alice Coltrane, Tierra Whack, William Onyeabor, Shuggie Otis, Betty Davis, Sun Ra, The Clash, Spirit, MC5, y Darondo. Sin dudas Zoë es una auténtica estrella de cine, pero también lleva años escarbando entre vinilos. No tenía dudas de que iba a hacer un gran trabajo. Así fue.
LA NACIONOtras noticias de Zoë Kravitz
Más leídas de Espectáculos
"Tengo una nueva reunión". Massaccesi define su futuro, tras la salida de Lapegüe de TN, y Nelson Castro le pone un punto final a los rumores
"Pacto de sangre". Airbag: la banda que sobrevivió a estafas, sigue “al costado” de las modas y llena estadios
Sigue la polémica. Revelaron la verdad detrás del chat amenazante de Icardi a Wanda Nara: “Confirmado”
Polémica. Un panelista se cruzó con Carlos Ruckauf por Wanda Nara y abandonó el estudio