Miradas en el recuerdo
“El manejo del videocassette no es por ahora descollante; en muchos momentos se parece a las filmaciones caseras en Súper 8 que realizan los turistas argentinos cuando salen a pasear por el mundo.”
El crítico Miguel Smirnoff escribió estas líneas a fines de 1977 en la revista Redacción. Silvia Itkin recoge ese testimonio en el libro “Estamos en el aire” y lo utiliza para caracterizar el único hecho televisivo destacable de un año que, según la minuciosa investigación histórica que Itkin volcó en ese volumen junto a Pablo Sirvén y Carlos Ulanovsky, aparece como uno de los más opacos y olvidables de toda la historia del medio.
Un cuarto de siglo atrás, Smirnoff se refería a la rutilante aparición de las máquinas de mirar, aquéllas cámaras portátiles fáciles de trasladar que grababan imágenes en cinta magnética y que sirvieron para que la TV local se asomara al mundo por primera vez para registrar imágenes sin interferencias y con sonido directo desde cualquier lugar.
No faltarán memoriosos que respalden rotundamente la aguda observación de Smirnoff. Algunas de las apariciones de Enrique Llamas de Madariaga y Magdalena Ruiz Guiñazú (desde “Videoshow”, precursor de esta fórmula con la conducción de Jorge Fontana) o de Mónica Cahen D’Anvers, César Mascetti y Domingo Di Núbila (en “Mónica presenta”) no eran más que versiones prehistóricas del actual y difundido modelo del documental de TV sobre temas turísticos.
Pero no es menos cierto que cada uno de ellos (integrantes de sendos equipos que supieron contar en sus filas con notables figuras) también supo entregar crónicas en las que, por detrás de los hechos políticos o sociales a menudo, asomaban historias humanas ricas en matices.
En sus travesías por rincones del mundo que en varios casos nunca habían sido retratados hasta ese momento por las cámaras, los dos programas le daban color a una TV que ya se acercaba a la despedida de su etapa en blanco y negro. Y también se las ingeniaron para dejar como legado aportes curiosos y significativos: “Videoshow” fue uno de los primeros en explorar con mucho éxito un horario por entonces considerado marginal (iba diariamente, de 23 a 1) y “Mónica presenta” llegó en 1979, según relata Itkin, a llenar la cancha de River de entusiastas televidentes.
* * *
Vista desde estos tiempos globalizados y de posibilidades tecnológicas casi infinitas, aquella etapa inaugural de las máquinas de mirar apenas suscita miradas nostálgicas. Pero si se mira bien el derrotero posterior de nuestra TV, el legado de aquellas prácticas pioneras es considerable desde una doble perspectiva que plantea más de una paradoja.
Por un lado, acuñó la vocación sin desmayos de nuestra TV por conocer el mundo y ser testigo directo y presencial de los acontecimientos más importantes. Y, por otro, esa misma práctica llevó a que, con las excusas más banales, equipos televisivos salieran a pasear por el mundo para hacer coberturas innecesarias, sobrevalorar hechos intrascendentes y llevar la bandera de nuestra viveza criolla con un falso orgullo que al poco trecho se transforma en vergüenza. Juego que, dadas las circunstancias actuales del país, es posible que no veamos por un buen tiempo en nuestras pantallas.
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