Murió Edgardo Borda, la gran figura que acompañó detrás de las cámaras toda la historia de la TV argentina
Trabajó durante más de siete décadas en el medio al que estuvo ligado desde su creación en 1951; fue director de cámaras de los programas de las mayores estrellas de la pantalla
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Solo Edgardo Borda pudo hacer posible que la memoria entera de la televisión argentina, aquella que se remonta a sus orígenes en 1951, se mantuviera hasta ahora representada en la vigencia y la presencia activa de su trabajo. Su fallecimiento a los 95 años deja definitivamente huérfano de pioneros al medio en el que pasó toda su vida. En el caso de Borda esta frase podría aplicarse casi de manera literal porque Canal 13 fue hasta el final poco menos que su casa. Cuando ya había entrado con holgura en la novena década de su vida seguía concurriendo a diario a su eterna oficina en la emisora de Constitución y se ocupaba en persona de la dirección de cámaras de una de las señales de TV paga del Grupo Clarín.
Nadie podía quitarle ese lugar, sencillamente porque no había quién pudiese hacerlo mejor. La televisión no tenía secretos para un hombre que ejerció todos los oficios imaginables en ese medio, desde los trabajos más sencillos hasta la ocupación de los puestos de mayor responsabilidad en la conducción artística de un canal.
Pero lo más importante de todo fue su capacidad extraordinaria y casi única para estar presente, siempre con algo importante para decir y para hacer, en cada uno de los momentos esenciales de la evolución histórica de nuestra TV. En la figura de Borda permanecían arraigadas las mejores tradiciones, prácticas y costumbres del trabajo televisivo diario, esas que permanecen inmutables porque constituyen la esencia y el sentido último del medio, mientras se iban incorporando al mismo tiempo y con toda naturalidad todas las instancias transformadoras (tanto artísticas como tecnológicas) de un espacio que permanece en constante transición.
Si Borda, a sus ochenta o noventa y tantos, pudo seguir diciendo y haciendo lo suyo con la convicción de quienes conocen el oficio mientras se adaptaba sin problemas a la inevitabilidad de tantos cambios experimentados por la tele a través del tiempo, esto quiere decir que hay un mensaje televisivo que sigue inalterable más allá de las modas fugaces. La conciencia del valor que tiene la TV como fuente de legítimo y sano entretenimiento, el buen gusto, la voluntad de sorprender, la convicción de que hacer TV es fruto de un trabajo colectivo, la pericia técnica y el entusiasmo con el que salía a probar nuevas fórmulas sin alterar la esencia fueron sus grandes atributos como productor y director, los oficios que mejor representaron su arte como gran hombre de la tele.
Su vida en la tele empezó casi por azar. Había nacido el 17 de julio de 1929 en el seno de una familia de actores y su sueño original era seguir esa vocación. Pero le tocó en 1951, cuando trabajaba como operador de radio para los equipos de asistencia pública que atendían emergencias por ambulancia (lo que hoy es el SAME) y su jefe, que había recibido una propuesta para entrar en el por entonces desconocido mundo de la televisión, le propuso acompañarlo. “Creía que ese medio era afín a mi personalidad. Trabajé ad honorem entre diciembre de 1951 y febrero de 1952, cuando finalmente entré en relación de dependencia como controlador de video”, le contó a Luis Buero en el primer tomo de su Historia de la Televisión Argentina contada por sus protagonistas.
De allí pasó a hacerse cargo de la dirección de avisos comerciales del viejo Canal 7 en tiempos en que todos los locutores leían y actuaban las tandas publicitarias en vivo. No tardó en debutar como director de cámaras en Peluquería de señoras, protagonizada por Ana María Campoy, y casi de inmediato se hizo cargo de otros ciclos, entre ellos el famoso Teleteatro a la Hora del Té.
Borda fue el director del primer telenoticiero emitido por la pantalla chica en toda su historia y también de la primera transmisión de fútbol por TV desde la vieja cancha de San Lorenzo, el recordado Gasómetro de Avenida La Plata. Su condición de pionero se engalanó todavía más en 1960, cuando Canal 9 daba sus primeros pasos y Borda era uno de los directores encargados de los programas de la emisora.
Ese año se puso en el aire un especial con la adaptación de la obra teatral Judith, protagonizada por Alfredo Alcón y Violeta Antier, con puesta en escena de Pedro Escudero y dirección de cámaras de Borda. Fue la primera vez que la televisión argentina ganaba en su historia un premio internacional. En el Festival de Montecarlo, Antier se coronaba como mejor actriz con la Ninfa de Oro y Alcón quedaba muy cerca de ese reconocimiento perdiendo nada menos que frente a Laurence Olivier. Mario Vanarelli (escenografía) y Eduardo Bergara Leumann (vestuario) también fueron premiados.
Borda llegó a Canal 13 en 1964 y allí cumplió toda clase de tareas, funciones y responsabilidades, llegando inclusive a quedar a cargo en un momento de la gerencia artística. Por sus manos y su destreza como director de cámaras pasaron casi todos los ciclos exitosos de la emisora a lo largo de varias décadas, de El amor tiene cara de mujer y los ciclos teatrales de Darío Vittori a los programas históricos de Tato Bores, José Marrone, Alberto Olmedo y Jorge Porcel.
“No soy de los que creen que todo tiempo pasado fue mejor. Una cosa era producir cuando existía un solo canal. Y otra cuando existen factores como la competencia, costos mayores, perfiles de audiencia. Hay que pensar muy bien antes de hacer un programa porque esto además de un arte es un negocio”, decía a fines de la década de 1990. Tenía siempre los pies sobre la tierra y la cabeza puesta en una televisión sólida, profesional, dispuesta al entretenimiento y a evitar la vulgaridad.
Borda trabajó con todos los grandes de la televisión: Luis Sandrini, Niní Marshall, Pepe Biondi, Narciso Ibáñez Menta, Mirtha Legrand. La situación más incómoda de toda su carrera la vivió en mayo de 1976, a poco de producido el golpe que puso en marcha la última dictadura militar que gobernó a la Argentina, cuando era director de El chupete, el exitoso programa de Alberto Olmedo y al cómico se le ocurrió romper la rutina de su programa anunciando al aire su “desaparición”, cuando todo no era más que un chiste.
“A los 30 segundos, con una cámara puesta en la calle, se lo veía al “Negro” ingresar corriendo. En el estudio lo esperaba Ernesto Bianco, que tenía puesto su sombrero. Cuando Olmedo entró le sacó el bombín y dijo a cámara: “¿Se pensaron que no venía? Vamos a empezar”. Eso nos costó el puesto al “Negro”, al autor, al locutor y a mí”, recordó Borda en la última entrevista con LA NACIÓN, en septiembre de 2023.
Eran tiempos muy sensibles que llevaron prematuramente a algunos medios a difundir la noticia de la muerte de Olmedo frente a lo que se decía al aire. Los ecos de un hecho que tuvo una inusitada e incómoda repercusión forzaron el cierre del programa y el despido de varios responsables artísticos del canal, entre ellos el propio Borda.
Su presencia era imprescindible y no tardó en volver al lugar en el que permaneció hasta el final de su carrera, ocupando todos los días su oficina para aportar desde su experta sabiduría consejos, observaciones, comentarios y por supuesto, su extraordinaria memoria histórica. Desde que Adrián Suar se hizo cargo de los contenidos artísticos, Borda empezó a ocuparse de las señales de cable que funcionaban junto al 13.
Cuando algunas complicaciones de salud y achaques inevitables lo forzaron a jubilarse todavía, a sus 94 años, seguía ocupándose de los fierros de esas señales y de su tarea de toda la vida, la dirección de cámaras. Su nombre quedará impreso para siempre en las mejores páginas de la historia de la televisión argentina.
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