A horas de estrenar su nuevo programa en eltrece, la conductora se refiere a la competencia con Florencia Peña. Además habla de los prejuicios en torno a su delgadez y el recuerdo de su abuelo Mariano Mores y su exsuegro, Raúl Portal
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“¿Qué se sabe del cuartito del abuelo?”. Mariana Fabbiani saluda e inicia la charla consultando sobre la venta de la casa donde Mariano Mores, su abuelo, escribió “Cuartito Azul”, su primera composición en lograr gran trascendencia. Hace algunas semanas, LA NACION reflejó el destino incierto de aquel rincón emblemático del tango argentino, alertando a la familia del recordado maestro sobre tal situación. Esta vez, la conversación tiene otro motor: el estreno de Lo de Mariana, el programa que empezará este lunes, a las 11.30, por la pantalla de eltrece. “Voy a ir a visitarlo, quiero conocer ese lugar”, promete Fabbiani, quien construyó su carrera con independencia del prestigioso apellido de su estirpe, pero orgullosa y atenta a todo aquello que concierne a la sangre artística que corre por sus venas.
-¿Qué percibís que heredaste de tu abuelo?
-Ojalá haya algo. Genéticamente, lo que sea que pueda haber heredado, me va a venir bien. Si tengo que pensar en herencia, me educó bajo los preceptos del trabajo, la constancia, la disciplina, pero sin descuidar disfrutar, amar y tener pasión por lo que uno hace. Me inculcó tener convicción por la elección laboral y a ser agradecida por poder hacer lo que me gusta.
-En ese sentido, Mariano Mores ha ofrendado su vida a la música, a su pasión por el piano.
-El abuelo siempre se sintió un tipo muy afortunado por poder trabajar y aplicar su don. Me educó en eso, lo mamé. También tomé de él la cultura del esfuerzo. Era un ser especial.
A su manera
Cada tanto, la charla se matizará con esa carcajada estruendosa que la caracteriza. Ese sello que la convirtió en una figura cercana, sin rebusques ni aires de estrella, aunque, desde hace años, encabeza con éxito cada uno de los proyectos que le toca transitar. Esta vez volverá a liderar un espacio producido por Mandarina, la compañía de Mariano Chihade, su pareja y padre de sus hijos Matilda y Máximo. Mujer exquisita, simpática, bien hablada y moderada, una rara avis en la televisión argentina actual. Ganó varios premios Martín Fierro en su rol de conductora, desafío al que le imprime autenticidad.
-La presión que implica el trabajo televisivo, comenzando por lo arbitrario y dictatorial del rating, ¿anula el disfrute al que te referías?
-Sí, por supuesto, esa presión atenta contra todo.
-Entonces, ¿cómo se trasciende eso?
-Es un trabajo interno que uno tiene que hacer. Hay que separar los resultados del trabajo que tienen sus fluctuaciones y no siempre dependen de uno. Se puede hacer lo mejor y el contexto lleva la situación para otro lado, no todo se puede controlar. Por eso, siempre intento estar en foco con hacer bien mi trabajo y con lo que sí puedo mejorar o cambiar. Trato de no volverme loca. Lo que no se puede modificar no forma parte de mis responsabilidades.
-El rating formaría parte de esa zona que no está bajo tu control.
-Entiendo al rating como un indicador de mi trabajo al que, obviamente, hay que prestarle atención. De ese número depende la continuidad del trabajo de muchísima gente y esa es una gran responsabilidad. Pero también es una responsabilidad mejorar todos los días, hacer un programa que me deje conforme, que sea el que realmente quiero hacer.
-La competencia por el rating acarrea algo exitista que no es muy sano.
-Si se está muy pendiente del resultado te perdés un poco en ese mar, por eso intento, todo el tiempo, no perderme de mis objetivos, de lo que quiero. Eso no siempre tiene que ver con el número, pasan otras cosas. A veces ese número se puede modificar en el tiempo, para bien o para mal, y eso no significa que se hagan las cosas ni mejor ni peor.
-La medición minuto a minuto del rating, en general, atenta contra los contenidos. Hay programas que van mutando para lograr medir y quedan totalmente desdibujados en cuanto a su idea matriz, se los percibe a la deriva. ¿Le temés a ese riesgo siempre latente?
-Los programas que son diarios y en vivo se van construyendo al aire. Uno puede tener planes y estructuras armadas, pero en el camino te vas dando cuenta con qué se enganchó la gente. De hecho, el programa se hace con la gente, por eso mentiría si dijera que no hay un condicionante en torno a ese minuto a minuto. Con todo, uno plantea con su producción hasta dónde moverse y ese límite se sostiene en un delicado equilibrio. Nunca hay que perder de vista lo que se quiere contar, más allá de lo que suceda con el resultado.
-Tu nuevo programa se enmarca en el magazine, un género que, bien hecho, es muy agradecido y cuya dinámica vos conocés.
-Quizás, este sea el programa más real o más parecido a mi personalidad. Antes hacía ciclos de humor o de actualidad de manera separada. En cambio, esta nueva propuesta tiene todos esos colores que uno lleva en la vida. Me voy a divertir, voy a cocinar, a jugar con la gente y charlar profundamente con los invitados, algo que me encanta. También tocaremos los temas de actualidad, hablaremos sobre aquello que a la gente le preocupa o necesita saber.
A Mariana Fabbiani la acompañarán el periodista Federico Seeber, la locutora y periodista Martina Soto Pose y el chef Christophe Krywonis, cuyas creaciones culinarias serán degustadas por las figuras invitadas a cada programa.
-Ya se habla del Boca-River de la mañana. Vas a competir con Flor de equipo, el programa de Florencia Peña en Telefe. Hace poco te comunicaste con ella, ¿cómo fue esa charla?
-Le mandé un mensaje a Flor porque la escuché en el programa de radio de Moskita Muerta. Hablaron de la competencia, de cómo el afuera, a veces, impone esa competencia y qué nos pasa a nosotras con eso. Estoy tan de acuerdo con todo lo que dijo, que se lo quise manifestar, siempre tuvimos muy buena onda, las dos somos cabeza de equipo que trabajamos desde hace mucho tiempo y nos respetamos y admiramos. Charlamos un poco y la verdad es que coincidimos que lo importante es que nos vaya bien a las dos, correr los egos, que no estén en el primer plano. Me parece que hay que apelar a esa sana convivencia, a relegar esas competencias que no conducen a nada. Y esto es aplicable en muchos órdenes de la vida.
-Regresás a la pantalla en un contexto pandémico. Esta situación, ¿atravesará los contenidos de cada emisión?
-Así será. Si bien buscaremos que el programa sea dinámico, tenga buena energía y los televidentes puedan pasarla bien, la realidad no estará ausente. Es un momento muy especial, nadie está igual que hace un año. A todos nos ha cambiado en algo, nos ha costado, hemos estado lejos de la gente que queremos y sufrido pérdidas. Ha sido un año cuesta arriba para todos. Me toca estrenar en medio de la incertidumbre y en un contexto de miedo, similar a lo que se vivía cuando estrené Mamushka, con esa sensación de desolación, de no saber qué es lo que viene. Sin dudas, lo que ha puesto a prueba la pandemia es la capacidad de adaptación.
-¿Cómo fuiste transitando esta situación tan inusual para el mundo? ¿Sos de las personas que tienen miedo o de quienes tienen una actitud más serena?
-Atravesé todos los estados posibles, uno entra y sale. Pasé por el miedo, llegar de la calle y sentir que estaba totalmente infectada e iba a contagiar a toda mi familia y, por poco, ponía a quemar toda la ropa que llevaba puesta. Tampoco zafé de esa etapa de limpiar la casa veintiocho veces por día y pasarle alcohol a cada cosa que entraba al hogar. Con el tiempo, todos incorporamos hábitos que ya forman parte de la normalidad cotidiana.
-En tu caso, ¿cuál fue el peor momento anímico?
-Mis padres tuvieron Covid y fue muy feo cuando se enfermaron. Hacía como cuatro meses que no nos veíamos, estaban súper guardados, pero se contagiaron igual. Uno nunca sabe por dónde puede entrar el virus, son cosas que suceden. Todos tenemos alguien cercano que se contagió, lo cual demuestra que el virus está cerca de todos. En el momento en el que se infectaron ellos, cuando te decían que tenías Covid parecía casi una sentencia. Ahora estamos esperando el turno de la vacuna y sin dejarnos estar, no hay que naturalizar la situación, aún hay que cuidarse mucho, estamos pasando un momento difícil. Si todos nos cuidamos, el miedo es menor, bajamos el pánico.
-En la calle se ven escenas de irresponsabilidad preocupantes.
-Hay cierta inconsciencia. Cada cual tiene su mecanismo de defensa, está aquel que niega la situación, siente que nunca le va a pasar.
-Sin embargo, se trata de un virus inclusivo: afecta a todos los sectores sociales y las más diversas territorialidades. Nadie está al margen de la pandemia.
-Eso te hace pensar que no hay privilegios en torno a eso y que tenemos que ser muy cuidadosos. Es cierto que hay gente que no tiene respeto por su propia vida, pero hay que tener respeto por la de los demás, porque de eso también depende la magnitud de la pandemia. Siento que estamos en un momento de mucha reeducación en cuanto a los hábitos individuales y a actitudes que tenemos que ir cambiando como sociedad. Alguna enseñanza tenemos que sacar de todo esto, no podemos pasar la pandemia y seguir igual, como si nada nos hubiese sucedido. Espero que todos hayamos aprendido algo.
Prioridades
-Siempre fuiste muy cuidadosa de tu vida privada. Manejás tu intimidad con cautela, con sano equilibrio. De todos modos, no tenés una actitud evasiva y en tu cuenta de Instagram se te puede ver tanto en una pose sexy como con crema en la cara.
-Voy corriendo los límites.
Otra vez la carcajada sonora y contagiosa. Se ríe de ella misma cuando se le recuerda que posó en ropa íntima o con su cara tapada por un menjunje: “Para mí es muy importante llevar una vida normal. Entiendo que tengo un trabajo que no es tan normal, soy conocida, soy famosa y para mis hijos la vida es distinta a la del resto de los chicos, por eso intento que, en todo lo que pueda, mi vida sea normal”.
-¿Es sencillo lograrlo?
-Me parece que es algo que tengo incorporado, no me cuesta. Vos te referías a mi Instagram y allí lo que sucede es que se establece una relación con su comunidad, con todos los seguidores y eso es algo que hay que alimentar. Pareciera como que siempre quieren algo nuevo y uno se anima a un poquito más. Si bien muestro algo de mi vida, incluso a mis hijos, lo hago con todos los cuidados. Me gusta preservar eso y cuando me muestro es con naturalidad y sin forzar nada. Cuando comencé mi carrera sabía que todo podía ser mucho más fácil si salía en bolas en la tapa de una revista, en lugar de hacer el caminito largo y difícil. Pero elegí, muy a conciencia, el caminito largo y difícil.
-Y no te arrepentís.
-Desde ya que no, pero me trajo los sinsabores de percibir que todo era más lento. El trampolín de exhibirte más de la cuenta, seguramente acelera los procesos, pero siempre supe que no era por ahí. Para mí es muy importante mantener un equilibrio entre mi trabajo y mi vida, que puedan convivir y que ninguno de esos aspectos fagocite al otro.
-De otra forma, sería alienante.
-Sería terrible. Mi prioridad está puesta en mi familia, en mis hijos, así que si tuviera que elegir sabría muy bien qué elegir. Por lo tanto, prefiero mantener ese equilibrio que a mí me hace muy bien: necesito llegar a casa, sacarme el maquillaje, caminar descalza, llevar una vida de contacto con la realidad. Siento que eso hace que uno no se vuelva tan loco en este medio, donde he visto enloquecerse a casi todos, a la mayoría, por lo menos. Mi gran desafío es seguir siendo una persona normal. Y ya es mucho decir.
-Y que si alguna vez no estás frente a una cámara no sientas que se acabó la vida, como le sucede a tanta gente que padece esa abstinencia y termina alienada.
-Me muero si me llegase a pasar eso. Por eso es fundamental nutrir la vida con otras cosas. Tengo el ego bien domado, donde hay que tenerlo, nos entendemos bien, nos conocemos. Justamente, creo que el gran tema es domar el ego, entender que hay tantas cosas que las hacemos desde el ego y no de lo que creemos, pensamos y sentidos. Ese es el gran aprendizaje en relación con mi trabajo. Uno no es más especial, distinto, ni mejor, solo se trata de un trabajo donde la gente conoce más de uno, pero siempre tuve muy presentes las prioridades.
-Es un delicado equilibrio porque tu actividad, justamente, trabaja con el ego y la exposición. Un gran desafío que el ego no enferme en esa dinámica tan especial.
-Es la gran premisa que el ego no enferme y no te confunda, no te haga mentirte a vos mismo. Hay que tenerlo bien ubicado, porque el ego es muy útil y muy destructivo.
-¿Cuál es el método para no caer en su trampa?
-Lo mejor es conocerse, saber cuál es el fuerte de cada uno y apoyarse en la propia esencia. En ese sentido, siento que con la gente ya nos conocemos. Me siento bien, en otros momentos de mi vida sentía que tenía que demostrar algo o estaba más pendiente de la opinión del otro. Después de tantos años, ya entendí que no le voy a agradar a todo el mundo, que hay gente que me quiere y otra que no me va a querer nunca. Trabajo para la gente que me sigue, que le gusta y respeta lo que hago. De lo contrario, se pierde el foco, sobre todo en esta era donde todos opinan de todo. Hay que saber a quién se le habla, de eso se trata.
-La sociedad argentina, tan agrietada en tantos aspectos, también vuelca sus emociones en las preferencias sobre las figuras populares.
-Esa grieta se suma en todos los aspectos. Ese es un tema a trabajar como sociedad, tenemos que entender, de una vez por todas, que en la división no hay ninguna solución, explicación, nada que ayude.
-Hablábamos de lo invasivo y agresivo de algunas actitudes escudadas en las redes. En ese sentido, con cierta recurrencia ha sido materia de debate tu delgadez y has tenido que aclarar a qué se debía. Eso también es algo que trae aparejado el trabajo público.
-Tengo gastritis. Me resulta terrible tener que estar aclarando esto: “Soy flaca porque tengo gastritis”. La verdad es que tengo cierta tendencia natural a bajar de peso. Cuando estoy nerviosa, adelgazo, es así. Hay gente que come por los nervios y yo, en cambio, consumo lo que como. Es cierto que hay épocas en las que si estoy nerviosa, la gastritis me molesta un poco más. Pero, el año pasado, debido a la pandemia, engordé tres kilitos que me vinieron bárbaros y me pusieron en el peso en el que quiero estar. Pero soy así, voy y vengo con el peso.
-Es curioso, pero tenés que aclararlo.
-Quizás salís muy flaca en una foto y todo el mundo opina. Lo importante es estar sana, fuerte. Y lo estoy, es fundamental para mí, sino no podría sostener un programa de televisión diario.
-Y sos madre de dos hijos.
-Soy mamá y trato de entrenar para tener más hambre y comer más. Ojo, ahora tengo más músculos. El año pasado, en el encierro, entrenaba en casa con todo, así que espero no perder eso que me hace sentir saludable. Me enoja cuando se pone el acento en ese tema, porque, gracias a Dios, no tengo un problema de salud, pero si lo tuviera sufriría un montón, me dolería.
Afectos
-El 14 de octubre del año pasado murió tu exsuegro, Raúl Portal. ¿Cómo lo recordás?
-Con todo el cariño, es una pérdida que sentí. Me dolió mucho cuando supe de su partida, en un año tan particular, con tanta gente querida que se fue. Hacía muchos años que no lo veía, pero sabía que su estado de salud era frágil. Tengo el mejor de los recuerdos, Raúl fue un gran maestro para mí, ya que mis primeros pasos en la conducción los di con él, nos divertimos mucho trabajando. Sin dudas fue una relación personal de mucho afecto, sentí mucho su partida.
-Pudiste hablar con su hijo, Gastón Portal, tu expareja.
-Sí, por supuesto, lo saludé a él y a su familia, fueron muchos años, así que el cariño siempre está.
A los 46 años, la hija de la cantante Silvia Mores lleva unas cuantas décadas transitando los medios como actriz y conductora. Su debut fue en 1994, cuando formó parte de la comedia Son de Diez, en el entonces Canal 13. En la misma emisora, en 1997 debutó en PNP, aquel fundacional programa de archivos, acompañando en la conducción a Raúl Portal. Mariana Fabbiani nunca dejó de trabajar, aunque su camino se construyó con independencia de la tradición familiar.
-A pesar de la estirpe artística a la que pertenecés, jamás te has aprovechado de eso. Construiste una carrera con identidad propia.
-Soy tan admiradora de la carrera de mi abuelo que jamás se me hubiera ocurrido aprovecharme, todo lo contrario. Siempre tuve como premisa hacer mi propio camino. Cuando no es así, todo se derrumba rápidamente. En una de las últimas charlas que tuve con mi abuelo, y que recuerdo mucho, me dijo algo que me emocionó.
-¿Podemos saber qué te dijo?
-”Vos nunca me pediste nada a mí”.
-Todo un elogio.
-Recuerdo que me reí. Aquella vez hizo hincapié en eso, en que había podido hacer mi camino como podía, pero sin pedirle nada. Siempre fui con lo que tenía, con lo que yo podía hacer. Es más, más de una vez me han pedido que llevara a mi abuelo a algún programa o evento y para mí eso era muy complejo, casi nunca aceptaba porque no lo quería molestar. Aunque él hacía cualquier cosa por mí. Si yo le decía “tirate de la terraza”, lo hacía, daba la vida. Pero a mí no me gustaba molestarlo, le tenía mucho respeto.
-Estaba muy orgulloso de tu carrera.
-Sé que se fue muy orgulloso de mí, me lo hizo saber. Y me hizo sentir la seguridad de poder construir desde el propio ser.
-Tal tu manera de construir tu camino que no utilizaste su apellido.
-Fue una elección no llevar el apellido de mi abuelo. Estoy en un momento de racconto de todo lo que hice y siento que esta nueva propuesta reúne todo lo que fui haciendo en diversos programas. Siento que estoy un poco de vuelta de algunas cosas y con muchas ganas de disfrutar, de confiar en el oficio.
-Hace un momento, decías que la gente ya te conocía. En ese sentido, el nombre de tu nuevo programa define una actitud. Decir Lo de Mariana es como referirse a alguien cercano.
-Siento que es mi casa, el lugar donde recibiré tanto a los invitados, como a la gente que nos mirará. La idea es buscar ese clima de intimidad.
-Dijiste que ibas a cocinar.
-Lo intentaré, pasaron veinte años de Mariana de casa y sigo haciendo los mismos platos, es terrible, no evolucioné. Estaré al lado de Christophe para aprender, pero seguro que comeré rico.
Fabbiani ubicó en un lugar especial de su casa aquel piano que tocara Mariano Mores en su chalet de la calle Alem de Mar del Plata: “Allí teníamos el falso Cuartito Azul. Compartíamos los veranos con mis abuelos y mis tíos que iban a hacer la temporada de verano. Él se pasaba todo el día tocando dentro de ese cuartito ficticio con las paredes blancas, pero con todos los objetos de color azul”.
-Si conociste el ficticio, tenés que conocer el Cuartito Azul real.
-Iré a visitarlo. Muy pronto, allí estaré.
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