Martín Fierro 2022: por qué lo mejor de la TV esta vez se quedará afuera de los premios
Tras dos años de ausencia, los lauros de Aptra tratan de acomodarse a la realidad pospandémica con la incorporación de nuevos rubros, entre los que no está el más evidente: la ficción hecha para plataformas de streaming
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El Martín Fierro es el premio a la labor televisiva que mayor legitimidad tiene para la industria. En su larga historia de casi seis décadas como organizadora de estos galardones, Aptra siempre tuvo la misma aspiración: lograr que la comunidad televisiva valorara cada año esta ceremonia como la expresión más precisa de su estado de ánimo, su realidad y sus proyectos. El esquema de categorías y rubros premiables siempre se pensó y se armó para asegurar, sobre todo, la asistencia de los grandes protagonistas de la pantalla en cada nueva ceremonia.
¿Qué TV premiará esta noche el Martín Fierro? ¿Reflejará esta vez el momento que le toca vivir? En los últimos dos años, pandemia mediante, no hubo ceremonia ni premios. Si hubiese querido, Aptra pudo haber entregado los reconocimientos en 2020 y 2021 a través de actos o anuncios virtuales, pero prefirió no hacerlo. La ceremonia presencial, para la entidad organizadora, es la razón de ser de los premios. Tanto, que hasta confió a una empresa organizadora de eventos y acciones de comunicación el armado, todavía sin fecha, de la fiesta correspondiente a 2020. Fue un duro golpe para la entidad aceptar que Canal 13 declinó el año pasado convertirse en anfitrión del encuentro.
El encuentro cara a cara es el factor clave que ratifica la legitimidad del premio. Finalmente habrá fiesta este domingo, así como el regreso de las viejas tradiciones que tiene esta velada de camaradería televisiva. Pero después de dos años de emergencia, es posible que la repetición de la fórmula no resulte suficiente para sostener el mismo propósito y seguir la línea que marca la historia.
Todos saben a esta altura que la industria del entretenimiento quedó golpeada más que ninguna otra por la pandemia. Planteó restricciones más fuertes que en otros ámbitos, cuestionó unas cuantas verdades hasta allí indiscutidas, impuso cambios de fondo en el funcionamiento del sistema (nuevos hábitos de consumo y, como respuesta, nuevas estrategias de producción) y forzó cambios en casi todas las estructuras.
De la emergencia surgió una TV de aire con menos resto que antes para llevar adelante propuestas ambiciosas. Y sobre todo una pantalla en la que la ficción local fue desapareciendo para dejarle su lugar a otra clase de prioridades: los reality shows de formato competitivo, los programas de entretenimientos con premios, los debates llenos de panelistas siempre atentos a tratar con una seriedad digna de mejor causa la actualidad más frívola. Una TV mucho más ajustada. En medio de un panorama bastante precario e incierto apenas se destacan unas pocas islas con mayores recursos y algo más de creatividad. Son las excepciones que confirman la regla, por lo general asociadas a algunos formatos internacionales adquiridos llave en mano.
En los últimos años, con algunos movimientos en la lista de categorías premiables, Aptra buscó adaptarse a los inevitables cambios que experimenta el medio. En algún caso no le quedó más remedio que hacerlo después de largas resistencias, porque la TV de aire es la expresión más conservadora de la televisión. Pero esta vez las modificaciones se impusieron a la fuerza, por el propio peso de la pandemia. Y hubo que inventar de apuro categorías nuevas. Algunas son un verdadero alarde de creatividad.
Este año aparecieron el “Big Show” (en el que se postulan programas que podrían tranquilamente integrar otros rubros, como reality y entretenimiento), Jurado de TV y Gastronomía. Para ampliar el rango de los entretenimientos, esta categoría ahora se duplica entre “juegos” y “conocimiento”. Lo mismo ocurre con los noticieros, ahora divididos en “diurnos” y “centrales” (¿por qué no habrá premios para los informativos nocturnos?) y con los ciclos humorísticos: ahora se premiará al programa y a su conductor.
Estos cambios se aplican para compensar la pérdida de espacio para las ficciones. Ya no hay en este caso candidatos suficientes como para sumar varias categorías actorales y asegurar en la ceremonia la mayor presencia posible de caras conocidas como candidatos. En su lugar, los nuevos rubros (sobre todo el de Jurado de TV) acumulan potencialmente el número suficiente como para asegurar que ese registro no sufra desequilibrios.
Tal vez no alcance con el desfile de rostros familiares para el espectador. Lo que el Martín Fierro no puede capturar y mantener bajo su control es lo que mejor define en este momento aquello que siempre entendimos como televisión. Ni más ni menos que las producciones audiovisuales más importantes de los últimos tiempos en la Argentina, concebidas y destinadas en principio para las plataformas de streaming. Allí aparecen, entre ficción y documental, El reino, Terapia alternativa, Entre hombres, Carmel ¿Quién mató a María Marta? y unas cuantas más. En premios como el Emmy ya quedó superada hace tiempo esa separación entre ficciones de un origen o de otro. Desde hace tiempo allí ya está asumida la convergencia entre TV abierta y plataformas. En este nuevo escenario, televisión y pantallas funcionan como dos conceptos que en el fondo significan lo mismo.
Entre 2002 y 2019 las ficciones se llevaron de manera consecutiva el Martín Fierro de Oro, que se entiende como el reconocimiento máximo al que puede aspirar una producción televisiva en la Argentina. Todo indica que este año, tal como está perfilada la nueva etapa del premio, el reconocimiento más importante tendrá una nueva identidad, mucho más cercana al reality, a la competencia con premios y al entretenimiento. ¿MasterChef? ¿La Voz Argentina? A menos que Pequeña Victoria, con mucha menos visibilidad, termine reivindicando una vez más el lugar preponderante de la ficción en la trayectoria del Oro. No parece a primera vista por ahora la opción más probable.
La única excepción a este dominio absoluto de la ficción en las últimas dos décadas fue el Oro para Jorge Lanata en 2016, un año en el que la TV llevó a su punto culminante el debate político, con tensiones constantes entre algunos de sus protagonistas, enfrentados en el enrarecido escenario de la “grieta”. Con Lanata y otros nombres periodísticos de alto perfil nominados de nuevo este año no sería extraño que en la ceremonia del domingo vuelvan a resonar las campanas de una larga y agobiante polémica, con tomas de posición incluidas.
Aunque algo así llegara a ocurrir, siempre quedará la sensación de que este año mucho de lo bueno que se produce para lo que siempre entendimos en la Argentina por televisión (y que hoy quizá tenga otro nombre) no aparece esta vez en el radar.
El Martín Fierro se anticipó a Marvel y construyó su propio multiverso: TV de aire, cable, radio, moda, contenidos digitales, producciones del interior, premios de Oro, de la gente, brillante o platino. Una muestra de elasticidad y amplitud de criterio. A pesar de ella, el premio más aceptado por la industria de la TV todavía no contempla a toda la televisión, en el sentido más amplio y actual del término, que se hace en la Argentina.
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