Natalia Oreiro, como si los años no pasaran
"Kachorra", telenovela escrita por Gustavo Barrios y Diana Segovia. Con Natalia Oreiro, Pablo Rago, María Rosa Gallo, Verónica Llinás, Osvaldo Santoro, Pepe Monje, María Rosa Fugazot y elenco. Producción ejecutiva: Gabriel Fierro. Dirección de exteriores: Miguel Angel Colom. Dirección: Jorge Montero. Por Telefé, de lunes a viernes, a las 13.
Nuestra opinión: Bueno
No importa que entre una y otra haya mediado una larga pausa en la que la actuación dejó lugar a la búsqueda de una carrera musical, porque la Natalia Oreiro que vemos hoy al frente de "Kachorra" es casi idéntica a la que conocimos como protagonista de "Muñeca brava".
Algunas inevitables diferencias formales no alteran la continuidad esencial de un retrato que parece tan apropiado como invariable para la exitosa intérprete uruguaya. La sabemos atrevida, pizpireta, peleadora (su nombre de ficción en esta historia es Antonia Guerrero), familiera, de buen corazón, siempre al borde del despiste y dispuesta a entregar afecto sólo a quienes sean capaces de reconocer cuál es su lugar en el mundo, que no es otro que el barrio. Y, además, con una predisposición especial para aparecer en el momento y el lugar equivocados.
Esta vez, el destino puso a la pobre chica en el escenario donde acaba de cometerse un asesinato, y a la policía y a la Justicia creyendo erróneamente que fue la responsable del hecho. Una mezcla de azar e imaginación (no vaya a creerse que nuestra heroína no tiene chispa, todo lo contrario) la convierte al mismo tiempo en prófuga y dueña de una nueva identidad: la de una capacitada institutriz que llega a la casa de una rica familia, los Moravia, dueña de una empresa que fabrica fideos, para encarrilar a los dos exponentes más jóvenes de la dinastía, con problemas escolares y de relación.
Escondiendo su identidad detrás de un atuendo estrafalario tras otro, la Kachorra de humilde origen se transforma en la sofisticada Rosario Achával. Sofisticada en los papeles, porque en los hechos exhibe el ya conocido arsenal de mohínes, muecas y gestos con que Oreiro, en el lugar donde trabajará cama adentro, irá ganando algunas complicidades que no tardarán en llegar también a los televidentes.
Esa mansión responde a algunas de las convenciones del modelo clásico de telenovela al que "Kachorra" aspira a ser fiel: joven rico, elegante, con aire de duro y novia oficial, pero que no tardará en acercarse a la chica de origen diferente para vivir una historia romántica (Pablo Rago), tía solterona, insensible y con aires y voluntad para jugar de villana (Verónica Llinás), cocinera y chofer que se comportan como si fueran de la familia. Y, además, una clara ausencia de figuras materna y paterna que en el otro escenario básico en el que se desarrolla la historia (el entorno familiar, geográfico y afectivo de Kachorra) se manifiesta con la presencia del padre de la heroína (Osvaldo Santoro), tan convencido de la inocencia de la chica como el novio de ésta (Pepe Monje) y varios amigos.
Comedia disparatada
Hay en "Kachorra" una clara voluntad de repartir la historia entre el perfil tradicional del teleteatro y un aire bastante frecuente de comedia disparatada acentuado por la presencia de varios personajes que encarnan esa veta con entusiasmo, como Gino Renni, Peto Menahem, María Rosa Fugazot y hasta la mismísima María Rosa Gallo. Hasta el momento, el relato se mueve sucesiva y alternadamente entre estas dos dimensiones que tratan de funcionar equilibradamente, pero todavía lejos de la imaginación que supo utilizar Enrique Torres en "Muñeca brava" para romper algunos estereotipos del género y jugar con él transgresoramente desde los bordes sin sacrificar su esencia.
Si "Los simuladores" se convirtió este año en una experiencia verdaderamente revolucionaria en materia de ficción para la TV argentina es fundamentalmente porque no hizo más que recordarnos que toda buena historia se sostiene básicamente en una lógica interna resistente a toda prueba.
En este caso, esa coherencia está expuesta a una fisura cuando se pone en juego el ingreso de Kachorra a la casa de los Moravia con su nueva identidad. Aún dentro del amplio margen de inverosimilitud que admite el teleteatro, es difícil de sostener que personajes que se presentan extremadamente formados (como la Bernarda de Verónica Llinás, presidenta de la empresa familiar) puedan caer tan fácilmente en el engaño, a menos que toda la historia, algo que aquí no ocurre, se ponga al servicio de la situación humorística planteada.
Hay referencias explícitas a la pobreza, a los piqueteros, a los problemas de las empresas por sostener fuentes de trabajo y a la ayuda para los más necesitados, pero sin demasiado espesor o en condiciones de hacer aportes centrales a la personalidad de un relato que descansa, sobre todo, en el carisma de su protagonista. Y es aquí donde "Kachorra" cumple con su objetivo básico: darle una nueva oportunidad a Natalia Oreiro para que pueda afirmarse a fuerza de frescura, mirada franca y naturalidad en el papel de heroína telenovelada que cumple a la perfección, no importa si se llame "Cholito" o "Kachorra".
Su presencia entra por los ojos gracias a un cuidado clip de apertura con imágenes psicodélicas y genuino espíritu candombero. Y consigue el respaldo de un elenco lo suficientemente sólido como para sostener escenas que hubiesen requerido de algún ensayo más.
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