MasterChef: los secretos de las hornallas más exitosas y una broma que salió mal
La competencia de cocina conducida por Wanda Nara, que actualmente es lo más visto de la pantalla chica, tiene detrás un gran equipo de trabajo, que lo conforman más de 100 personas; LA NACION estuvo detrás de cámaras para conocer cómo se hace esta producción desde adentro
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“¿Cuándo van a aprender que es harina de maíz y no polenta?”, se queja Germán Martitegui mientras mira los cereales que serán los protagonistas del programa. Sus palabras generan algunas bromas, pero el cartelito de “polenta” se queda. Luego, los tres jurados de MasterChef escuchan las indicaciones de la productora ejecutiva, Luciana Pinto, con respecto a la prueba del día. A un costado, Wanda Nara practica su saludo inicial: “Muy buenas noches a todos, bienvenidos a MasterChef”. De un equipo total de casi 100 personas, hay alrededor de 50 en el estudio entre productores, camarógrafos, asesores gastronómicos, técnicos, maquilladores, vestuaristas y algunos invitados especiales como los anunciantes del día. Todos se preparan para otra jornada de grabación del programa más exitoso de la televisión actual, producido por Boxfish para Telefe y que va de lunes a jueves, a las 23, y los domingos, a las 22.30. Apenas pasaron quince minutos de las 13, pero nadie quiere demorar el inicio de la jornada. Tienen varias horas por delante para cumplir con la tarea pautada.
Los jurados hacen bromas entre ellos y lanzan algún halago a Wanda Nara, que agradece y se suma a la conversación mientras acepta un mate. Todos están ubicados en sus posiciones. Faltan solo unos minutos para que la productora de piso Michelle Kirschenbaum, alias “la Piru”, dé la indicación de hacer silencio y el director de cámaras, Claudio Cuscuela, ubicado en el control del estudio, anuncie que comienza la grabación.
La claqueta enumera el programa que se está grabando: el 39 de esta temporada. “Silencio”, gritan de producción. “Bienvenidos a MasterChef”, se escucha decir a Wanda antes de presentar oficialmente al jurado y a la prueba del día: cocinar con polenta, mijo, cebada, avena y quinoa. Las principales cámaras del estudio, los apuntan.
La cocina de la cocina
A las 11 de la mañana, el equipo técnico y los productores del ciclo se dan cita en el estudio Ronda, ubicado en Martínez, desde donde se graba MasterChef. Minutos después arriba Wanda Nara para tener tiempo de arreglarse, maquillarse y peinarse, y a las 12, está pautada la llegada de los jurados y los participantes del día.
En el camarín en donde Nara ultima su look está acompañada por su inseparable maquillador Kennys Palacios, que con sus productos [Wanda Cosmetics] le termina de retocar el rostro y le revisa el peinado (aunque para eso está Damián Del Corral, “Chaco” para todos, el peluquero de Telefe, que la conductora adoptó como propio). Ella asegura que cada uno de sus looks está pensado según la prueba del día y también de acuerdo al clima y a cómo se sienta: el de esta jornada es un pantalón pinzado de tiro alto, color ladrillo, con una camisa celeste grisáceo de mangas tres cuartos y un gran cinturón. Ahora sí, todo listo para enfrentar las cámaras.
Nara está conforme con su desempeño al frente del programa y es “buena alumna”: llega temprano a las grabaciones, se prepara, es atenta y escucha los consejos que le dan. “Me estuve viendo y se ve un gran cambio desde el inicio hasta ahora, fui encontrando mi lugar. Creo que la gente puede ver a Wanda. Dentro de este formato estructurado, me pude mostrar tal cual soy”, asegura a LA NACION.
Y agrega: “Nunca me imaginé tener tantas repercusiones buenas y tan lindas. Admiro mucho a Santiago del Moro y cuando me propusieron este desafío, dije ´guau´... Con un conductor que yo admiro tanto, ocupar ese lugar era muy difícil, ¿no? Y creo que también él fue uno de los que tuvo mucho que ver para que yo esté acá”.
¡A grabar!
Virginia Henrichmann, “La peke”, productora de Telefe, se acerca al camarín y le dice a Nara que ya es tiempo de grabar. En el estudio Pinto repasa con sus colaboradores la prueba del día, revisa que todo esté en su lugar (en este caso los cereales). Y después con el jurado volverá a chequear todo. Hay gente yendo y viniendo, ultimando detalles, repasando la estructura de lo que se verá en el envío. Los camarógrafos y sus asistentes ya están detrás de las 10 cámaras que se distribuyen por el estudio para hacer el programa y que irán moviéndose, según pongan el foco en la conductora, en los jurados, en las islas de cocina o en el mercado.
Betular y De Santis saludan a unos anunciantes que están en el piso, después bromean entre ellos. Martitegui se suma. En el ambiente se respira tensión, pero porque todos están preparándose para arrancar una nueva grabación. El mecanismo está aceitado, después de tantas temporadas realizadas. Tanto Wanda como los jurados se ponen en sus posiciones. Se hacen chistes, halagos, se miran y de repente hacen silencio. Todos están atentos y escuchan por “la cucaracha”, ese pequeño adminículo que tienen en la oreja que les sirve para recibir alguna indicación desde el control.
Si el estudio se ve grande y amplio en cámara, en vivo y en directo no defrauda porque también es muy imponente. Todo está prolijamente cuidado, cada detalle, cada cocina y los diferentes espacios por donde se mueve el programa.
“Silencio, ¡grabamos!”. Wanda prueba unos saludos y después presenta al jurado. Sigue la grabación. La conductora propone una charla y todo puede irse un poco por las ramas, pero se sigue grabando. De todo eso apenas se verán unos minutos en pantalla.
Los participantes
“No importa, entren”, dice la conductora mientras se abren las puertas del programa para que accedan los protagonistas de la noche: los cocineros amateurs. En este caso son Estefanía Herlein –recientemente eliminada- Rodrigo Salcedo, Juan Francisco Moro, Rodolfo Vera Calderón y Aquiles González Sviatschi. Ellos tenían preparado una pose especial para salir al estudio, pero el chiste les falló y aunque lo quieren repetir, el director de cámaras les marca que avancen, así que el blooper queda y después también se verá en pantalla. “¿Qué quisieron hacer?”, les pregunta Wanda. “Siempre hablamos cosas ahí atrás, pero no nos alcanzó para coordinar”, contesta Salcedo, que después aclara que querían hacer “una pose de los Power Ranger”.
Las bromas, las charlas y la buena onda entre ellos hacen recordar a una estudiantina en viaje de egresados. Claro, algunos se llevan mejor que otros (sin ir más lejos en la última gala de eliminación eso quedó a la vista con el ida y vuelta de Juan Francisco y Rodolfo), pero de todas maneras a la hora de cocinar se consultan y se piden cosas, pero dependerá del estrés del día frente a la hornalla si todo será paz, amor y armonía o choque, malhumor y tensión.
La que están grabando es un “jueves de última chance”. Hay 5 cocineros en la cuerda floja y solo uno logrará superar la prueba y zafar de la gala de eliminación. “¿Cómo se llevan con los cereales?”, pregunta la conductora y los participantes la mirarán con cara de incertidumbre. Ella les explicará la prueba del día: tienen que cocinar cada uno con un cereal diferente. Calderón logrará superar un pequeño test inicial y eso le permitirá no solo elegir su cereal [la avena] sino el que sus compañeros tendrán como parte de su plato.
En el mercado
Cambio de cámaras. “3,2,1, todos al mercado”, alienta la conductora. Los participantes corren al mercado y Wanda aprovecha ese minuto libre que tiene para espiar su celular, que está estratégicamente ubicado detrás de un decorado para que ninguna cámara lo pueda captar. Después la llaman y le piden que entre al mercado con los cocineros. Deja su celular y cumple con la indicación. Intenta ayudar a los participantes, aunque también les marca el paso del tiempo: “Últimos 10 segundos, vamos chicos”. Los minutos en el mercado casi empatan con el tiempo real.
Ese mercado tan prolijo que se ve en pantalla está cuidado por el equipo de producción gastronómico del programa que lo integran 7 personas. Hay proveedores fijos que lo abastecen con la mercadería diaria que necesitan y cuando alguna prueba requiere algo especial se busca específicamente el producto deseado. En general, por semana, el programa encarga 120 kilos de frutas y verduras y unos 40 kilos de carne.
Después de cocinar... ¡a hablar!
Mientras la grabación del programa se va desarrollando, al costado del estudio hay una serie de productores tomando nota y capturando los distintos momentos de los participantes. Todo ese material servirá después para realizar las entrevistas a los concursantes que se ven a lo largo de los diferente envíos y que se realizan una vez finalizada toda la etapa de la cocina.
Sin lugar a duda la dinámica del programa gana interés con los comentarios de los cocineros hablando de lo que les pasaba cuando algún jurado les marcaba algo o la bronca por no poder realizar la idea de un plato o alguna diferencia con un compañero.
3,2,1… ¡manos arriba!
Llega la cuenta regresiva es hora de presentar los platos al jurado. “5. ¿Para qué sirve esa galleta quemada, Rodrigo? 4, 3... Rápido, ponela. 2,1... ¡Aquiles no te desconcentres! ¡Manos arriba para todos!”. Entre los números y los comentarios de Wanda, los participantes ganan segundos cruciales a la hora de terminar sus platos. Ella suele ser compinche con los participantes y esta pequeña ayuda se agradece.
Los jurados prueban los platos, hay un ida y vuelta con los participantes. No suele pasar pero en esta grabación la mayoría son halagos, casi todos los participantes se destacaron con sus preparaciones, e incluso Wanda se animó a probar el plato ganador: “Tarta de aguacate”.
Hay algunos secretos -que “la magia de la televisión” permite- que los productores no quieren revelar para que no se pierda cierta ilusión que crea el programa. Lo que sí se puede decir -y los televidentes observadores lo habrán notado- es que entre que Wanda hace la cuenta regresiva y se anuncia el nombre del primer participante que tiene que llevar su plato al jurado algo pasa en las islas: de un caos de platos, ollas y desperdicios se pasa a mesadas impecables con solamente la preparación del día. Eso que pasa es tiempo y una pequeña legión de personas encargada de limpiar todo para que nuevamente esté todo presentable para el tramo final y el más importante del programa: la degustación. De todo este ir y venir nada queda registrado y, en un abrir y cerrar de ojos, lo que antes estaba desordenado ahora luce impecable.
El día terminará cerca de las 21 con los platos hechos, las entrevistas realizadas y otro programa bajo el brazo.
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