Mirtha Legrand: a 33 años de su despedida del teatro, a 55 de su primer almuerzo televisivo y a 77 de una “amenaza” incumplida
Mientras corrían aires revolucionarios en el mundo, la diva del cine se sentó por primera vez a comer frente a las cámaras; dos décadas después, mientras un proceso hiperinflacionario azotaba al país, se despidió de los escenarios con una obra que fue un éxito de público
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Carlos Rottemberg, el señor dueño de 9010 butacas y 16 salas de teatro, el que produjo durante más de dos décadas Almorzando con Mirtha Legrand, el que acaba de estrenar Matilda en el Gran Rex, amigo y vecino de la señora Mirtha Legrand, subió a su cuenta de twitter del Multiteatro Comafi un posteo cargado de citas e ironía. Dice así: “Este sábado 3 de junio se cumplirán 55 años exactos de la primera salida al aire de sus célebres almuerzos y 33 años de su despedida teatral bajo nuestra producción. Lo celebraremos juntos, con su vigencia intacta, mientras leemos abajo que ya en 1946 amenazaba con retirarse”. La nota a la que hace referencia es una nota publicada en la revista Cine Argentino en donde la actriz expresaba su deseo de ponerle fin a su carrera para dedicarse “al cuidado de su hogar”.
La primera de las citas remite a los 55 años del nacimiento del mítico programa televisivo. Durante los meses de mayo y junio de 1968, los ojos del mundo estaban puestos en París. Allí los estudiantes universitarios encabezan durante meses una revuelta basada en demandas puntuales ligadas a las superpoblación de alumnos en los claustros que, a lo largo de los días, fue sumando otros reclamos que apuntaban contra el imperialismo norteamericano, la guerra de Vietnam o la legalización del aborto. Aquel fenómeno social, política y cultural, que replicó en otras latitudes, pasó a la historia como el “Mayo del 68″.
A más de 11.000 kilómetros del Barrio Latino parisino en donde la imaginación intentaba tomar el poder, en Palermo Chico el productor Alejandro Romay imaginó un programa que pasó a la historia (por lo menos, a la historia de la televisión argentina). “Mirtha, quiero que conduzcas un programa de televisión que se va a llamar Almorzando con las estrellas”, le propuso el señor del Canal 9 a la estrella de Los martes, orquídeas en una llamada telefónica. “¿Almorzando? ¿Hay que comer en TV? ¿Comer y hablar?”, fue lo primero que se le ocurrió decirle frente al imaginario de verse conduciendo un programa con doce invitados mientras los platos con comida van circulando. De todos modos, le dijo que lo iba a pensar. Lo consultó con su marido, el cineasta Daniel Tinayre. “Hacé lo que quieras, Chiquita”, dijo el director de La patota y La Mary. Ella se la jugó pensando que la gran idea de Romay no iba a durar mucho (ya se sabe, se confundió un poco).
El lunes 3 de junio de 1968, mientras las calles parisinas estaban tomadas por manifestantes, ella se sentó en la cabecera de la mesa rodeada por Tinayre, el actor Duilio Marzio, el director cinematográfico Leopoldo Torre Nilson, la escritora Beatriz Guido y Alberto Migré, quien cuatro años más tarde detuvo al país con Rolando Rivas, taxista.
Según recordó cuando se cumplieron 50 años de los almuerzos, ese lunes estaba algo nublado. Durante el almuerzo le sirvieron una pata de pollo. Inmediatamente, Daniel Tinayre le pidió al mozo que lo cambiara por pechuga. “Ahí ya me sentí más cómoda, sentí una cosa más familiar y hogareña”, reconoció la señora que, en la nota que subió su amigo Carlos Rottemberg, aseguraba querer dejar su carrera artística para “dedicarse exclusivamente al cuidado de su hogar”.
La segunda cita del posteo de Rottemberg hace referencia a su despedida del teatro. Aquello fue en un contexto social y político local definido por la hiperinflación en tiempos de Raúl Alfonsín. Mientras en Buenos Aires los integrantes del grupo La Organización Negra realizaban a fin de 1989 una impactante acción performática en la que sus integrantes descendían de la punta del Obelisco, los precios no paraban de subir. En Mar del Plata, Mirtha Legrand estaba haciendo temporada con la obra Potiche. Allí compartía escenario con Juan Carlos Calabró, Juan Carlos Mesa, Linda Peretz, Iliana Calabró y Roberto Antier. El 23 de diciembre de ese año, según confesó Carlos Rottemberg, entre las 10 y las 23, tuvo que subir siete veces el precio de las entradas. Era, en definitiva, la lógica del momento.
“¿Sabes qué es un potiche?”, le preguntó Mirtha a Zulma Faid en una de las emisiones de Mirtha para todos, el programa que conducía la actriz. “Es un florero que no sirve para nada y ese es mi personaje -le contó-. Es una mujer que no sirve para nada hasta que su marido, por determinadas circunstancias, se enferma y ella pasa a manejar la fábrica y se transforma en una mujer extraordinaria”. La obra, como el final de la historia de esta mujer con quien Mirtha se sentía identificada, fue un verdadero éxito de público.
Según recuerda el productor Rottemberg en No hay más localidades, mientras protagonizaba la obra en el teatro Atlas de Mar del Plata, Legrand viajaba los jueves a Buenos Aires en donde hacía en vivo aquel programa que emitía el viejo ATC en el horario de 21 a 22.30, antes de que comenzara Mariano Grondona y su Hora clave. En La Feliz, de viernes a miércoles, hacía dos funciones diarias y en su día de descanso hacía TV. “Todas las noches después de la función íbamos a cenar. Mirtha se sentaba en la cabecera. Moderaba la mesa. Tiraba un tema, mantenía una conversación fluida con todos, se ocupaba de que cada comensal pudiese hablar. Entonces lo llamé a Daniel Tinayre y le dije: «¡Está haciendo el programa gratis, tiene que volver a la TV!» Así empezó y me convertí en su productor durante veinte años”, recordó en una nota con LA NACION.
En la temporada de 1990, Potiche pasó a Buenos Aires y fue el último trabajo en teatro de Mirtha Legrand. Ese mismo año, se cumplió otro rito que tuvo ya varios capítulos: la vuelta de los almuerzos, con la señora presidiendo la conversación sin comer nunca una pata de pollo.
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