Malos, malísimos: cinco de los villanos más memorables de la TV argentina
Destructivos, crueles, mentirosos; quiénes fueron los malvados de la ficción nacional temidos y amados en iguales proporciones por la audiencia
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Hay villanos que trascienden los años y las pantallas. Los hay crueles, sociópatas, esencialmente perversos y también ambiciosos. Sin embargo, su falta de humanidad en vez de generar desprecio y rechazo, seduce al público, incluso por sobre los héroes protagonistas.
El crítico de cine Ty Burr en The Boston Globe, aseguró que los villanos hacen lo que cualquier ser humano de a pie podría hacer si tuviéramos valor suficiente. Alfred Hitchcock, el reconocido director de cine de suspenso, directamente dijo: “Cuánto más exitoso es el villano, más exitosa es la película” en una entrevista a otro mito de la gran pantalla, François Truffaut.
Miguel Ángel Forte, sociólogo e investigador de la UBA y Flacso, señaló para LA NACION que siempre hay un deseo de trasgresión en la sociedad. “El milagro es el orden no el desorden, por lo tanto cuando aparece un personaje bandido, que se atreve a ir en contra del mundo normativo, suele tener un gran atractivo en la historia”, explicó. Desde una perspectiva psicológica, Estela Vega, psicoanalista y psiquiatra del Hospital Ricardo Gutiérrez, en diálogo con este medio, remarcó la importancia de la época, la cultura y la personalidad a la hora de identificarse con un personaje. “En momentos en que el espectador está con angustia, incertidumbre, dolor, bronca, y viviendo pérdidas podría estar más identificado con un villano”. Hay una conexión entre lo que el actor está mostrando y el espectador está reprimiendo. “Si una persona está viviendo cosas angustiantes o dolorosas, probablemente se identifique más con escenas que tengan que ver con el dolor”.
Hay artistas que logran interpretar a personajes llenos de matices planteando a los espectadores dudas existenciales, problemáticas morales y exponiendo luchas de poder, al tiempo que producen altos niveles de pánico y de fascinación en igual proporción. Pero, ¿quiénes fueron los villanos más atractivos y carismáticos de la tv argentina? Aquí una selección de cinco de los más recordados.
SAGASTI (Lito Cruz) - El garante
Hay personajes que por su personalidad o por la crueldad de sus actos, son la máxima expresión de la maldad. Y, sin embargo, los espectadores nos dejamos atrapar por su esencia. En El Garante (1997), Sagasti (Lito Cruz) era el enviado de Satanás, un demonio que para esta diligencia adapta forma porteña, similar a un tanguero de mediana edad, con una larga cola de caballo prolijamente atada. Un caballero parsimonioso, de etiqueta y que se sabe siempre en control de la situación. No se inmuta y no pierde la paciencia a la hora de cobrar la deuda del abuelo de Martín Rivera (Leonardo Sbaraglia).
En diálogo con LA NACION, Sbaraglia recordó su experiencia en El garante junto a Cruz: “Él era un actorazo, un actor que pensaba e imaginaba muy bien y daba la sensación que hablaba y contaba ese personaje desde una verdad absoluta. Siempre imaginaba cosas muy concretas y filosas, realmente te podías imaginar en todo momento que el diablo era así. Tenía picardía. Era pillo, era sensual, y tenía una gran impredecibilidad que era algo que lo caracterizaba a él como actor. Fue de los compañeros más maravillosos que tuve, estaba siempre atento a levantar tu trabajo, a que seas mejor actor y tengas tu mejor versión en cada escena. Él proponía todo el tiempo juegos expresivos para que nos mantuviéramos conectados y esa sintonía le daba verdad a todo el trabajo. Fue un aprendizaje para toda la vida el que tuve con Lito”.
El actor y maestro de actores interpretaba su maléfico personaje con tal naturalidad que generaba un efecto hipnótico en la audiencia. Sbaraglia cree que los roles de villanos les dan más libertad a los actores para jugar: “El personaje principal es con el que el actor tiende a empatizar, en cambio el villano representa todo lo que uno no se anima pero en algún punto tiene. Tienen la capacidad de irrumpir al orden, de salirse de la corrección. Con los villanos todo es posible”.
"Fue un aprendizaje para toda la vida el que tuve con Lito"
Leonardo Sbaraglia
La producción fue galardonada con nominaciones a los premios Martín Fierro correspondientes a ese año y se llevó estatuillas en las ternas de mejor actor dramático (Sbaraglia), mejor director y guionista (Sebastián Borensztein); también fue considerado el mejor unitario de 1998.
ÁSTOR MONSERRAT (Jorge Marrale) - Vidas Robadas
Jorge Marrale a lo largo de su extensa carrera tiene en su haber villanos tan malos como Ástor Monserrat de Vidas robadas (2008). El personaje tenía una vida mafiosa como cabeza de una red de trata de personas, pero a la vez se lo podía ver protector y cariñoso con su familia. Esa complejidad en el personaje lo hizo muy atractivo para la audiencia.
Marrale señaló para LA NACION que lo que seducía de su personaje era “una mezcla de impunidad, poder y una habilidad maliciosa de poder engañar a cualquiera, de su familia o de la mafia que conducía”.
“Creo que los villanos suelen resultar atractivos porque son los que en general construyen el conflicto. Suelen esquivar la justicia, consiguen lo que quieren y no están sometidos a normas, ni éticas ni morales (de las convencionales). Tienen las propias. Activan su malicia con gran eficacia. Confunden, manipulan y mienten con gran seducción. En general son modelos psicopáticos”, reflexiona el actor.
TERASA VISCONTI (Dora Baret) - Celeste
Teresa Visconti, la villana principal de Celeste, fue un personaje que quedó para el recuerdo en el público por su bajada épica de escalera y por cómo hizo sufrir a Celeste (Andrea del Boca). Por dicho personaje APTRA premió a Dora Baret con un Martín Fierro a la mejor actriz de reparto. Entre algunos hechos memorables de la villana se incluía: el robo del hijo a Celeste para dárselo a su hija Rita, sin importarle que fuese su propio nieto; ocultarle a su marido el nombre del verdadero padre de sus hijos y provocarle la muerte luego de haberle causado una parálisis; así como mantener un vínculo romántico con el esposo de su mejor amiga; y enloquecer premeditadamente y gradualmente a su hija que acaba la telenovela creyendo ser su propia madre.
Mercedes Bruno, licenciada en letras y magister en literatura comparada analiza el desarrollo del personaje de Baret. “Los villanos se pueden alejar de la moral y de lo políticamente correcto y eso suele atraer al público. Como Teresa Visconti era villana, tenía por ejemplo, la libertad de ser una mala madre: tenía dos hijos y explícitamente quería más a uno que a otro”, le explica a LA NACION. Bruno destaca que la arbitrariedad y ostentación con la que se desplegaba el personaje seducía a la audiencia porque se corría de los límites de lo que la sociedad esperaba de las mujeres: “En los 90, solo una villana podía tener la libertad de no mostrarse maternal y tener abiertamente un amante”.
Más adelante, Baret retoma su personaje en Celeste siempre Celeste, donde el odio y rencor de Teresa llega al punto de ordenar el secuestro y asesinato de su nuera Celeste a su amante, a quien más adelante mata.
MAURICIO DOVAL (Fabián Vena) - Resistiré
Mauricio Doval, interpretado por Fabián Vena en Resistiré, fue uno de los personajes de ficción más memorables de los últimos tiempos. Vena supo ponerle al maquiavélico villano una batería de tics, de señas particulares, un color singular a su modo de caminar y de fruncir el ceño. Toda su performance era un coqueteo entre la violencia más brutal y el refinamiento más delicado.
“Una de las características más atractivas de Mauricio Doval se vinculan con que no era un villano tan estereotipado, no era corpulento, era más bien joven y tenía la libertad de ser cien por ciento ambicioso y también carismático”, destaca Mercedes Bruno. “Era un personaje muy oscuro y su final fue épico: literalmente explotó. El final de la novela tuvo un giro hacia lo fantástico y esas libertades en los guiones se les pueden otorgar solamente a ese tipo de personajes”.
ANA GUERRICO (Carina Zampini) - Padre Coraje
La historia de Padre Coraje estaba ambientada en Argentina en 1952, en el imaginario pueblo de La Cruz, donde un joven idealista recién llegado, Gabriel Jáuregui (Facundo Arana), asume una identidad de sacerdote para encubrir su faceta de justiciero. Con su arribo se empezará a tejer una trama llena de pasiones, deseos, odios, traiciones y secretos.
Carina Zampini interpretaba a Ana Guerrico una mujer de espíritu caótico que busca vincularse románticamente con el sacerdote del pueblo. Ana no solo se enamora del Padre Juan, sino que está convencida que él puede curarla de la condición que no le permite caminar. El antagonismo principal se ubica entre ella y su hermana Clara (Nancy Duplaá), ya que ambas se enamoran profundamente del mismo hombre, quien entabla un vínculo romántico y secreto con Clara. Ana dilucida esta situación y es así como se vuelve cada vez más severo el odio hacia su hermana, con varios intentos de homicidio incluidos. Zampini interpretaba con lucidez ese torbellino de sentimientos negativos y pasiones desmedidas que encarnaba Ana Guerrico.
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