MasterChef Celebrity: la competencia todavía no empezó
Casting y edición. Los ingredientes esenciales de todo reality show que se precie de tal aparecieron, como era de esperar, en el comienzo del primer MasterChef Celebrity producido y emitido por la televisión argentina, que comenzó anoche, por Telefe.
El montaje es un elemento clave cuando, como ocurre en casi todos los casos de los reality shows gastronómicos, se hace imposible llevar adelante cada programa en tiempo real. El reloj que marca la secuencia de cada desafío es el gran motor de cualquier competencia que transcurre dentro de una cocina. Sobre todo cada vez que se escucha el enfático conteo de los minutos que faltan para dejarlo listo.
Sin ese recurso, manejado con mano firme desde la mesa de edición, no habría suspenso. Y sin suspenso la rivalidad pierde sentido, por más que Telefe haya exagerado la tensión con una musicalización que parece haberse tomado prestada de las telenovelas brasileñas y turcas del canal. Con todo, el primer programa incluyó un reto más cercano al espíritu de colaboración que a una competencia que terminará eliminando un participante por semana. Todo un espejismo, porque la competencia todavía no empezó.
El casting es la otra herramienta decisiva. Si tomamos como referencia el exitosísimo MasterChef Celebrity hispano, cuya quinta temporada está a nuestro alcance a través del canal internacional de Televisión Española, vemos en el armado de cada temporada una presencia casi preferencial de comediantes e imitadores. Hay allí una búsqueda deliberada por hacer reír y lograr desde esa identidad un intercambio muy fluido entre los participantes, la sal del programa.
Aquí, en cambio, con la honrosa excepción de Roberto Moldavsky, el casting dejó de lado a los comediantes de pura cepa y salió a buscar algo que se va haciendo habitual en nuestro medio: la mayoría de los elegidos, más allá de la especialidad principal de cada uno, son rostros familiares en los reality shows. Como si se buscara deliberadamente ese perfil, más orientado seguramente al impacto del programa fuera de su pantalla original. Las redes, los medios más frívolos y sobre todo el mundo autorreferencial de la televisión encontrará a partir de hoy un menú constante de bocados suculentos para alimentar disputas, celos, ruidos y posibles escándalos.
Esperemos que eso no ocurra, por más que la competencia haya arrancado con un intercambio picante entre uno de los competidores (Federico Bal) y el más severo a priori de los tres jurados (Germán Martitegui). De lo poco que vimos con el elenco completo en el programa original, ya que la mitad de los participantes empezará a jugar en la emisión del martes, se notó un espíritu lúdico y de sana competencia. Nadie se presentó con un mensaje al estilo: "Yo soy el mejor y mi único objetivo es ganarles a todos, no importa cómo". Una actitud saludable.
De todas maneras, tal como fue anticipado en el final de la emisión de apertura del ciclo, la verdadera competencia empezará a verse al final de la semana y sobre todo en la "gala" de eliminación prevista para cada domingo. Lo que vimos en el comienzo es la presentación de la mitad de los competidores con un desafío grupal que al mismo tiempo obligó a cada uno a crear un plato propio.
En esa hora y media inicial, y con la ayuda invalorable del montaje, vimos a un combativo Bal, descubrimos el costado más sensible de Martín Fabio, el "Mono" del grupo Kapanga (que con el tiempo, si no es eliminado pronto, puede convertirse en una de las grandes figuras del ciclo), el toque sofisticado que aporta Boy Olmi y la faceta más amable de Ezequiel Cwirkaluk, conocido por todos como El Polaco. Sofía Pachano y Claudia Villafañe se muestran a priori como las más serias para trabajar en la cocina. Y la actriz e influencer María Belén (Belu) Lucius, como la de temperamento más expansivo y alegre. El actor Nacho Sureda pasó algo más inadvertido que el resto.
Dependerá del equilibrio entre todas estas personalidades (exploradas, acentuadas y trabajadas como dijimos desde el montaje) para que este programa sostenga su atractivo diario. Casi todos los MasterChef Celebrity tienen una sola emisión semanal, que en el caso español puede llegar a durar más de tres horas. Aquí se optó por una fórmula más desgastante, impuesta por las necesidades de la competencia con el Cantando 2020, que tiene un riesgo: en un programa que gran medida funciona solo a partir de todos los elementos "llave en mano" que se utilizan a partir del formato original (reglas, procedimientos, pasos) una hora y media por día puede provocar empacho. A veces es preferible un buen y único banquete semanal en lugar de la repetición del menú todos los días, por más que cada desafío obligue a los competidores a preparar platos diferentes en cada emisión.
El desarrollo del formato a lo largo del tiempo y la primacía del montaje hicieron que MasterChef Celebrity necesitara cada vez menos de la presencia de un conductor tradicional. En las mejores experiencias internacionales del ciclo, el trío de expertos cocineros que ofician de jurados mostraron que podían cumplir de sobra con esa función. Pero en la Argentina, que en estos casos parece siempre la excepción de la regla, por ahora eso no parece posible.
La presencia de Santiago Del Moro se hace imprescindible porque el jurado todavía no tiene esa integración imprescindible para convertirse en un todo y funcionar integradamente como guía del programa. Del Moro es un animador muy disciplinado (aprendió muy rápido a incorporarse al movimiento fijo que impone el programa) y busca todo el tiempo la complicidad con el participante que éste agradece. También se ocupó de velar por el cumplimiento de algunos protocolos sanitarios, que en el fondo resultaron bastante flexibles en su aplicación.
En cuanto al trío de expertos, la necesidad de dejar a la vista todo el tiempo esa condición los lleva a una rigidez demasiado subrayada de la que solo escapa el siempre desenvuelto Donato de Santis. Y a propósito, ¿por qué no fue convocada al menos una mujer como jurado? ¿Acaso no hay cocineras competentes y con experiencia televisiva en nuestro país para cumplir esa función? La decisión de Telefe en este sentido es difícil de sostener. Y de justificar.
La recompensa parece muy apetecible para cualquier famoso: un millón de pesos y un año de clases pagas en una escuela de gastronomía que aporta, como otras firmas, toda la publicidad de un programa ciertamente costoso de hacer a través de PNTs. En España se eligió como premio mayor también una suma de dinero contante y sonante, pero que el ganador ya sabe desde el vamos que deberá obligatoriamente donar a alguna entidad benéfica de su elección. Sería oportuno que el MasterChef Celebrity argentino siga ese rumbo.
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