Mi vecino, el espía ruso
Esta noche, a las 23, por FX, se estrena The Americans, la historia de acción y drama ambientada durante la Guerra Fría
NUEVA YORK.- En junio de 2010, diez espías rusos que estaban viviendo de incógnito en los Estados Unidos fueron detenidos, interrogados y enviados de vuelta a Moscú en un vuelo chárter. La operación generó una divertida incredulidad en el país del Norte. "¿Todavía hay espías rusos?", se preguntaban los tabloides. La espía más famosa del grupo era una pelirroja atractiva y activa participante del circuito social de Manhattan. Mucho menos glamoroso era un matrimonio de rusos que vivía en Nueva Jersey, haciéndose pasar por estadounidenses y criando hijos que, a casi todos los efectos, eran norteamericanos.
Una semana más tarde sonó el teléfono en la casa de Joe Weisberg, un ex agente de la CIA transformado en guionista de TV (Damages y Falling Skies ). Del otro lado de la línea estaban los presidentes de Dreamworks Television, que le preguntaron si quería desarrollar un piloto basado en esta pareja. "¡Por supuesto!", respondió Weisberg, sabiendo que en Hollywood hay que decir que sí; nunca se sabe cuándo el teléfono va a sonar otra vez.
Así empezó la historia de The Americans, la serie que se estrena hoy, en FX y que cuenta, precisamente, la historia de Philip y Elizabeth Bishop, dos espías rusos que trabajan como agentes de viajes durante el día y de noche secuestran rivales o revelan microfilms en el sótano de su casa. Ambientada en 1981, en los años del principio del fin de la Guerra Fría, The Americans parece subirse al éxito reciente de series de agentes secretos como Homeland, pero se toma menos en serio las cuestiones de seguridad nacional. Es casi una mezcla de la serie protagonizada por Claire Danes con Señor y Señora Smith, la comedia de acción en la que los espías encarnados por Brad Pitt y Angelina Jolie fingían tener trabajos aburridos y escondían (incluso el uno del otro) su trabajo nocturno como agentes secretos.
En The Americans, la pareja está formada por el galés Matthew Rhys, conocido por sus muchas temporadas en Brothers & Sisters, y Keri Russell, identificada todavía con Felicity, el papel que le dio fama hace una década y del que todavía está intentando sacudirse. Esta serie, en la que interpreta a una joven reclutada por la KGB y enviada a los suburbios de Washington (para interpretar, a su vez, a una típica madre de clase media norteamericana), es su primer protagónico en televisión desde entonces, sin contar con la comedia Running Wilde, de abrupto final.
"Lo que más nos interesaba era contar la historia de esta familia –dijo Weisberg, en conversación con LA NACION?. De hecho, en la primera reunión de guionistas, alguien dijo: «Todos somos espías en nuestras propias casas». Y ése es un poco el concepto que queríamos presentar." Philip y Elizabeth son espías en sus casas porque, aunque llevan 15 años juntos y tienen dos hijos perfectamente gringos, sus actitudes son bastante distintas. Philip se está enamorando de la mujer que le pusieron sus jefes y del país al que lo mandaron. En los actos escolares de sus hijos, donde canta el himno, y en los shoppings llenos de productos accesibles, Philip tiembla. Elizabeth, en cambio, es durísima: para ella lo más importante es la lealtad a la Madre Patria y a su gobierno. Aparentemente, esta lealtad incluye no mostrar el más mínimo cariño por su marido. Por lo menos al principio. En el episodio piloto, Philip y Elizabeth tienen la oportunidad de venderse a la CIA y empezar de nuevo sus vidas en algún lugar de la costa oeste. Él quiere fundirse en la gran sábana de prosperidad estadounidense. Pero ella detesta a sus falsos compatriotas. "Son débiles, no tienen carácter", dice. La serie sugiere una oposición: de un lado, la pasión y el consumo; del otro, la frialdad y el comunismo.
Russell es bajita y flaquita –"tengo el cuerpo de un chico de 12 años", admite–, pero suelta una carcajada potente y ruidosa. Sentada en una falsa oficina secreta del FBI (donde trabaja un vecino de la pareja, que empezará a sospechar de ellos), Russell dijo que le gusta ser, por una vez, el personaje más frío del elenco. "No es lo que suelen pedirme. Normalmente soy la típica víctima embarazada que se la pasa sufriendo", dijo. Su Elizabeth, que nació y creció en Rusia pero habla en inglés sin acento, es arisca con su marido, pero en su vida secreta seduce a idiotas funcionarios del Pentágono que son incapaces de mantener la boca cerrada.
En las series de espías, la mayoría de los hombres son así de débiles: treinta años de secretos no valen nada ante la oportunidad de ver desnuda a la extraña que se les acercó en el bar. "¡Es por trabajo! ¡Me obligan a hacer estas cosas!", dice Russell con una carcajada. En el momento de la entrevista, la producción estaba grabando el sexto de los trece episodios de la primera temporada. ¿Cuánto saben los actores de lo que va a pasar con sus personajes? "Bastante poco –dice Russell?. Yo prefiero saber, pero en este mundo de espías nadie sabe bien qué va a pasar con sus vidas."
Rhys parece simpático, con la necesaria cara de "buen tipo" como para interpretar a alguien que no está del todo comprometido con el totalitarismo. Además, al ser extranjero, tuvo que hacer el mismo recorrido que su personaje: disolver su nacionalidad para que los vecinos (en el caso de Philip) y los espectadores no adviertan su origen. "Lo interesante es que tanto Philip como yo venimos metidos en este proceso desde hace años –dijo Rhys–. Yo aprendí a ser estadounidense en Brothers and Sisters."
En los minutos que conversó con LA NACION, Rhys quiso dejar bien claro un par de cosas: que había viajado cinco veces a la Argentina (dos de ellas para filmar una película y un documental sobre las colonias galesas en Chubut) y que la infusión favorita del set de filmación era un mate que traía y preparaba una maquilladora casada con un argentino. "Cada vez somos más los miembros del club del mate", agregó.
El set de grabación de The Americans está en Gowanus, un barrio de Nueva York dividido en dos por un viejo canal pestilente rodeado de fábricas y depósitos abandonados. Algunos de esos depósitos han sido reciclados como edificios de oficinas, departamentos o galerías de arte. El primer programa que se graba ahí es precisamente The Americans, cuyos decorados están siempre armados a la espera de las órdenes del guión. Además de la oficina del FBI, donde un grupo de agentes poco a poco pondrá la lupa sobre los Bishop, está la casa familiar, decorada como en 1981, con colores llamativos, muebles de mimbre y televisores RCA con cuerpo de madera falsa. En el cuarto del hijo hay pósteres de astronautas y de La guerra de las galaxias; en el de la hija, uno de Rick Springfield, la estrella pop del momento. El padre usa una colonia que se llama Macho y sobre la videocasetera hay dos películas: The Long Long Trailer (1953) y Rome Adventure (1962).
¿Por qué 1981? Weisberg dice que en los dos años que le llevó escribir el piloto movió la serie de una década a otra –"los 70, por los peinados y la música, parecían divertidos"– pero que se decidió por los 80 cuando pensó en Ronald Reagan, que ganó las elecciones en noviembre de 1980 y asumió en 1981. "Con Reagan se reavivó la temperatura de la Guerra Fría –explicó–. Empezó a llamar a la Unión Soviética: «El imperio del mal» y a recuperar el discurso agresivo de décadas anteriores. Me pareció el momento perfecto." Y la metáfora perfecta: un conflicto entre superpotencias en el teatro global enmarcando otro conflicto entre dos superpotencias en el teatro doméstico.
Otras novedades de la TV paga
Al estreno de The Americans se suma mañana otra serie ambientada en el pasado cercano. Se trata de Vegas, una historia de policías y mafiosos en la ciudad del pecado durante la década del sesenta protagonizada por Dennis Quaid. Y si se trata de respetar las viejas tradiciones, nadie mejor que los protagonistas de Duck Dinasty, el reality sureño que estrena temporada hoy, a las 21, por A&E.
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