Mañanas informales: la apuesta que marcó un hito e hizo explotar el rating, el momento más triste del ciclo y la secreta pelea que se reveló años después
Jorge Guinzburg convocó a un dream team televisivo para revivir -y darle una vuelta de tuerca- a una franja horaria a la que muchos le escapaban, y no solo logró su objetivo sino que dejó una huella indeleble en la historia de la televisión abierta
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Decir que Jorge Guinzburg era un distinto, es casi una obviedad. El periodista fue el responsable de varios hitos que quedaron en la historia de la televisión argentina como La noticia rebelde, Peor es nada o La biblia y el calefón. Con un estilo propio, mezcla de lucidez e irreverencia, el conductor logró a lo largo de su carrera marcar la diferencia.
Pero sin lugar a dudas, la creación de Mañanas informales marcó un antes y un después dentro los ciclos que se dedicaron a entretener a la audiencia en las primeras horas del día. Con la estructura de los morning shows norteamericanos, el ciclo debutó en la pantalla de eltrece en el año 2005 y estuvo cuatro años en el aire.
Todas las mañanas, de 9.30 a 13, el mismísimo Guinzburg junto a Ernestina Pais y un gran equipo, informaban, entretenían, sin golpes bajos, con buen humor y, por sobre todas las cosas, sorprendían día a día, en una televisión que, en aquel entonces, tenía mucho para dar. Martín Souto y Gastón Recondo, en deportes; Osvaldo Bazán en espectáculos; Mario Mazzone y Luciano Galende en las noticias; Bicho Gómez y Juan Pablo Geretto con el humor. También Graciela Bordín y Jimena Monteverde hacían cocina; Quique Dupláa y Florencia Ghio estaban a cargo de las notas, y Hernán Chiozza en la locución: ese era el dream team que el conductor eligió para llevar adelante el programa.
¿Cuál fue el secreto de su éxito? ¿Por qué este ciclo se convirtió en un hito de la tele? Simple: logró desacartonar un horario en el que las noticias habían copado la parada y no había demasiado espacio para la diversión. Mañanas informales fue un programa en el que se podía hacer una entrevista periodística de actualidad y cinco minutos después estar saltando con el Payaso Mala Onda, la brillante creación del Bicho Gómez. El estilo del conductor no fue menor, Guinzburg siempre se destacó por su manera de preguntar y encarar las notas, pero en este ciclo desplegó toda su sensibilidad combinada con viveza criolla.
Las mañanas no eran un segmento demasiado atractivo en aquel entonces, al no entrar en el promedio general del rating diario y sin demasiada publicidad, nadie quería apostar para ir directo al fracaso. Pocos meses le tomó a Guinzburg demostrar que la falta de audiencia tenía que ver con la oferta chata y que los ciclos matutinos podían medir, ser rentables y además, atractivos para la gente.
Pero el comienzo no fue fácil. Como a todo programa que viene a romper con una estructura, a Mañanas informales le costó los primeros meses que la gente entrara en la lógica que proponía. Un ciclo muy extenso, con un menú demasiado ecléctico, para aquellos tiempos, tuvo que batallar hasta encontrar el equilibrio. Desde “El pogo de las 12″ a “El Informal”, el resumen de noticias al estilo Guinzburg, “La Biografía Express” para presentar a los invitados hasta los extensos reportajes, en aquel entonces la televisión iba a encontrar de a poco uno de sus hijos más dilectos que quedaría en la memoria de todos.
Un estilo propio
“Al programa lo fuimos buscando; en el comienzo fue muy informativo, dábamos la hora, la temperatura, el estado de los trenes, todo muy estilo noticiero. Después, con el tiempo, la personalidad de Jorge fue llevando al ciclo y al equipo para un mismo lado. Al principio, cada uno venía de lugares diferentes y él los amalgamó en un mismo lenguaje mucho más informal. Entonces, recién allí tomó estilo propio”, recordó Andrea Stivel en diálogo con LA NACIÓN.
Parte del secreto del éxito fue la mística de equipo, Guinzburg era el gran capitán de un barco donde cada quien tenía un porqué. El famoso “pogo de las 12″, por ejemplo, nació casi de casualidad. Un día en el que Jorge estaba de muy mal humor, se le ocurrió decir al aire que ese estado se le pasaría si hacían un buen pogo y así fue. La sección, que empezó por azar, se convirtió en uno de los momentos más esperados del que participaban gran parte de los empleados del canal. La descarga era tal que una vez terminaron rompiendo una cámara que provocó que tuvieran que bajar un poco los decibeles.
Otro de los grandes momentos que tuvo el programa fue la famosa apuesta por la que Guinzburg perdió su bigote. Todo comenzó cuando Gastón Recondo, allá por 2007, manifestó al aire estar disconforme con sus kilos de más. En medio del clima habitual, casi de barra de amigos que tenía el programa, Jorge le propuso una apuesta: “Si vos pesás 83 kilos o menos para el día de tu cumpleaños, yo me saco el bigote”. El 4 de mayo, el columnista de deportes se pesó delante de cámaras y había superado la prueba. La imagen fue histórica, el conductor cumplió lo prometido y se afeitó en vivo el bigote que lo acompañó por más de treinta años. Aquel fue uno de los grandes hitos de ciclo, que tocó un rating de 19.7, diez puntos más que su promedio habitual en el momento que se lo pudo ver a Guinzburg sin una de sus señas particulares.
Mucho más que humor
Pero Mañanas informales no era todo humor y entretenimientos. La primera vez que se vio la foto de Jorge Julio López -testigo que desapareció poco después de brindar testimonio en el juicio que llevó a prisión al represor Miguel Etchecolatz-, fue allí, con su hijo. Un gran debate sobre las universidades públicas, con todas las partes, se logró en el programa y no en las señales de noticias o en otros ciclos periodísticos de la TV. Ese equipo que se daba el tiempo para jugar a una guerra despiadada de tortas, podía ponerse serio y tratar cualquier tema por más duro que fuera. Y la gente así lo aceptó porque cuando un programa tiene estrella, se puede hacer de todo.
“Creo que Mañanas informales fue un ciclo de una persona que fue Jorge. Hay programas que los marcan un formato y otros que los marcan personas. En este caso, la figura de Jorge fue irremplazable”, admitió Stivel.
Pero todo éxito también tiene su otro lado: el equipo tuvo que sobrellevar primero la muerte de Mario Mazzone y luego, el momento más doloroso, afrontar la enfermedad y el fallecimiento de su creador y alma mater. Un mes después de la muerte de Guinzburg el programa volvió al aire. El 15 de abril de 2008 Ernestina Pais, junto a Ronnie Arias y casi todo el equipo original, tuvieron la difícil tarea de volver al ciclo que le daba vida y color a las mañanas, pero esta vez sin su creador. La cuarta temporada de Mañanas informales ya no iba a ser lo mismo, si bien el espíritu del ciclo estaba, faltaba Jorge.
A fines de 2008, el canal decidió no renovar una temporada más del ciclo que iba a ser conducido por Maju Lozano porque Ernestina se iba a Telefe a tomar las riendas de CQC. El 19 de diciembre de ese año, todo el equipo se despidió de la pantalla que le dio tantas satisfacciones y momentos inolvidables. “Ninguno de nosotros es el mismo que cuando comenzó este programa, ha sido muy fuerte para todos, hemos aprendido muchísimo como personas y desde ya agradecer a Jorge Ariel Guinzburg por todo lo que ha dejado en cada uno de nosotros”. Con esas palabras, la conductora le dijo adiós a un hito de la TV, que al día de hoy muchos quieren imitar pero que nadie logró igualar.
Pero muchos años después de terminado el ciclo, otro inesperado lado B del programa surgió por la pelea pública que tuvieron Ronnie y Ernestina en 2021. Todo comenzó cuando Arias, invitado a la mesa de Juana Viale, reveló que estuvo diez años fuera de la TV por la mala experiencia que vivió con Pais en Mañanas informales. “Yo terminé haciendo radio porque no aguanté más la tele por la presión y la situación de estar en un programa donde lo que se me decía era: ‘Vos hablá de moda, que es de lo único que podés hablar’”. En tanto que, como era previsible, rápidamente llegó la respuesta de su compañera que provocó un conflicto mediático que no le hizo honor al recuerdo del ciclo.
Mañanas informales, de la mano de Jorge Guinzburg, marcó un antes y un después en una televisión de pocas ideas, que hoy lo necesitaría para sorprender al poco público que le queda a la televisión abierta.
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